Hay alguien que escucha tu sufrimiento
Scott Hubbard
Probablemente jamás canción alguna tocara los muros de aquella celda ni vagado a través de sus barrotes. Gemidos, maldiciones y gritos: eran los lamentos que por lo general brotaban de lo profundo de aquella mazmorra. Nunca canturreos.
Y menos aún a medianoche, pues aquella era la hora más oscura. El primer largo pasillo de aquella tenebrosa mansión sin atisbo alguno de un amanecer.
Para los demás prisioneros el sonido era inconfundible. Algunos fueron despertados por tan extraña melodía, convencidos de que era parte de algún sueño. Otros, al captar las primeras notas se preguntaban si la locura se había apoderado de aquellos dos hombres. La misma que anteriormente había capturado a muchos hombres encadenados. No obstante, aquellos no eran los aullidos de los desquiciados.
La medianoche continuó su solitaria marcha, pero aquellos hombres continuaron: golpeados, ensangrentados, abofeteados y sin dejar de cantar.
Los eventos de aquel día tornaron la balada de Pablo y Silas en algo aún más sorprendente…
(Leer o escuchar el artículo [en inglés] aquí.)
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