Hijo amado por el Padre
Recopilación
Pues ustedes no han recibido un espíritu que los esclavice nuevamente al miedo, sino que han recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo. Romanos 8:15–17[1]
¿Qué responderías si te hiciera esta pregunta?: «¿De verdad crees que le agradas a Dios, que no te ama solo porque en términos o principios teológicos Dios tiene que amarte?» Si pudieras responder con franqueza visceral: «Ah, sí. Mi Padre me quiere mucho», sentirías hacia ti una compasión serena, algo cercano al significado de la ternura.
«¿Puede una mujer olvidar a su niño de pecho, sin compadecerse [sentir ternura] del hijo de sus entrañas? Aunque ella se olvidara, Yo no te olvidaré»[2]. Ese versículo hace pensar en que la esencia de la naturaleza divina es la compasión y que el corazón de Dios se define por la ternura. «Gracias a la entrañable misericordia [compasión] de nuestro Dios. Así nos visitará desde el cielo el sol naciente, para dar luz a los que viven en tinieblas, en la más terrible oscuridad, para guiar nuestros pasos por la senda de la paz»[3]. Richard Foster escribió: «Su corazón es el más sensible y tierno de todos. No pasa desapercibido ningún acto, por insignificante o pequeño que sea. Una taza de agua fría basta para poner lágrimas en los ojos de Dios. Como la orgullosa madre se emociona al recibir un ramo de flores de diente de león que ya se marchitan, así Dios celebra nuestras débiles expresiones de gratitud».
«Toda la plenitud de la divinidad habita en forma corporal en Cristo»[4]. Así pues, Jesús entiende de manera particular la ternura y compasión del corazón del Padre. Eternamente engendrado del Padre, Él es hijo del Padre. ¿Por qué Jesús amó a los pecadores, a los granujas, y a la muchedumbre que no sabía nada de la Ley? Porque Su Padre los amaba. Jesús no hizo nada por cuenta propia, sino lo que Su Padre le dijo. Al compartir las comidas, predicar, enseñar y sanar, Jesús puso en práctica Su entendimiento del amor del Padre, un amor indiscriminado, que hace que salga Su sol sobre los hombres malos y también los buenos, y que Su lluvia caiga sobre hombres honrados y deshonestos[5]. […]
Puesto que el sol y la lluvia se dan a los que aman a Dios y también a los que rechazan a Dios, la compasión del hijo acoge a los que todavía viven en pecado. El fariseo que acecha en nuestro interior rechaza a los pecadores. Jesús se dirige a ellos con misericordia y bondad. Les pone atención durante su vida en aras de su conversión, que siempre es posible hasta el último momento. Brennan Manning
Hijos e hijas
Por cuanto ustedes son hijos, Dios envió a sus corazones el Espíritu de Su Hijo, el cual clama: «¡Abba, Padre!» Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, también eres heredero de Dios por medio de Cristo. Gálatas 4:6-7 RVC
En el Evangelio de Marcos oímos a Jesús decir: «¡Abba, Padre!, todas las cosas son posibles para Ti. Aparta de Mí esta copa; pero no se haga lo que Yo quiero, sino lo que quieres Tú»[6]. En la Palestina del siglo I, abba era el término que usaban las personas para llamar a su padre a lo largo de su vida. En la lengua aramea que se hablaba en tiempos de Jesús, era una palabra de uso corriente, como papá, Él la empleó en Sus oraciones y enseñó a Sus discípulos a hacer lo mismo, porque refleja la relación íntima, cariñosa y familiar que los creyentes deben tener con Dios. En los Evangelios, cada vez que Jesús se dirige a Dios Padre lo más probable es que usara la palabra abba, puesto que lo lógico es que estuviera hablando en arameo.
