Encontrar la alegría en Navidad
Recopilación
A todo el mundo le encanta recibir regalos. También produce mucha felicidad dar regalos. Cuando se trata de la Navidad, en los Estados Unidos abundan las tradiciones. Si bien cada familia guarda la suya, todos comparten el intercambio de regalos. Sabiendo eso, la mayoría de las tiendas se prepara meses antes de la fecha. Los pasillos se atiborran de posibles regalos y de fotografías de personas que abren obsequios entre sonrisas. Las tiendas y los centros comerciales se esmeran por planear descuentos, días de rebajas y alicientes por la suma de artículos adquiridos. El objetivo de cada tienda es hacerse con el dinero destinado a las festividades. Todo el mundo —desde los vendedores de automóviles hasta las tiendas de baratijas— asegura tener los mejores presentes para tus seres queridos en Navidad.
Yo no me crié en los EE.UU. ni en países donde la Navidad es sinónimo de algarabía y abundancia de bienes. Por lo tanto, no es de extrañar mi emoción la primera Navidad que tuve oportunidad de tirar la casa por la ventana. Pasé días enteros de compras en el centro comercial, horas buscando los mejores descuentos en línea y semanas empacando y atando los presentes con lacitos.
Pero cuanto más se acercaba la fecha señalada, más deseaba que concluyera. Nunca había sentido tantas ganas de dar por terminada la Navidad. Cada una de mis navidades anteriores la había pasado haciendo presentaciones con fines benéficos en orfanatos, hospitales, colegios, cárceles, y también en otras presentaciones en centros comerciales y fiestas navideñas. Y disfrutaba cada momento. Y aunque terminábamos agotados el día de Navidad, nunca asocié la temporada navideña con desgana o malestar.
Ahora que me encontré participando de una celebración tradicional de la Navidad, en vez de alegría, solo me llenó de estrés. Las festividades eran apoteósicas, pero no encontraba regocijo en ellas. Sentía que me perdía la Navidad. Sin embargo, rehusé darme por vencida. Fue la Nochebuena más frenética que he vivido. Se intercambiaron cientos de regalos y recogimos muchas bolsas de basura llenas de papel de regalo. Concluida la festividad, caí exhausta. Era como si me hubiera perdido el final de una buena película y solo hubiera visto la lista de créditos. ¿Dónde estaba la Navidad?
¿Qué pasó con los regalos que escogí con tanto esmero? En el curso de las semanas siguientes, encontré varios de ellos en el fondo de un cajón o llenos de polvo en un estante. También descubrí que algunos de los que yo había recibido carecían de utilidad. Habíamos gastado miles de dólares en regalos, pero al cabo de unas semanas parecían no haber beneficiado a nadie.
Antes de que el lector me considere El Grinch, deseo aclarar que no me opongo al intercambio de obsequios. Es solo que detesto ver la Navidad eclipsada por un frenesí de compras y estrés. La decepción que viví esa Navidad me enseñó que el verdadero espíritu de la Navidad, el gozo que le da sentido a esas fechas, es algo que se debe buscar. No es solo producto de los regalos, las decoraciones y los villancicos.
Para encontrar el verdadero sentido de la Navidad, un buen lugar para empezar es separar la Navidad del intercambio de regalos. El verdadero motivo de la Navidad es el nacimiento de Jesús. Algunas maneras en que planeo dar a conocer el verdadero espíritu navideño este año es al enviar donativos a obras misioneras que alegran la Navidad de niños y familias necesitadas; al practicar actos de amabilidad en mi comunidad; al evitar el centro comercial; al mantener la sencillez de la Navidad con menos complicaciones y más significado; y al pasar el mayor tiempo posible con mi familia y amigos.
¿Cuál es el regalo que le daré a Jesús? Mi gratitud.
Se avecina otro fin de año. Los animo a tomarse el tiempo —antes de empezar el frenesí de las festividades— de considerar cómo le darán sentido a esta hermosa temporada, y cómo «encontrarán la Navidad» este año. Mara Hodler
Argumentos en favor de la alegría
Creo que de verdad es posible tener una Navidad triste. Podemos dejarnos llevar tanto por el alboroto de la entrega de regalos que nos convencemos de que si no encontramos un regalo en particular, entonces no somos un buen esposo, o esposa, o padre, o madre, o amigo… y así sucesivamente. Por otra parte, es posible que ahora mismo tengas dificultades y que la Navidad sea una época difícil para ti. Tal vez deseas que ya termine la temporada navideña.
Necesitamos volver a la idea original en que la Navidad es alegría. Es alegría porque nació un Salvador. Cuando el ángel Gabriel apareció a María para anunciar que iba a ser la madre del Mesías, le dijo: «¡Gozo hallas, amada! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres»[1].
