Fuerza positiva: Obras benéficas y labores humanitarias
Peter Amsterdam
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A lo largo de los años, muchos de ustedes han desarrollado proyectos y programas humanitarios y de corte social que han contribuido a resaltar sus obras y posicionarlos como una fuerza positiva en las comunidades o países en que se encuentran. Dichos programas tienen impacto en la vida de incontables personas, y además contribuyen a mejorar la calidad de vida de los menos favorecidos. Aparte, les dan oportunidad de asociarse con personas con ideas afines, con las que seguramente no se habrían asociado de no ser por esos objetivos comunes. Les ha permitido interactuar con personas de la comunidad que han tenido un fuerte impacto social en sus respectivas comunidades, y han colaborado con ustedes o facilitado su trabajo o presencia en el país de una u otra manera. A consecuencia de las obras benéficas en que participaron muchos de ustedes ha habido muchos buenos frutos y se han hecho muchos progresos.
De más está decir que la salvación de las almas y ayudar a las personas a desarrollar un vínculo personal con Dios y a crecer en la fe sigue siendo de importancia fundamental para la misión de LFI. Las obras benéficas en sí mismas no cumplen necesariamente con ese objetivo. No obstante, pueden ser un vehículo magnífico para poner nuestra fe en acción, y servir como ejemplo tangible del amor de Dios, mejorando la calidad de vida, tanto espiritual como práctica, de los necesitados.
Históricamente, no ha sido poco frecuente que las obras benéficas y las iniciativas de apoyo social sirvieran como trampolín para dar presencia al cristianismo en el mundo.
Si tenemos verdadero amor, no podemos afrontar una situación de apuro sin hacer algo al respecto. No podemos sencillamente pasar de largo al pobre hombre en el camino a Jericó. Debemos tomar medidas como lo hizo el samaritano[1]. […] La compasión debe ser puesta en acción. Esa es la diferencia entre lástima y compasión: La lástima solo se conduele; la compasión hace algo al respecto.
Debemos demostrar nuestra fe por nuestras obras, y el amor rara vez puede ser comprobado sin una manifestación tangible en acción. Decir que amas a alguien y sin embargo no tratar de ayudarle físicamente en cualquier forma que lo necesite —alimento, abrigo, albergue y demás— eso no es amor. Es cierto, la necesidad por amor verdadero es espiritual, pero éste debe ser manifestado físicamente en obras: «la fe que actúa por el amor»[2].
Creemos que la máxima manifestación de nuestro amor no es el mero compartir de nuestros bienes materiales y posesiones personales, sino el compartir de nuestra persona y servicios personales con los demás, lo cual constituye nuestra fe, y a su vez resulta en nuestras obras y el compartir de nuestras posesiones materiales. El propio Jesús no tenía nada material que compartir con Sus discípulos, únicamente Su amor y Su vida, la cual dio por ellos y por nosotros, para que nosotros también pudiéramos tener vida y amor por siempre.
Porque «nadie tiene amor mayor que éste de dar uno la vida por sus amigos»[3]. Consideramos, pues, que el compartir de nuestra persona, de nuestro amor y de nuestra vida con los demás, es el mayor compartir de todos y el objetivo final que perseguimos, como también nuestros medios actuales de alcanzar dicho objetivo[4].
Si bien el objetivo central de LFI señala la divulgación del Evangelio y la enseñanza y formación de otros en el discipulado como nuestra responsabilidad y misión principales, también creemos que el amor de Dios nos motivará a realizar acciones y obras caritativas que beneficiarán a otros. Este aspecto de la Gran Misión se expresa en nuestra Profesión de fe de la siguiente manera: «Jesús marcó la pauta para Sus seguidores al no limitarse a transmitir verdades espirituales, sino también acudir con compasión en auxilio de los pobres y desfavorecidos de Su época. Creemos que los cristianos, de igual manera, deberíamos hacer lo posible por consolar, asistir y atender a los necesitados».
