Esperanza ante las desilusiones
Peter Amsterdam
En una de las épocas más desalentadoras y difíciles del antiguo Israel, Dios les dijo: «Los planes que tengo para ustedes afirma el Señor, [son] planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza»[1].
La nación de Israel, a la que Dios había entregado la Tierra Prometida, y a la que Dios le dijo que era Su pueblo y donde estableció Su templo en el que habitaba y donde sus habitantes podían rendirle culto, fue derrotada por el reino de Babilonia. La nación de Israel fue despojada de esa tierra, el templo fue destruido, y la mayoría de sus habitantes fueron obligados a establecerse en Babilonia. Parecía que las promesas de Dios les habían sido quitadas debido a sus pecados. Ya no poseían la Tierra Prometida. Se quedaron sin templo; y no sabían cómo adorar ni cómo hallar perdón por sus pecados sin el templo. Tenían una lucha interna, preguntándose si Dios aún los amaba. ¿Seguían siendo Su pueblo? Sus sueños, su fe y su esperanza quedaron completamente destruidos.
Durante esa derrota y desilusión, el profeta Jeremías les escribió una carta y la envió a Babilonia; les comunicó lo que Dios tenía que decirles en esos momentos cuando su fe estaba en crisis. Les dijo que siguieran adelante con su vida, que construyeran casas, plantaran jardines, se casaran, tuvieran hijos y que en el momento que Dios juzgara conveniente, los libraría de aquella situación, que Él traería un cambio que constituiría una mejora. No les prometió que sucedería ese día, pero sí les prometió que ocurriría. «Yo sé los planes que tengo para ustedes —dice el Señor—. Son planes para lo bueno y no para lo malo, para darles un futuro y una esperanza. En esos días, cuando oren, los escucharé. Si me buscan de todo corazón, podrán encontrarme»[2].
Los sueños y esperanzas destruidos no son destinos finales. Dios dice que tiene planes para ti, planes para lo bueno y no para lo malo. Una versión de la Biblia traduce así ese versículo: «Yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice el Señor, pensamientos de paz y no de mal, para daros el fin que esperáis»[3].
Dios no nos abandona en nuestra época de desencanto. En cambio, está presente. Tiene buenos pensamientos de nosotros. Tiene planes para nuestro futuro. Quiere que continuemos con nuestra vida y no nos rindamos, que tengamos esperanza para el futuro, incluso si hoy la situación parece terrible. La clave es acudir al Señor, saber que Él nos ama y cuida de nosotros, que nos llevará hacia el futuro. No se supone que dejemos de vivir, que renunciemos a la esperanza, sino que más bien sigamos adelante con fe y confianza. Dios sanará. La situación cambiará. La vida seguirá y hay esperanza para el futuro.
Conviene recordar que hay veces en que algo parece como una gran derrota, una pérdida terrible y permanente, lo que te hace pensar que no puedes recuperarte, pero a menudo hay algo más en la situación de lo que salta a la vista. A veces Dios obra de manera muy misteriosa, de forma que no podemos comprender.
Mucho depende de cómo reaccionamos ante las desilusiones. ¿Nos ponemos a la altura de las circunstancias y luchamos? ¿Confiamos a fin de ver lo bueno y las bendiciones de un Dios que nos ama? ¿O nos quedamos sintiendo lástima de nosotros mismos y nos quejamos? En Una vida con propósito, Rick Warren habló de que en épocas de tribulación, deberíamos orar menos pidiendo consuelo; ya saben, oraciones que dicen: «Señor, ayúdame a sentirme bien», y que deberíamos tener más oraciones que pidan: «ayúdame a amoldarme». En otras palabras: «Jesús, te pido que aproveches esto para que sea más como Tú».
Billy Graham dijo: «En la vida cristiana no todo es un éxtasis constante. Tengo momentos de gran desaliento. Debo acudir a Dios con oración y lágrimas y pedirle: “Dios, perdóname” o “Dios, ayúdame”».
