El principio de la oración
Peter Amsterdam
«Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de Sus discípulos le dijo: “Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos”.» Lucas 11:1[1]
La oración fue un factor muy importante en la vida y el ministerio de Jesús. Los evangelios relatan numerosas ocasiones en las que Jesús oró. Enseñó a Sus discípulos a orar, ellos le vieron orar, lo oyeron orar por ellos y les transmitió consejos sobre la oración. Antes de cualquier acontecimiento de importancia, milagro o decisión, Jesús siempre dedicaba tiempo a la oración, y lo hizo incluso hasta el momento de Su muerte. La oración fue parte integral de Su ministerio. El hecho de que Jesús se preocupara de orar y enseñara a Sus discípulos a orar es señal de que la oración constituye una parte importante de la vida del discípulo.
Jesús solía retirarse a solas para orar. Se tomaba ratos apartado de las multitudes y a veces de Sus seguidores más cercanos, con el objeto de orar[2]. También oraba en presencia de Sus discípulos.
Ver el ejemplo de Jesús en materia de oración tuvo un impacto innegable en los discípulos. Ello se hace evidente a lo largo del libro de Hechos, el cual relata a menudo las oraciones de los discípulos. Jesús también dio a Sus discípulos instrucciones sobre la forma en que debían orar. Les dijo: «Vosotros, pues, oraréis así: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea Tu nombre. Venga Tu reino. Hágase Tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal.”»[3]
También les indicó a Sus discípulos la manera en que no debían orar: «Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público. Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis»[4].
Jesús les enseñó a persistir en oración, como narra el evangelio de Lucas: «También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar»[5].
Les enseñó también sobre la eficacia de la oración. Les enseñó que las oraciones son respondidas y que se deben hacer con fe y confianza, sabiendo que Dios es todopoderoso y que no hay nada que no pueda responder o llevar a cabo. En el libro de Mateo, Él dice: «Si tuviereis fe y no dudareis, no solo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte dijereis: “Quítate y échate en el mar”, será hecho. Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis»[6].
Exhortó a Sus discípulos a velar y orar para no caer en tentación y pecado. En otras traducciones de la Biblia, esta expresión aparece traducida como tener cuidado, estar alerta, velar. Jesús dijo a Sus discípulos: «Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día. Porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de la tierra. Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre»[7]. «Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil»[8].
Jesús también oró por los demás, como narra Mateo en su evangelio: «Entonces le fueron presentados unos niños, para que pusiese las manos sobre ellos, y orase; y los discípulos les reprendieron. Pero Jesús dijo: “Dejad a los niños venir a Mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos.” Y habiendo puesto sobre ellos las manos, se fue de allí»[9].
Es evidente por lo que describen los evangelios, que Jesús oró con un enorme fervor antes de Su arresto. El evangelio de Lucas nos dice: «Y Él se apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró, diciendo: “Padre, si quieres, pasa de Mí esta copa; pero no se haga Mi voluntad, sino la Tuya.” Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle. Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era Su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra»[10].
La oración es una parte importante de nuestra vida. Es parte de nuestra comunicación con Dios. La oración es un medio de comunicación con Dios, una forma de permanecer en Él. Es un medio para conectarse con Su poder. Es una forma de amar y ayudar a otros por los que rezamos. En una forma de proteger nuestra vida y salud espirituales. Las oraciones que hacemos pidiendo obreros y las que elevamos por las personas a las que atendemos tienen un gran efecto en la eficacia de nuestra predicación y enseñanza. Nos dan la oportunidad de presentarnos humildemente ante Dios, para rogar con fervor ante Él e implorarle Su ayuda, para perdonar a los demás y pedirle a Él que nos perdone.
Por ser discípulos tenemos el llamamiento de orar, y la oración se entreteje con los demás elementos del discipulado. Todos los elementos —amar a Dios, vivir para Él, predicarlo y enseñarlo— requieren de la oración. Los discípulos oran.
Publicado por primera vez en diciembre de 2011. Pasajes seleccionados y publicados de nuevo en noviembre de 2016.
[1] RV.
[2] Lucas 5:15–16; Marcos 1:35–37.
[3] Mateo 6:9–13.
[4] Mateo 6:5–8.
[5] Lucas 18:1.
[6] Mateo 21:21–22.
[7] Lucas 21:34–36.
[8] Marcos 14:38.
[9] Mateo 19:13–15.
[10] Lucas 22:41–44.
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