El Sermón del Monte: Introducción
Peter Ámsterdam
[The Sermon on the Mount: An Introduction]
El Sermón del Monte contiene las enseñanzas más conocidas de Jesús. No abarca todo el espectro de Su mensaje, pero sí orienta sobre cómo debemos vivir los cristianos en el reino de Dios. Las últimas palabras del sermón reflejan lo importante que es entender esas enseñanzas y ponerlas por obra en la práctica:
A cualquiera, pues, que me oye estas palabras y las pone en práctica, lo compararé a un hombre prudente que edificó su casa sobre la roca. Descendió la lluvia, vinieron ríos, soplaron vientos y golpearon contra aquella casa; pero no cayó, porque estaba cimentada sobre la roca. Pero a cualquiera que me oye estas palabras y no las practica, lo compararé a un hombre insensato que edificó su casa sobre la arena. Descendió la lluvia, vinieron ríos, soplaron vientos y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina (Mateo 7:24-27).
Todo gira en torno a los valores que deben orientar a los creyentes en su vida y relaciones, en el tipo de persona que debemos ser y el tipo de actitud mental y de disposición que debemos poseer. Jesús nos pinta una especie de mapa para indicar el camino que quiere que sigan en esta vida los que viven en el reino de Dios, conscientes de Su presencia. Jesús declara que son bienaventurados los pobres en espíritu, los que lloran, los mansos, los misericordiosos y los pacificadores. Asimismo, quienes tienen «hambre y sed de justicia» y «quienes padecen persecución por causa de la justicia», «porque de ellos es el reino de los cielos» (Mateo 5:3-10).
En esa ocasión (y en otras) Jesús enseña que a todos los que lo seguimos nos corresponde adoptar una manera de pensar diferente, una actitud y enfoque distinto a los que teníamos antes de entrar en el reino de Dios. Nos enseña a dar importancia a las cosas que son importantes para Dios y a calibrar nuestra manera de pensar, nuestros puntos de vista, nuestros objetivos y nuestra forma de ver la vida a fin de que estén alineados con Él y con Su voluntad. Nos enseña que no nos hagamos tesoros en este mundo, sino que nos hagamos tesoros en el cielo (Mateo 6:19-24). Eso nos hace ajustar nuestra actitud hacia el dinero y las posesiones, con respecto a nuestra manera de relacionarnos con los que nos rodean, y cantidad de cosas más.
Las preceptos de Jesús nos orientan a no sentir ansiedad sobre lo que viviremos, sino a buscar primero el reino de Dios y Su justicia, y confiar en que recibiremos todo lo demás (Mateo 6:25-34). Si edificamos nuestra vida sobre el fundamento de las enseñanzas de Jesús, entonces el centro y punto focal, la base de todo, pasa a ser Dios. Y cuando sucede eso, Él mismo nos transforma por medio de Su Espíritu y Su Palabra. Las enseñanzas del Sermón del Monte deberían constituir los principios rectores de nuestra relación con Dios y con nuestros semejantes. Constituyen las piedras fundacionales de lo que es vivir a imagen de Cristo. El comprender y practicar esos principios nos proporciona una brújula para saber cómo gobernar nuestra vida y sus dificultades sin perder el norte.
Algunos investigadores son de la opinión de que el Sermón del Monte se compuso en base a muy diversas enseñanzas de Jesús que se recopilaron de esa manera para el evangelio, que no es que Jesús dijera todo eso seguido en una ocasión. Otros disienten y creen que Jesús, efectivamente, dio esa charla o sermón una de las veces que estaba rodeado de Sus discípulos. Dado que Jesús iba predicando por muchas partes, es probable que a veces enseñara todo eso de golpe, otras veces solo una parte y que en otras ocasiones impartiera apenas algún punto suelto. Los predicadores itinerantes típicamente imparten las mismas enseñanzas una y otra vez, en muchos lugares diferentes. No siempre repiten exactamente lo mismo, sino que imparten las partes apropiadas a la ocasión según el momento, el lugar, el público y demás.
Los evangelios cuentan que Jesús estuvo por muchas ciudades de Galilea, y por varias otras de las regiones gentiles de los alrededores. Su tema central era que había llegado el reino de Dios y sin duda habló de ese tema muchas veces. Es muy probable que los puntos que aparecen en el Sermón del Monte los repitiera también muchas veces. Una consecuencia de ello es que después los discípulos no tuvieron mucha dificultad en recordar Sus enseñanzas; si no palabra por palabra, al menos en un formato conceptualmente preciso.
