Fuerza positiva: La sal de la tierra
Peter Amsterdam
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La Familia Internacional es ante todo un movimiento dedicado a la testificación y la conquista de almas desde hace 45 años. Hemos testificado a millones de personas, ganado millones de almas a Cristo y distribuido miles de millones de páginas basadas en las Escrituras y traducidas a muchos idiomas. Nos hemos esmerado por obedecer el cometido que nos ha dado el Señor de testificar con asiduidad. El hecho de no sobrepasar los 10.000 integrantes adultos no nos ha impedido sortear enormes desafíos, recorrer el orbe y predicar el Evangelio en más de 150 países.
Albergamos grandes esperanzas; y transmitir la esperanza que hay en nosotros es una de nuestras mayores alegrías y dones. Una de nuestras características es la manera en que levantamos el ánimo de quienes nos rodean con muestras de amor, alegría y confianza en la Palabra de Dios. El mundo se siente atraído a la esperanza que ve en nosotros con el mismo apremio de alguien que, tras deambular en tinieblas, encuentra la luz. Jesús comparó esa chispa especial de vida que nos distingue de los hijos del mundo con la sal. Él dijo: «Ustedes son la sal de la Tierra». María Fontaine[1]
María y yo estamos agradecidos de pertenecer a un movimiento que, a pesar de sus dificultades iniciales y de los errores y desaciertos cometidos a lo largo de los años, ha sido utilizado por el Señor para llevar el Evangelio a muchos.
Condimentados con sal
Somos cristianos, propiciamos el cambio en la vida de quienes nos rodean, y a la larga en la sociedad. Ello en ocasiones se traduce en hacer olas o nadar contra la corriente. El status quo no debería dictaminar sus acciones o las cosas que precian.
Hace casi una década, el Papa Juan Pablo II se dirigió a estudiantes universitarios sobre resistir la tentación de la mediocridad y el conformismo. Señaló: «Al seguir las enseñanzas de Cristo, el Rey crucificado, los creyentes descubren que reinar es sinónimo de servir, de buscar el bien ajeno. Aprenden el verdadero significado del amor: la entrega absoluta de uno mismo». Afirmó que al vivir conforme a ese espíritu, el cristiano se convierte en «la sal de la Tierra». Continuó diciendo: «Es un camino arduo; la mentalidad de muchos de sus contemporáneos se opone a él. Transitarlo significa luchar contra la corriente, el comportamiento y las maneras que imperan en la actualidad. […] El misterio de la cruz educa en un modo de ser y de obrar que no se ajusta al espíritu de este mundo»[2].
Los cristianos hemos sido llamados a realzar el sabor de la vida con el condimento de la fe. También debemos darnos cuenta de que no todo el mundo gusta de su sabor ni es favorable a ver el mundo salpicado de creencias y valores distintos a los suyos. La oposición, los ataques a nuestra fe y demás actitudes similares son parte de la vida cristiana.
Pablo escribió a los colosenses: «Andad sabiamente entre los no creyentes, aprovechando bien el tiempo. Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo conviene responder a cada uno»[3]. Ello parece ser un buen equilibrio de aprovechar bien el tiempo al testificar, en tanto que procuremos que nuestra conversación sea atrayente y cortés, sazonada con la sal de nuestra fe y ejemplo cristianos. Ello es lo que, según Pablo, nos permitirá tener la respuesta indicada para todo el mundo. El apóstol Pedro dijo: «Estad siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que demande razón de la esperanza que hay en vosotros»[4].
Se ha dicho que «Dios dispersó [a los primeros cristianos] por todo el mundo para esparcir la sal en toda la tierra e iluminar a la humanidad»[5]. Muchas personas aceptan la sal como un ingrediente necesario para realzar el sabor de la comida. Es razonable asumir que al comparar Jesús a Sus seguidores con sal y luz, esperaba que muchos los aceptaran y que su fe se convirtiera en un componente tan esencial para un gran número de personas como la sal o la luz. Es una misión muy importante y un enorme privilegio que Él nos concede: dejar huella en la vida de las personas y ser una fuerza positiva en su vida.
La sal en la Biblia
La sal tenía un papel muy importante en los sacrificios y ofrendas del Antiguo Testamento. Por lo mismo los seguidores de Jesús comprendieron fácilmente la metáfora. En tiempos bíblicos, la sal servía para varios propósitos:
- Condimentar: Al igual que hoy en día, la sal tenía un importante lugar en la cocina. Se le echa sal a los alimentos para realzar su sabor natural. Al comparar a Sus seguidores con la sal, Jesús indicó que parte de su labor era realzar el sabor, o condimentar, a la sociedad.
- Preservar: Desde épocas primitivas se emplea este mineral para preservar la carne y otros alimentos. La sal tiene la cualidad de prevenir la descomposición y degradación de las conservas naturales. De la misma manera, Jesús le enseñó a Sus apóstoles a indicarle a otros el camino a la vida, y enseñarles cómo prevenir la muerte y destrucción espirituales.
