Fogosos testigos de Jesús
Recopilación
[On Fire for Jesus]
«No se apaguen. Manténganse llenos de energía y entusiasmo» (Romanos 12:11).
En otra versión de ese versículo dice que nunca nos falte celo. En frases negativas, hablar de celo puede referirse al interés extremado y activo que alguien siente por una causa o por una persona o a un activista político que es un fanático, un zelote.
Sin embargo, en la Biblia el celo es un tema común y una virtud, algo positivo. Los cristianos necesitamos celo. Necesitamos encargarnos de mantener el fuego en nuestro corazón. Necesitamos seguir enamorados de Jesús, no perder nuestro primer amor. Eso no siempre es fácil. A veces, la vida es dura y exigente. Puede ser lo mismo en la misión; a veces, peor.
En esas situaciones necesitamos asumir la responsabilidad de cuidar de nuestra alma y asegurarnos de que no nos cansamos ni nos frustramos. En realidad, tenemos dos opciones: mantener el fuego o apagarnos. La intención del Padre no es que debamos quemarnos, sino que brillemos con intensidad. Así pues, cuida con diligencia tu pasión por el Señor. John Wesley dijo: «Si somos fogosos, la gente vendrá de todas partes para vernos arder». Mark Stibbe1
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Esta mañana tuve que obligarme a levantarme de la cama. «Si el sol ni siquiera ha salido; ¿por qué tengo que salir yo?» Continué dándole vueltas a ese pensamiento mientras me vestía, tomaba la mochila y salía a la calle.
Me dirigía al gimnasio.
Terminé mi sesión de gimnasia y entonces oí a alguien cantar. Desconozco el ambiente que hay en otros gimnasios, pero por lo general en el mío nadie canta. Si acaso alguien lo hace, no es más que un simple tarareo o unos gruñidos entrecortados. Pero esta mañana alguien estaba cantando de verdad, con nitidez y confianza. Alcancé a oír la palabra Jesús. Seguidamente se puso a entonar una variante de Lámpara es a mis pies Tu Palabra.
En solo dos minutos, aquel hombre me había inspirado y a la vez avergonzado. Estaba dando un sencillo pero contundente testimonio de su fe, como si fuera una biblia viviente.
Al terminar la canción, me dirigió una sonrisa y me dijo:
—Que tengas un buen día.
Luego tomó su bolso y se fue. De más está decir que mi estado de ánimo dio un vuelco. Me afectó en todo sentido. Al volver a casa, se lo conté a mi esposa. Hablé de la experiencia con mis amigos. También con mi familia. Le conté la anécdota a todo el que me encontré, y ahora te la cuento a ti.
¿Qué me dejó esa vivencia?
En todo momento tenemos a nuestro lado a personas en quienes podemos influir para bien. En el gimnasio un desconocido cambió mi perspectiva y me bendijo por su deseo de honrar a Dios. De la misma manera, todos nos encontramos e interactuamos cada día con muchas personas en las que influimos. Si exteriorizamos nuestra alegría en este agobiado mundo transformaremos vidas.
Que siempre nos esforcemos por dar buen ejemplo: los demás tal vez no nos concedan una segunda oportunidad de convencerlos de que nuestra fe es verdadera.
Se deben considerar todos los efectos posteriores. Una canción, una palabra amable, una sonrisa, una buena obra, una nota, un mensaje, un consejo, una palmadita en la espalda, un abrazo y muchas cosas más pueden tener un efecto constructivo que es muy superior al esfuerzo que requiere hacerlas. Producen dividendos eternos que ni siquiera pueden medirse en términos terrenales.
Emulemos a Jesús y hagamos lo posible por darlo a conocer en todas nuestras acciones… inclusive a primera hora de la mañana. Chris Mizrany
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«Haz todo el bien que puedas, por todos los medios que puedas, a todas las personas que puedas, en todos los lugares que puedas, tantas veces como puedas, con todo el fervor que puedas, todo el tiempo que puedas». Frase atribuida a John Wesley (1703–1791)
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El sentido de tu vida es que señales hacia Él. Sea lo que sea que hagas, Dios quiere ser glorificado, porque todo esto le pertenece. Francis Chan
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«El cristianismo no es la fe de los complacientes, los cómodos o los tímidos. Exige y crea almas heroicas como Wesley, Wilberforce, Bonhoeffer, Juan Pablo II y Billy Graham. Cada uno de ellos mostró, a su manera, la influencia incesante y poderosa del mensaje de Jesucristo». Mitt Romney
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Recuerdo que cuando mis hijos eran pequeños les cantaba «Esta pequeña luz». Al buscar la canción en Google, se encuentran varias versiones, pero la letra que yo les cantaba a mis hijos tenía estas tres frases principales:
«Esta pequeña luz, ¡voy a dejarla brillar!
