Emanuel: Dios con nosotros
Peter Amsterdam
[Immanuel: God with Us]
En Navidad se celebra uno de los sucesos más importantes de la historia de la humanidad: el momento en que Dios entró físicamente en nuestro mundo en la persona de Su Hijo, Jesús. Al narrar la llegada de Dios al mundo, el evangelio de Mateo dice que los sucesos que condujeron al nacimiento de Jesús fueron «para que se cumpliera el mensaje del Señor a través de Su profeta: “¡Miren! ¡La virgen concebirá un niño! Dará a luz un hijo, y lo llamarán Emanuel, que significa ‘Dios está con nosotros’”» (Mateo 1:22,23).
En el Antiguo Testamento se habla de la presencia de Dios entre Su pueblo. Se hace patente en el relato del huerto del Edén, donde Dios conversó con Adán al fresco del día (Génesis 3:8); en la columna de nube y la de fuego que guiaron a Moisés y a los hijos de Israel desde Egipto hasta la Tierra Prometida (Éxodo 13:21,22), y en el arca del pacto y el lugar santísimo (Éxodo 25:22). Dios también le aseguró a Su pueblo que estaría con ellos cuando fueran a la batalla (Deuteronomio 31:6; Josué 1:9), y cuando tuvieran temor o enfrentaran épocas de grandes pruebas y dificultades (Isaías 41:10, 43:2).
Más adelante, en el Nuevo Testamento, la presencia de Dios cobró un significado totalmente nuevo con la encarnación, con la adopción por parte de Dios de un cuerpo físico cuando Jesús nació. La concepción de Jesús fue distinta de cualquier otra que haya habido antes o después en la Historia. Su madre, María, era una virgen prometida —pero no casada todavía— con José, un carpintero judío, cuando recibió la visita de un ángel que le anunció:
«Concebirás en tu seno y darás a luz un Hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Este será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de Su padre David; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y Su reino no tendrá fin» (Lucas 1:31–33).
Cuando María puso en duda que eso pudiera suceder por el hecho de que era virgen, el ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo Niño que nacerá será llamado Hijo de Dios» (Lucas 1:35). Nueve meses después nació esa persona única que era a la vez Dios y hombre: Emanuel, «Dios con nosotros».
La presencia de Dios entre nosotros se evidenció en hechos de Jesús que reflejaba atributos divinos, tales como:
- Su compasión al sanar a los que padecían lepra, ceguera, epilepsia, fiebre, sordera, entre otras enfermedades. «Cuando Jesús salió, vio la gran multitud y tuvo compasión de ellos, y sanó a los que entre ellos estaban enfermos» (Mateo 14:14). Jesús «iba por toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo» (Mateo 4:23).
- Su cuidado y provisión para toda la humanidad y preocupación por los pobres y hambrientos: cuando alimentó a multitudes de cinco mil y cuatro mil personas. «Al ver las multitudes, Jesús tuvo compasión de ellas porque estaban desamparadas y dispersas, como ovejas que no tienen pastor» (Mateo 9:36). «Entonces Jesús, llamando junto a Él a Sus discípulos, les dijo: “Tengo compasión de la multitud, porque ya hace tres días que están aquí y no tienen qué comer; y no quiero despedirlos sin comer, no sea que desfallezcan en el camino”» (Mateo 15:32–39).
- Su poder sobre la muerte al resucitar al único hijo de una viuda (Lucas 7:11–16), a una niña de doce años (Marcos 5:22,23, 35–43), y a Su amigo Lázaro (Juan 11:1–44). «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en Mí, aunque muera, vivirá, y todo el que vive y cree en Mí, no morirá jamás» (Juan 11:25–26).
- Su misericordia al conceder el perdón de los pecados. «“Por lo cual te digo que sus pecados, que son muchos, han sido perdonados, porque amó mucho; pero a quien poco se le perdona, poco ama”. Entonces Jesús le dijo a la mujer: “Tus pecados han sido perdonados”» (Lucas 7:44–50).
- Su amor manifestado al estar dispuesto a sufrir y morir en una cruz por nuestra redención, para que pudiéramos establecer una relación eterna con Dios (Efesios 2:13–19). «Porque al Padre le agradó que en Él habitara toda plenitud, y por medio de Él reconciliar consigo todas las cosas, tanto las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de Su cruz» (Colosenses 1:19,20).
Por medio de Sus actos Jesús nos enseñó la naturaleza de Dios. Y por medio de Sus enseñanzas, nos dio a conocer el carácter de Dios. Es algo que se aprecia en particular en las parábolas, que describen varios aspectos de la naturaleza divina, como: Un padre amoroso y perdonador en el relato del hijo pródigo (Lucas 15:11–32). Vemos el ejemplo del que ama y cuida a los necesitados, sean quienes sean, en la parábola del buen samaritano (Lucas 10:25–37).
Jesús, «Dios con nosotros», nos reveló hasta qué extremos es capaz de llegar Dios a fin de reconciliar consigo a la humanidad: Dios ordenó que Él mismo —en la persona de Dios Hijo— sufriera el castigo de los pecados de la humanidad, de modo que pudiéramos vivir con Él eternamente. Se observa una continuación del «Dios con nosotros» en el hecho de que, después de Su muerte y resurrección, Jesús enviara al Espíritu Santo para que habitara en los creyentes (Juan 14:16,17). «Porque ustedes son hijos, Dios ha enviado el Espíritu de Su Hijo a nuestros corazones, clamando: “¡Abba! ¡Padre!”» (Gálatas 4:6).
La Navidad es la celebración del «Dios con nosotros», del nacimiento de la encarnación del Hijo de Dios, que vivió y murió a fin de hacer posible que estableciéramos una relación con Dios y que el Espíritu de Dios habitara en nuestro interior. ¡Qué buena razón para celebrar con alegría!
En Navidad y cada día del año, todos nosotros somos en cierto sentido una extensión del «Dios con nosotros» en nuestra comunidad: para nuestros amigos y vecinos, nuestros colegas y colaboradores, los que nos atienden en los locales comerciales y restaurantes, y los desconocidos a quienes el Señor pone en nuestro camino. El amor que mostramos al relacionarnos con el prójimo, nuestras palabras, nuestras acciones, la amabilidad y generosidad que manifestamos, la ayuda que ofrecemos, reflejan que el Espíritu de Dios habita en nuestro interior.
A medida que influimos en la vida de otras personas por medio del amor de Dios, eso nos da una oportunidad de llevar las buenas nuevas y explicar que Dios está con nosotros y puede estar también con ellas. Y al hacerlo, cada uno de nosotros hacemos nuestra parte para comunicar el propósito fundamental de la Navidad. Esta época del año es excelente para difundir el evangelio, para dar a conocer que «de tal manera amó Dios al mundo, que dio a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, sino que tenga vida eterna» (Juan 3:16).
Todos tenemos la misión de esforzarnos al máximo a fin de comunicar a los que necesitan a Dios la noticia de que Él está con nosotros. Que tu Navidad sea bendecida hoy y siempre, a medida que celebramos Su presencia y llevamos a otros las buenas nuevas del evangelio.
Publicado por primera vez en diciembre de 2015. Adaptado y publicado de nuevo en diciembre de 2025.
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