En el mundo de hoy, muchas personas se muestran escépticas frente a la religión y a quienes se dicen dueños de la verdad. La gente se topa con toda clase de religiones: la de la Nueva Era y otras al estilo «autoayuda» como la cienciología, o el budismo y el hinduismo. Eso, sin mencionar a aquellas que tienen más en común con la fe cristiana: las religiones monoteístas como el judaísmo y el islam. Con la tecnología moderna, a las personas se las bombardea con toda una variedad de enfoques y explicaciones acerca del universo, el origen del hombre, el propósito de la existencia del hombre y la fe en un ser supremo. Para muchas personas que se han vuelto escépticas, el cristianismo es una religión más del montón, y por lo general quieren que uno los convenza con pruebas tangibles de que es una religión que marca una diferencia.
En algunos casos, lo que entusiasma a ciertas personas es el concepto de ayudar a otros, de mejorar la calidad de vida de otras personas, y de ayudar a los demás a alcanzar su potencial. Esos son, justamente, algunos de los conceptos subyacentes a las obras benéficas, y estas pueden ayudar a la gente a comprender de qué trata el cristianismo. Tal como lo explica un pasaje de Santiago: «La fe por sí misma, si no tiene obras, está muerta»[5].
A ciertas personas, lo que los atraerá hacia el Evangelio es la manifestación visible de nuestras obras. En algunas regiones del mundo, esa es una de las únicas maneras de transmitir nuestra fe. En países donde no se permite la testificación, las obras benéficas pueden contribuir a que las personas entiendan en qué consiste el cristianismo y a la larga lleguen a aceptar nuestra fe.
Hace poco leí un artículo acerca del crecimiento que había experimentado el movimiento de iglesias en el hogar en Cuba. Como Cuba no ha mostrado apertura al proselitismo, al parecer el método más personal de montar pequeñas iglesias en el hogar ha tenido unos resultados tremendos. Reproduzco un comentario acerca de la importancia de las buenas obras que realizan los cristianos en la comunidad, que servirá como buen ejemplo del papel que pueden llegar a tener dichas buenas obras para fomentar la receptividad y contribuir a que se propague el mensaje en campos cerrados al cristianismo:
En un puesto de control de carretera en el corazón de Cuba, un líder evangélico recibió una inesperada reacción positiva cuando el oficial que lo interrogaba descubrió que era pastor. El agente se deshizo en elogios al referirse a un grupo de pastores que recientemente habían canalizado ayuda humanitaria a la zona más afectada por los huracanes del otoño pasado.
Fue otro indicio de cómo ha cambiado la percepción que tiene el público de los cristianos. «Han sido testigos de la forma en que nos mantuvimos fieles a nuestra fe a lo largo de muchos años de dificultades», declaró un líder bautista. «Ahora nos ven como gente buena que contribuye a la sociedad»[6].
En términos generales, labores u obras benéficas son «propósitos caritativos concebidos para beneficiar, mejorar o elevar mental, moral o físicamente al ser humano. El alivio de la pobreza, las mejoras en el gobierno y el avance de la religión, la educación y la salud son algunos ejemplos de propósitos caritativos»[7]. Todo proyecto de corte humanitario o de ayuda a damnificados por lo general tiene que ver con las «actividades y recursos humanos y materiales para la provisión de bienes y servicios de carácter exclusivamente humanitario, indispensables para la supervivencia y la satisfacción de las necesidades esenciales de los damnificados de una catástrofe»[8].
En diversas partes del mundo, integrantes de LFI participan en toda clase de obras benéficas y humanitarias, como por ejemplo, iniciativas de socorro a damnificados, labores de voluntariado, capacitación para el desarrollo económico de sectores deprimidos de la sociedad, programas de educación y construcción de escuelas para los menos favorecidos, programas de desarrollo sustentables, cursos de familiarización con la informática para personas de muy bajos recursos, auxilio médico y asistencia para la salud, empowerment económico y cursos de micro finanzas (dirigidos a los menos privilegiados para enseñarles a montar pequeñas empresas y volverse económicamente autónomos), distribución de víveres y ayuda a gran escala, programas de reformas en cárceles, concientización, apoyo y prevención contra la farmacodependencia y el VIH.