Y María hizo exactamente eso, se alegró mucho. En lo que conocemos como el magníficat María dice: «Todo mi ser ensalza al Señor. Mi corazón está lleno de alegría a causa de Dios, mi Salvador»[2].
En el capítulo 2 (RVA-2015), Lucas nos cuenta que el ángel dijo a los pastores: «No teman, porque he aquí les doy buenas noticias de gran gozo», no solo alegría, sino un gran gozo. […]
En la época de Jesús había muchas cosas a las que la gente temía. Los judíos vivían bajo el reinado de Herodes, un tirano que podría ejecutar a su capricho, en una tierra que estaba ocupada por los romanos. Tenían miedo de su futuro. Se preguntaban si algún día volverían a ser libres, si vendría el Mesías. […]
Este fue el mensaje del ángel a los pastores: «No tengan miedo. El Mesías ha llegado. Esta es la buena noticia que necesitan saber, a fin de que puedan tener un gran gozo». […]
Tenemos un Salvador que nos ha perdonado. Tenemos un Mesías que cumple Sus promesas. Por último, tenemos un Señor, no solo un compañero, ni solo un amigo. Tenemos un Señor, lo que significa que tenemos a alguien que nos dirige por el camino en que debemos andar en la vida. Tenemos a alguien que nos protegerá mientras vamos por ese camino, y alguien que nos dará la bienvenida en el Cielo al término de esta vida.
Tenemos un Salvador. Tenemos un Cristo. Tenemos un Señor. Y eso es todo lo que necesitamos para tener una Navidad feliz. Greg Laurie[3]
La perfección en la imperfección
Una vez, busqué en Google «Navidad imperfecta» mientras escribía un artículo acerca de la Navidad y descubrí que no soy la única en la búsqueda de aprender a aceptar la Navidad con todas sus imperfecciones. Muchas personas de todas las edades y entornos hicieron el mismo descubrimiento de aprender a contentarse con su Navidad aunque no fuera de película.
Les paso algunos de los comentarios que más me gustaron de diversos blogs:
Un abogado llamado George dijo: «No toda Navidad será perfecta. Cada año y tal vez cada semana tendrá sus retos y desilusiones. Pero debemos recordar que estamos aquí para ayudarnos unos a otros a capear los momentos difíciles y a encontrar un camino a tiempos mejores. De eso se trata ser un buen amigo. Nuestra vida y navidades no tienen por qué ser perfectas. Solo tenemos que estar dispuestos a compartir nuestras pruebas y alegrías con los demás».
El profesor Gordon Flett de la Universidad de York en Canadá hizo una interesante observación: «La Navidad refleja grandes expectativas culturales de que todo debe verse (y ser) perfecto. Tenemos una sociedad basada en el consumo que dice que si tienes la apariencia y los logros ideales, a ello le seguirá una vida ideal. Las personas dedican tanto esfuerzo a alcanzar ese ideal que cuando llega la Navidad están estresadas».
Los medios nos bombardean con imágines de las cosas que supuestamente necesitamos para tener una vida mejor, y eso nos puede dejar con la sensación de que algo nos falta cuando, por ejemplo, nuestra vida no se ve tan a la moda o cómoda como se plasma en los anuncios o en las películas.
Una bloguera llamada Sarah, escribió: «A veces es fácil verse atraídos por una Navidad soñada, por el mito de tener una Navidad de onda moderna, gourmet y de gran diseño. La idea detrás de ello parece ser que, si la decoramos de manera hermosa, será hermosa y de alguna manera lo que nos rodea será el mejor indicador para nuestra paz y gozo interior, nuestra mejor defensa en contra de la realidad de nuestras propias imperfecciones en Navidad. Este año… estoy celebrando mi Navidad imperfecta. Puede que nadie la quiera etiquetar o auspiciar, pero me encontraré entre las pocas personas que se siente orgullosa de ello. En estos momentos me encuentro sentada aquí ante el brillo de miles de coloridas lucecitas y me encantan mi Navidad imperfecta y mi familia imperfecta. Todo se ve, por algún motivo, misteriosamente tranquilo y reluciente».
Los dejo para que reflexionen en un último y hermoso pensamiento de otro bloguero: «La Navidad no se trata de perfección. Es celebrar a Aquel que nos salvó de nuestra necesidad imposible de ser perfectos». Nina Kole
Publicado en Áncora en diciembre de 2019.
[1] Lucas 1:28 (JBS).
[2] Lucas 1:46-47 (BLPH).
[3] https://www.oneplace.com/ministries/a-new-beginning/read/articles/a-case-for-joy-9390.html.
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