El toque sanador divino
María Fontaine
«El gran amor del Señor nunca se acaba, y Su compasión jamás se agota. Cada mañana se renuevan Sus bondades; ¡muy grande es Su fidelidad!» Lamentaciones 3:22-23[1]
Cuando estás pasando por una etapa de mucho dolor, sufriendo o pérdida, puede ser una experiencia terrible. Tal vez estés librando batallas emocionales, físicas y espirituales al mismo tiempo que parecen casi insoportables.
Puede que te estés lamentando por algo, o hasta te sientas culpable por alguna razón por las circunstancias que sean que resultaron en lo que estás viviendo. Pero no tienes que seguir echándote la culpa. Cuando expresas tu arrepentimiento al Señor y le pides Su perdón, ya está, hecho está. Él te perdona, y nunca te echa en cara tus pecados, fracasos o errores.
No tienes más que aceptar Su perdón por fe. Es posible que parezca que no te lo mereces. Puede que pienses que tienes que expiar de alguna forma tus pecados y deficiencias, pero Él dice: «Al momento que pidas Mi perdón y en el instante que acudes a Mí, Yo te brindo Mi perdón de inmediato, y ya no hay necesidad de preocuparse o temer o cargar ese peso». En el libro de Isaías, el Señor nos dice: «¿Son sus pecados como escarlata? ¡Quedarán blancos como la nieve! ¿Son rojos como la púrpura? ¡Quedarán como la lana!»[2]
Te ruego que extiendas la mano hacia Jesús cuando sientan remordimiento o culpa y aceptes Su perdón. ¡Lo puedes recibir inmediatamente! No hace falta que sigas soportando por un momento más la angustia del remordimiento o la condenación. La Palabra de Dios nos dice que debemos despojarnos de todo peso y del pecado del pasado[3]. Sus misericordias se renuevan cada mañana y podemos encarar cada día en el presente con vida renovada en Jesús.
Cuando estás en medio de pruebas y dificultades que parecen insuperables, puede parecer que nunca volverás a ser feliz, y te sientes fatal. Nunca en la vida te sentiste tal mal. Pero puedes tener la seguridad de que con el tiempo ese sentimiento también pasará a medida que Jesús alivie tu dolor y te envuelva en Su amor y Sus misericordias eternas.
Jesús ha prometido quitarnos toda carga de condenación, así que échala sobre el Señor. Es demasiado gravosa para ti, pero es que no debes llevarla tú. «Echa sobre el Señor tu carga, y Él te sustentará; no dejará para siempre caído al justo. Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús»[4]. Desde el primer momento en que le pides perdón, Él te lo concede, y no tienes necesidad de seguir preocupándote ni de temer. Sin importar cómo te sientas, puedes confiar en que Sus misericordias se renuevan cada día y Su amor nunca cesa[5].
Cuando estás en medio de una época de pruebas, es difícil comprender cómo será que el Señor aprovechará tales experiencias para bien. Es casi imposible entender cómo algo así puede redundar en bien, en especial cuando te sientes tan quebrado y triste y casi sin fuerzas para aguantar. Ten en cuenta que el Señor promete que algún día veremos el bien en lo que parece ser una derrota total.
El Señor te dará todo lo que necesites en tus momentos sombríos, tus momentos de tristeza, tus momentos de debilidad, tus momentos de lucha, tus momentos de incertidumbre y de duda. Ante todo, te dará Su amor en forma de sanidad. Quiere renovar tu corazón, tu espíritu y tu voluntad de vivir.
El Señor tiene un plan particular para cada uno. Cada uno es precioso a los ojos de Él y muy importante, y ocupa un sitio especial en Su corazón. No ama a unos más que a otros. El que unos sufran y otros se libren no tiene nada que ver con el grado de amor que les tiene. Se debe a que para cada uno tiene un plan diferente, único. Durante momentos de prueba es normal cuestionar e intentar descifrar lo que está pasando, pero a fin de cuentas simplemente tenemos que confiar en Él. Ha prometido que si lo buscamos a Él con todo el corazón, lo hallaremos. Si nos acercamos a Él, satisfará cada una de nuestras necesidades, responderá nuestras preguntas, sanará toda herida y fortalecerá nuestro corazón quebrantado[6].
Aun durante momentos difíciles, puedes conocer Su amor, misericordia, perdón y ternura como nunca antes. Así que recibe las dádivas de amor y misericordia del Señor y confía en que Él tiene un plan y un futuro maravillosos para ti. Ha prometido que tiene «planes para que prosperes y para no dañarte, planes de darte esperanza y un futuro»[7].
Con frecuencia el Señor se puede valer más de nosotros para Su gloria y para que ayudemos a los demás cuando estamos más quebrantados y no tenemos fuerza propia, y sabemos lo débiles y frágiles que somos. El Señor ha prometido que sacará gloria de nuestras cenizas y mucho bien de lo que parece un mal terrible. El Señor ve las cosas de forma muy diferente a nosotros y quiere valerse de nuestras experiencias para acercarnos a Su corazón de amor y moldearnos a Su semejanza. «Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen»[8].
Imagínate, justo antes de lo que debió haber sido la hora más oscura de la vida de Pedro, Jesús, anticipando el dolor y confusión, las dudas y el remordimiento que sentiría, le dijo: «Simón, Simón, Satanás ha pedido zarandearlos a ustedes como si fueran trigo. Pero Yo he orado por ti, para que no falle tu fe. Y tú, cuando te hayas vuelto a Mí, fortalece a tus hermanos»[9]. Estoy rogando por ti, para que te aferres a estas palabras de consuelo y ellas te infundan fe para creer en Su amor sin importar las dificultades que estés enfrentando.
Que Dios te bendiga, te guarde, te sane y te ayude a seguir peleando la buena batalla de la fe y a aferrarte a Sus promesas para los que lo aman.
Publicado por primera vez en julio de 1995. Texto adaptado y publicado de nuevo en septiembre de 2016.
[1] NVI.
[2] Isaías 1:18 (NVI).
[3] Hebreos 12:1.
[4] Salmo 55:22; Romanos 8:1.
[5] Lamentaciones 3:22–23.
[6] Jeremías 29:13.
[7] Jeremías 29:11 (NVI).
[8] 2 Corintios 3:18.
[9] Lucas 22:31–32 (NVI).
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