Además, no olvidemos que Dios puede haber planeado algunas sorpresas. Tal vez obre entre bastidores de forma que no veamos ni entendamos. Así pues, sencillamente debemos confiar en el Señor, reconocer que Él sabe lo que hace, aunque nosotros no lo sepamos.
No siempre vemos todo lo que Dios ve. Es muy posible que lo que pasa es que Él responde nuestras oraciones de maneras que aún no comprendemos. No pierdas la fe. Dios no fallará; cumplirá Su palabra. Su plan tal vez sea distinto de lo que esperábamos, pero Él lo hace todo bien[4]. Tal vez no veas la respuesta por un tiempo, pero de todas maneras no debemos perder la fe ni la confianza en Dios, ni darnos por vencidos. Los planes de Dios para quienes lo aman y lo siguen son para bien y no para mal.
Recuerda:
Dios te ama.
Está de tu parte. Quiere lo mejor para ti.
Te consolará y te acercará a Él.
Trabaja para ti; pase lo que pase confía en Él, en los buenos y malos tiempos.
Nadie es más poderoso que Dios; y nadie te ama más que Dios.
Puedes fallar, puedo fallar, el mundo entero puede fallar; sin embargo, Dios nunca falla.
Jesús dijo: «La paz les dejo, Mi paz les doy; no se la doy a ustedes como el mundo la da. No se turbe su corazón ni tenga miedo». Ni siquiera ante las desilusiones[5].
(Ora:) Señor, en la vida todos sufrimos decepciones; y a menudo más de una vez. Puede quedar una sensación de una gran derrota, muy difícil y desalentadora. Puede conducirnos a la desesperación y falta de perspectiva. Sin embargo, Señor, cuando enfrentemos ese desencanto, cuando veamos que nuestra vida no sigue la senda que habíamos planeado, o que surja algo que haya modificado todo y que cambie nuestro futuro, ayúdanos a no perder la esperanza, ayúdanos a no estar desilusionados, sino a mirar hacia Ti, saber que estás ahí, que nos amas, que te interesas por nosotros, que quieres lo mejor para nosotros.
Es posible que no entendamos y tal vez estemos enojados y decepcionados y nos sintamos muy mal y hasta que te pongamos en duda a Ti, Jesús, pero ayúdanos a confiar, a saber que siempre estás presente. Estás presente en nuestros momentos de mayor oscuridad, no solo cuando todo va bien, sino también cuando la situación es muy difícil. Ayúdanos a poner nuestra confianza en Ti, Jesús. Ayúdanos a poner nuestro amor y nuestro corazón en Tus manos, y que sepamos que nos sacarás adelante, que nos llevarás a través de todo eso, que nos sacarás de ese tiempo de oscuridad, que el valle de sombra de muerte tiene una entrada, pero tiene también una salida; no es para siempre. Y si podemos aferrarnos a Ti, es muy posible que veamos que surge algo bello de lo que hoy pensamos que es tan feo y terrible.
Danos fe para confiar en Ti, Jesús. Te amamos. Te necesitamos. Oramos con fervor por quienes enfrenten ahora mismo dificultades. Te pedimos que les hables al corazón, que hagas que te miren a Ti, y que se den cuenta de que estás con ellos, que los sostienes en Tus brazos, que te interesas por ellos, que tus pensamientos hacia ellos y Tus planes para ellos son para bien y no para mal, que los bendecirás y que los sacarás adelante. Lo pido en el nombre de Jesús. Amén. Gracias, Señor.
Artículo publicado por primera vez en junio de 2013. Pasajes seleccionados y publicados de nuevo en octubre de 2016.
[1] Jeremías 29:11 (NVI).
[2] Jeremías 29:11-13 (NTV).
[3] Jeremías 29:11 (RV 1995).
[4] V. Marcos 7:37.
[5] Juan 14:27 (NBLH).
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