Hay dos versiones: el Sermón del Monte (Mateo 5:3-7:27) que consta de 107 versículos, y el Sermón de la Llanura (Lucas 6:20-49), que tiene 30. El nombre Sermón del Monte es el título que dio Agustín a su comentario sobre los capítulos 5–7 de Mateo, escrito entre 392 y 396 d. C., aunque no se empleó comúnmente hasta el siglo XVI[1].
La escena de la montaña aparece en el primer versículo del capítulo 5 de Mateo, que dice: «Viendo la multitud, subió al monte y se sentó. Se le acercaron Sus discípulos, y Él, abriendo Su boca, les enseñaba» (Mateo 5:1-2). Esa introducción da a entender que Jesús se dirigía únicamente a Sus discípulos. Sin embargo, al final del sermón, Mateo cuenta que «cuando terminó Jesús estas palabras, la gente estaba admirada de Su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas» (Mateo 7:28-29).
Casi todos los comentaristas coinciden en que la gente en cuestión eran las personas interesadas en las enseñanzas y milagros de Jesús que estaban presentes mientras este hablaba a Sus discípulos y por lo tanto oyeron lo que decía. Lo más probable es que la reunión se desarrollara en alguna de las colinas de Galilea y que, como dice que justo antes Jesús había estado sanando a muchos (Mateo 4:23-25), no sería de extrañar que el «monte» fuera una zona de pequeñas elevaciones, ya que los enfermos adoloridos no hubieran podido subir una montaña para escucharle.
El evangelio de Lucas cuenta que Jesús subió a una montaña y pasó la noche orando. A la mañana siguiente mandó reunir a Sus discípulos y escogió a los doce que llamó apóstoles. Luego bajó a un lugar plano, con un gran grupo de discípulos Suyos, y se dirigió a una multitud de gentes que habían ido a escucharle y a ser sanadas. Entonces fue cuando se dirigió a Sus discípulos, en presencia de la multitud (Lucas 6:12-20). Más recientemente a esa versión de Lucas se la conoce como Sermón de la Llanura, dado que dice que Jesús «se detuvo en un lugar llano» (Lucas 6:17).
Algunos comentaristas señalan que el hecho de que haya dos relatos sobre una ocasión en que Jesús impartió ciertas enseñanzas específicas muy parecidas en presencia de una multitud indica la probabilidad de que se tratara de un hecho histórico. En cualquier caso, el hecho de que muchos de los principios de ese sermón aparezcan luego a lo largo de los escritos del Nuevo Testamento deja claro que tanto si los presentó en una ocasión determinada como si los predicó en momentos diversos, se trata de Sus enseñanzas. Eso es lo que importa.
Este sermón es importante para los cristianos porque describe la conducta transformada de las personas que han entrado en el reino y siguen a Jesús. Explica cómo debería ser el temple y comportamiento de los cristianos con relación a Dios y al prójimo; qué tipo de influencia positiva nos pide que ejerzamos sobre los que nos rodean; la rectitud que quiere que adoptemos en cuanto a la ley de Dios; la devoción que debemos sentir hacia Dios; nuestro deseo de glorificarlo; nuestra relación con nuestros semejantes a la luz de nuestra relación con Dios, y nuestro compromiso de practicar lo que enseñó Jesús[2].
El sermón presenta los principios que harán que en nuestra vida se refleje verdaderamente Dios, que en nosotros y a través nuestro se vea Su imagen. Nos da los medios para empezar a vivir ya de la manera en que viviremos, más plenamente, en la eternidad. Nos enseña cómo podemos desarrollar hábitos interiores y espirituales que alinearán nuestro ser con el reino de Dios. Empezamos a practicarlos ahora, y seguiremos encarnándolos en el reino final.
Cuando alguien comprende y practica las palabras de Jesús, los principios que presentó en el Sermón del Monte (y en el resto de los evangelios), su vida se va transformando. Va adquiriendo semejanza con Cristo, se va pareciendo a Dios en su manera de ser, y reflejando cada vez más Su naturaleza y Sus atributos. En resumidas cuentas: vive cristianamente.
Publicado por primera vez en agosto de 2015. Adaptado y publicado de nuevo en marzo de 2025.
[1] G. N. Stanton (1992), Sermon on the Mount/Plain. En Dictionary of Jesus and the Gospels, 736, de J. B. Green y S. McKnight (eds.).
[2] John R. W. Stott, El sermón del monte (Downers Grove: InterVarsity Press, 1978), 21–23.