De todas las veces que Jesús ora en los cuatro Evangelios, solo en una ocasión no usa la palabra padre[7]. Continuamente oraba a Su Padre, y enseñó a Sus discípulos a hacer lo mismo. (Como el Nuevo Testamento se escribió en griego, en el original se emplea la palabra pater en vez de abba; sin embargo, quedó abba en tres pasajes, lo cual da a entender que ese era el término que empleaban Jesús y Sus discípulos cuando oraban y que se tradujo como pater o padre en el Nuevo Testamento[8].) El uso de abba (padre) por parte de Jesús marca la tónica y pone de manifiesto que con el regalo de la salvación se nos ha dado el privilegio de tener una relación personal con Dios. Somos hijos de Dios; no de la misma manera que Jesús, pero sí somos hijos por haber sido adoptados en la familia de Dios. Cuando oramos, nos presentamos ante Abba, nuestro Padre.
Las iglesias de habla griega de la época de Pablo también se dirigían a Dios de esa manera. Era una palabra particularmente asociada a Jesús en la iglesia primitiva: decir Abba era considerarse hijos y coherederos con Jesús. Habiendo sido adoptados en la familia de Dios, nosotros también tenemos una relación de hijos con respecto al Padre. Podemos estar íntimamente conectados con Él, como con nuestro padre terrenal. Peter Amsterdam
Nuestro Padre en el Cielo
Miren cuánto nos ama el Padre, que nos ha concedido ser llamados hijos de Dios. Y lo somos. 1 Juan 3:1[9]
¿Cómo llamas a tu padre terrenal al buscar su atención o pedir ayuda? ¿Papá? De un continente a otro, hay expresiones muy variadas. En la cultura de Cristo hace dos mil años la palabra era abba, un clamor infantil de confianza que actualmente todavía se escucha en el Medio Oriente.
Es el clamor que salió de los labios de Cristo durante Su agonía en el huerto: «¡Abba, Padre! […] Aparta de mí esta copa»[10]. Curiosamente, esa palabra que un niño o niña dicen a su padre amoroso, es la que Jesús nos dice que empleemos en nuestras conversaciones con Dios: «Padre nuestro que estás en el Cielo»[11].
Al principio del padrenuestro abba da la tónica de la manera en que deberíamos relacionarnos con Dios. No es para nosotros el modelo de los israelitas temblorosos que se acercaban a los pies del monte Sinaí, con temor de mirar hacia arriba o de pronunciar el nombre de Dios. «Ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: “¡Abba! ¡Padre!”»[12]
Al ofrecer Su vida por nosotros, el Hijo de Dios ganó para nosotros el derecho de acercarnos a Dios con la confianza que tiene un niño sentado en las rodillas de su padre. «Prueba de que ustedes son hijos es que Dios ha enviado el Espíritu de Su Hijo a sus corazones; y el Espíritu clama: “¡Abba!”, es decir, “¡Padre!”»[13]. Padre Tom Forrest[14]
Publicado en Áncora en julio de 2017.
[1] RVC.
[2] Isaías 49:15 (NBLH).
[3] Lucas 1:78-79 (NVI).
[4] Colosenses 2:9 (NVI).
[5] Mateo 5:45.
[6] Marcos 14:36.
[7] La única oración de Jesús en la que no usó el apelativo de Padre, como solía hacer, fue en la cruz, cuando a la hora novena clamó con fuerte voz: «¡Eloi, Eloi!, ¿lama sabactani?», que significa: «Dios Mío, Dios Mío, ¿por qué me has desamparado?» (Marcos 15:34). En ese caso estaba repitiendo una frase que aparece en el Salmo 22:1.
[8] Marcos 14:36, Romanos 8:15, Gálatas 4:6.
[9] RVC.
[10] Marcos 14:36 (RVR 1995).
[11] Mateo 6:9-13 (NVI).
[12] Romanos 8:15 (NVI).
[13] Gálatas 4:6 (BLPH).
[14] http://www.marian.org/marianhelper/bulletin/fatherdelight.html.
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