¿Vamos a esconderla? ¡No! ¡Voy a dejarla brillar!
¡Brillará, brillará sin cesar!»
El punto central de la canción es que, al ser hijos de Dios, debemos dejar que brille intensamente la luz de Jesús para que todos la vean. Jesús dijo a la multitud que lo rodeaba: «Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad situada sobre un monte no se puede ocultar» (Mateo 5:14). «Ustedes», en el versículo, hace referencia a la iglesia, el cuerpo de creyentes en Jesús, que brilla como una ciudad en un monte, que tiene la responsabilidad de iluminar el mundo con el mensaje transformador del amor de Cristo.
En la antigüedad, los que recorrían caminos largos y oscuros no tenían acceso a linternas como nosotros actualmente. En vez de eso, llevaban fuego o lámparas de aceite. Al llegar a zonas habitadas, el fuego de las linternas de la ciudad iluminaba la noche, atrayendo a los que viajaban en la oscuridad. Eso ocurría sobre todo en las ciudades asentadas sobre montes, pues eran más visibles desde la distancia. Brillaban por encima de los árboles, las rocas y otras obstrucciones. Al hablar Jesús desde la cima de un monte cerca de Capernaúm (Mateo 5:1), dijo a los que lo escuchaban —y también a los futuros creyentes como nosotros— que irradiaran la belleza del amor de Dios, de modo que los perdidos pudieran verlo a Él, a pesar de que pasaran por un valle oscuro.
Jesús da otras instrucciones: no esconder nuestra lámpara (la esperanza de salvación) debajo de un cesto, sino que la coloquemos en un soporte para que todos la vean (Mateo 5:15,16). El teólogo Charles Spurgeon observa: «El objetivo de que brillemos no es que los hombres vean lo buenos que somos, ni siquiera que nos vean, sino que vean en nosotros a Dios y Su gracia».
El mismo Jesús es la suprema Luz del mundo, y como Sus seguidores, brillamos para Él. Ese brillo puede parecer un poco pasivo. Sin embargo, en las Escrituras el apóstol Pablo instó a los cristianos a activamente ponerse «la armadura de la luz» (Romanos 13:12). «Revístanse con toda la armadura de Dios» (Efesios 6:11), en el contexto de una batalla contra la oscuridad espiritual.
Así pues, ¿cómo podemos los creyentes de la actualidad combatir activamente por la luz e iluminar el mundo con el mensaje transformador del amor de Cristo? Este es un punto de partida: Todo creyente tiene un relato de redención, una historia en la que Dios nos rescata de un sendero de oscuridad y pecado. En vez de ocultar nuestra historia o siempre esperar que los no creyentes tomen la iniciativa para empezar una conversación espiritual, tenemos el deber y contamos con el poder del Espíritu Santo de Dios para contar nuestras historias de redención a quienes nos rodean. Y cuando nos unimos a un cuerpo de creyentes de una iglesia y dejamos que nuestra vida brille […] nuestra luz se une a la de otros, y nos convertimos en un faro que guía a los perdidos a fin de que encuentren a Cristo.
Oración. Padre celestial: te damos gracias por darnos a Jesús, la máxima luz del mundo. Gracias por el regalo de salvación que se encuentra en Él. Dame un corazón que desea dejar que brille mi historia, la de Tu amor transformador, de modo que los perdidos puedan encontrarte. A medida que otros vean que obras en mi vida, que vean el fulgor de Tu gloria y amor por ellos. En el nombre de Jesús, amén. Mary Boswell2
Publicado en Áncora en noviembre de 2025.
1 Mark Stibbe, God’s Word for Every Need (Destiny Image, 2016).
2 Mary Boswell, A Light to the World, https://app.first5.org/book/Light%20of%20the%20World/light_of_the_world_7
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