Enfrentar un futuro incierto con esperanza
Mila Nataliya Govorukha
Estoy de viaje para ver a mi hermana, que, como yo, es una refugiada ucraniana. El viaje es de cientos de kilómetros, y voy a tener que tomar una buena cantidad de autobuses y trenes.
Después de unas horas deambulando por un pequeño pueblo, me senté en los escalones de piedra del ayuntamiento local, que todavía están calientes por el sol, que se está poniendo con gracia. Al igual que muchas otras pequeñas plazas en las ciudades de Europa Occidental, en esta época de la temporada turística, el lugar está lleno, pero tranquilo y silencioso. Aquí dicen tranquille (tranquilo). La casa de la ópera, decorada con enormes anuncios para una próxima temporada, está a la izquierda. Al otro lado hay un acogedor hotel, que probablemente pasó de una generación a otra muchas veces, con brillantes ramos de flores rojas que cuelgan de cada balcón.
Las personas andan en bicicleta, caminan, están de pie o sentadas. Se ven vestidos y sombreros elegantes, chanclas de cuero, pantalones cortos y mochilas. Hay un montón de delicias gastronómicas con las mesas llenas de gente comiendo alimentos y postres, bebiendo jugos frescos, cócteles de lujo o vino, hablando y riendo tranquilamente, relajados y contentos.
Estoy aquí casi por casualidad, con unas horas entre viajes en autobús, camino a visitar a mi hermana. Hace muchos meses que no la veo. Antes de que estallara la guerra en Ucrania, vivíamos en la misma ciudad. Ahora vivimos en diferentes países.
Con solo unos minutos de inactividad, mi mente se inunda de inmediato con un torrente de pensamientos.
Esta gente parece ser exitosa. En cierto sentido, han «logrado» algo. ¿Cuál es el porcentaje de personas en el mundo que pueden pagar una comida en un buen restaurante en el centro de una ciudad turística durante la temporada alta? Aunque no estemos hablando de la pobreza extrema que está azotando algunas partes del mundo.
Pero esa gente bien vestida y sonriente, ¿está realmente feliz? ¿Está realmente satisfecha? ¿Se puede realmente tener éxito, según lo que eso significa hoy en día, y al mismo tiempo estar contento?
¿Qué es la felicidad? ¿Qué es el éxito? ¿Son reales? Tal vez son solo etiquetas bonitas. ¿Cómo hace uno para saber si alguien está en el camino hacia el éxito? ¿Se obtiene gracias a una educación de prestigio, al número de amigos y seguidores en las redes sociales, al tamaño de su propiedad o un negocio altamente calificado, al número de nietos, a la cantidad de obras publicadas? ¿Y quién lo decide?
¿Y si tuvieras algo de eso y luego lo perdieras todo y tuvieras que huir de tu país? Tu trabajo está perdido. Tu educación no será reconocida. La familia y los amigos están repartidos por toda Europa, y no hay certeza de que alguna vez podrás volver a la ciudad donde naciste y tuviste un hogar y una vida.
Observando el entorno y regresando en la historia, se hace obvio que, desafortunadamente, muchos han tenido que pasar por circunstancias similares. Incluso hace miles de años, el Antiguo Testamento insiste en ayudar a los migrantes y refugiados.
No me gusta perder el tiempo. He conocido a muchas personas en mi nuevo país de residencia y he hecho nuevos amigos. He hecho todos los trámites legales posibles y, gracias a la seguridad social de la UE, visité a algunos médicos y me sometí a algunas revisiones de rutina. Estoy investigando, visitando eventos culturales, y buscando un trabajo adecuado. Estoy aprendiendo un nuevo idioma, y obtuve un resultado positivo en mi primera prueba. En un par de semanas, comenzaré el próximo curso de lengua y cultura.
Ahora estoy de vuelta en el autobús y pronto abrazaré a mi hermana. Lloraremos por lo que hemos perdido, luego oraremos por fe, fuerza y sabiduría. Bromearemos sobre nuestras vergonzosas experiencias de aprendizaje de idiomas, discutiremos los obstáculos y compartiremos los conocimientos adquiridos en nuestra nueva e incómoda realidad. Y luego soñaremos con un futuro exitoso y haremos planes maravillosos, aunque a veces poco realistas, para el futuro cercano.
A pesar de todas las adversidades, con esperanza y la ayuda de Dios lo estamos logrando.
* * *
Los sueños y esperanzas destruidos no son destinos finales. Dios dice que tiene planes para ti, planes para lo bueno y no para lo malo. «Porque Yo sé los planes que tengo para ustedes —dice el Señor—. Son planes para lo bueno y no para lo malo, para darles un futuro y una esperanza.» (Jeremías 29:11; NTV). Dios no nos abandona en nuestra época de desencanto. En cambio, está presente. Tiene buenos pensamientos de nosotros. Tiene planes para nuestro futuro. Quiere que continuemos con nuestra vida y no nos rindamos, que tengamos esperanza para el futuro, incluso si hoy la situación parece terrible. La clave es acudir al Señor, saber que Él nos ama y cuida de nosotros, que nos llevará hacia el futuro. No se supone que dejemos de vivir, que renunciemos a la esperanza, sino que más bien sigamos adelante con fe y confianza. Dios sanará. La situación cambiará. La vida seguirá y hay esperanza para el futuro. Peter Amsterdam
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