Hay mucho interés por parte de gobiernos, fundaciones sin fines de lucro y patrocinadores del sector privado en financiar programas benéficos o humanitarios con objetivos a largo plazo y seguir cubriendo determinadas necesidades con la intención de obtener cambios y mejoras duraderas. Se parece al concepto que ilustra un antiguo proverbio chino, que dice: «Dale a un hombre un pescado y lo alimentarás por un día. Enséñale a ese hombre a pescar, y lo habrás alimentado para toda la vida». Si bien las iniciativas puntuales de auxilio a damnificados y los proyectos de corto plazo siguen siendo importantes y tienen su lugar, los programas de larga duración pueden ayudar a forjar obras duraderas y contribuir a que tengan presencia en un país.
Dedicarse a realizar labores benéficas supone una vocación que puede llegar a reportar muchas satisfacciones para quienes se sienten llamados a hacer ese tipo de obras y una oportunidad de conectarse con muchas personas, expandir el rango de su testificación y dar ejemplo viviente de su fe.
El objetivo final: dar a conocer el amor de Dios
Las obras benéficas deberían servir como muestra tangible del amor de Dios y del genuino interés que tienen ustedes en la gente de su país. Dichas obras deberían reflejar la sincera preocupación que sienten por ella y ser ejemplo vivo de su fe y sus valores, una manera de llegar a la gente que le permita identificarse y compenetrarse con ustedes y con lo que hacen.
Las obras benéficas son una forma de dar a la comunidad y de acortar brechas culturales. En última instancia, convertirse en una fuerza positiva puede ayudar a que los vean como personas que contribuyen con la comunidad y que agregan valor con los servicios que brindan a los necesitados. Las iniciativas benéficas o humanitarias constituyen una manera más de la que el Señor puede servirse para promover la misión y darles oportunidad de poner su fe en acción.
Si te dedicas a ayudar a los hambrientos y a saciar la necesidad del desvalido, entonces brillará tu luz en las tinieblas, y como el mediodía será tu noche[9].
Cuando des un banquete, invita a los pobres, a los inválidos, a los cojos y a los ciegos. Entonces serás dichoso, pues aunque ellos no tienen con qué recompensarte, serás recompensado en la resurrección de los justos[10].
El que es generoso será bendecido, pues comparte su comida con los pobres[11].
El que tiene misericordia de los pobres es bienaventurado[12].
Al Señor presta el que da al pobre, y el bien que ha hecho, se lo volverá a pagar[13].
Artículo publicado por primera vez en diciembre de 2010 y adaptado en junio de 2013. Leído por Andrés Nueva Vida. Música de Michael: Inspiration.
Traducción: Patricia Zapata N. y Antonia López.
[1] V. Lucas 10:25–37.
[2] Gálatas 5:6.
[3] Juan 15:13.
[4] Publicado por primera vez en octubre de 1977.
[5] Santiago 2:17, BDA.
[6] Jeremy Weber, «Cuba por Cristo: ¡ahora!» (“Cuba for Christ—Ahora!”) Christianity Today, 9 de julio de 2009.
[7] West’s Encyclopedia of American Law, segunda edición. Copyright 2008, The Gale Group, Inc. (Nota: la definición de fines caritativos sederiva de una antigua ley inglesa, el Estatuto de Usos Caritativos.)
[8] Comisión Jurídica de las Naciones Unidas, sexagésima sesión, Protección de personas en caso de desastres naturales (2008) – Glosario
[9] Isaías 58:10, NVI.
[10] Lucas 14:13–14, NVI.
[11] Proverbios 22:9, NVI.
[12] Proverbios 14:21.
[13] Proverbios 19:17.
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