- Derretir hielo: La sal tiene la capacidad de descongelar y derretir el hielo. Al hacer la función de la sal en las relaciones humanas, Jesús le enseñó a Sus seguidores a derretir el hielo en el corazón de las personas, y ayudarles mediante actos de amabilidad a abrirse a las amistades, las relaciones, y a la verdad de Dios[6].
La sal es indispensable para la vida. Desde épocas inmemorables, numerosas culturas han empleado dicho mineral para condimentar, preservar y desinfectar alimentos, realizar ofrendas ceremoniales, e incluso como unidad de intercambio o monetaria. La Biblia hace numerosas referencias a la sal. En varios contextos, se emplea como metáfora de lo permanente, de lealtad, durabilidad, fidelidad, utilidad, valor y purificación[7].
Plinio, escritor y naturalista romano del primer siglo, y contemporáneo de Jesús, escribió en una de sus enciclopedias: «Nada hay más útil que el sol y la sal».
En tiempos antiguos, la sal era un artículo de enorme valor. Brindaba sabor y gusto a la comida, preservaba los alimentos y hacía que la gente anhelara más. Jesús quería que Sus discípulos le brindaran sabor y gusto a la vida mediante Sus enseñanzas; que preservaran la verdad que Él proclamaba al mundo; que animaran a las personas a anhelar más… Si nosotros seguimos el ejemplo de los primeros discípulos de Jesús, también seremos la luz del mundo. Ser la luz del mundo significa, para los cristianos, extender por todos lados la luz que proviene de lo Alto. Simboliza oponerse a la oscuridad del pecado y la maldad, que suele emanar de la ignorancia, el prejuicio y la avaricia. Si contemplamos asiduamente el rostro de Jesús, como si contempláramos un cuadro impresionista, veremos más luz y seremos transfigurados por Él. Nos convertiremos en una mejor imitación de Cristo. Los discípulos debemos, mediante nuestros actos, ser una influencia positiva en el mundo[8].
La sal da gusto a la comida al esparcirse sobre ella, y de igual manera los cristianos nos hemos extendido por diversos países para sazonar el mundo. Al vivir conforme a las pautas indicadas por Dios, los cristianos preservamos el mundo y disminuimos la decadencia moral de la sociedad[9].
Preservar el sabor de la sal
Jesús dijo: «Buena es la sal; pero si perdiere su sabor, ¿con qué volverá a ser salada?» Su respuesta: «Tened sal en vosotros»[10].
De cada uno de nosotros depende conservar las cualidades de la sal, de forma que continuemos sazonando el mundo con Su sabor. «El objetivo de mantener una relación dinámica, profunda y significativa con Jesús, de manifestar nuestro cristianismo y seguir Sus enseñanzas, y de vivir y trabajar en unidad con otros, siempre ha sido ser la sal de la tierra, parte de la luz del mundo, una ciudad asentada sobre un monte, que atrae la atención del mundo al Señor, a fin de que ellos también lo conozcan y aprendan a amarlo, y si están dispuestos, ayuden a otros a hacer lo mismo»[11].
De cada uno de nosotros depende ser una fuerza positiva, hacer nuestra parte para amar a Dios, mantenernos fieles a Su Palabra y compartir Su amor y verdad en todo momento y lugar. Mientras nos esforcemos por vivir conforme a nuestros valores cristianos, acataremos el cometido divino de ser el condimento de vida en este mundo: dar a otros el verdadero significado y sabor de la vida, preservar el bien y compartir nuestra fe, la única moneda de verdadero valor en el mundo.
Que el Señor bendiga su vida y afiance sus labores de testificación y de la misión, a fin de que sean la sal de la tierra y una luz que ilumine el camino de muchos. Ante nosotros se extiende el mundo, y contamos con innumerables formas de darle a conocer las buenas nuevas e influenciar para bien la vida de sus habitantes. Somos una fuerza positiva.
P.D.: En Áncora se han publicado otros cuatro artículos de Fuerza positiva. En total son nueve. Pueden encontrar toda la serie al hacer clic en la categoría Fuerza positiva.
Artículo publicado por primera vez en marzo de 2011 y adaptado en julio de 2013. Leído por Andrés Nueva Vida. Música de John: Meditation 11.
Traducción: Patricia Zapata N. y Antonia López.
[1] María Fontaine. Publicado por primera vez en marzo de 2002.
[2] Congreso UNIV 2002 en Roma, reportado por la agencia de noticias religiosas Zenit, 25 de marzo de 2002.
[3] Colosenses 4:5–6.
[4] 1 Pedro 3:15.
[5] David Berg. Publicado por primera vez en marzo de 1971.
[6] Linda Ann Nickerson, «Origen y significado de La sal de la Tierra».
[7] John L. McKenzie.
[8] Padre Tomás Rosica, CSB, agencia de noticias Zenit, 1 de febrero de 2011.
[9] Wiki Answers.com.
[10] Marcos 9:50 NVI.
[11] Mateo 5:13–14.
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