El poder de la resiliencia
Recopilación
Sentada en la oficina del asesor, tras meses de tratamientos contra el cáncer, me sentía exasperada por la pérdida de fuerzas, energía, claridad, salud mental. Tan pronto terminaba un tratamiento, empezaba otro. Quimioterapia. Radioterapia. Más y más operaciones.
Me corrían lágrimas por las mejillas mientras expresaba mis dudas y frustración. Terminé de hablar. El asesor hizo una pausa por un momento. Me entregó una caja de pañuelos desechables y [luego dijo]:
«La resiliencia puede agotarse».
Esa frase me tomó por sorpresa. Siempre pensé que la resiliencia era inagotable. Si eres resiliente te recuperas, la primavera siempre vuelve y el pozo de agua siempre se renueva.
El asesor explicó que los pozos se agotan si se les extrae suficiente cantidad de agua.
En sus treinta años de experiencia, muchas veces él había visto personas como yo. Personas que vivían como si no se aplicara la gravedad, como si no tuvieran límites, y a las que al poco tiempo se les agotó la resiliencia, y utilizaban sus reservas. […]
¿Cómo levantarme de nuevo? ¿Cómo aumentar mi resistencia después de que se me agotó?
Mi asesor me enseñó que levantarse con entereza significaba reconocer mi finitud, lo que incluía energía y recursos limitados. Tuve que dar tiempo a mi mente, cuerpo y espíritu a fin de descansar y renovarme. Cuidar de uno mismo de esa manera no es egoísmo, es una buena administración. […]
Para el aumento de resiliencia hizo falta un cambio de mentalidad. Tuve que concederme a mí misma más gracia para lo que podría hacer en un día determinado y también en cuanto a lo que debía dejar sin hacer. Aunque se acumulaba la ropa y la vajilla que había que lavar, empecé a sentir una mayor confianza en la capacidad de Jesús para sanarme desde adentro hacia afuera.
No sé por lo que has pasado ni lo que has enfrentado, pero sí sé que Jesús desea y es capaz de obrar para tu bien y la gloria de Dios. Jesús es la fuente de tu renovación, la fuente de ser amado, de vivir sin miedo y con libertad.
Esa reunión con el asesor fue hace varios años. Y no he dejado de aprender a aumentar mi resiliencia. Todavía busco maneras de cultivar un profundo descanso y renovación con Cristo.
Madurar en resiliencia no significa que no perderás algo de tu dinamismo. Jesús sigue siendo capaz y está dispuesto a obrar en tu vida, independientemente de que te sientas vacío o lleno, incentivado o atacado, débil o fuerte. Hoy, puedes apoyarte en un Salvador que es la fuente de tu resiliencia eterna. Margaret Feinberg[1]
¿Qué es la resiliencia?
La resiliencia es la capacidad de adaptarse a cambios estresantes en la vida y recuperarse o «levantarse» de una dificultad. La resiliencia es una respuesta a tragedias, crisis u otros cambios en la vida; la resiliencia es lo que nos permite seguir adelante a pesar de la pérdida. Demostrar resiliencia no significa que a una persona no le afecta ni le interesa el cambio ocurrido en su vida. La resiliencia es la capacidad del corazón humano de sufrir enormemente y crecer debido a ello. […] A diario observamos la resiliencia en los minusválidos, en los que han sufrido la muerte de un ser querido u otra pérdida. Cuando las personas no se rinden ni pierden la esperanza en el mundo, incluso después de una desgracia, son resilientes.
La resiliencia es la norma bíblica para los cristianos. En la Biblia se encuentran muchos consejos para seguir adelante[2], superar la adversidad y no sucumbir a la tentación[3], y perseverar frente al sufrimiento[4]. Asimismo, nos da muchos ejemplos de personas que sufrieron en gran medida, pero no dejaron de seguir el plan de Dios para su vida. Proverbios 24:16 (NVI) se puede ver como el versículo para el resiliente: «Siete veces podrá caer el justo, pero otras tantas se levantará; los malvados, en cambio, se hundirán en la desgracia».
Pablo manifestó gran resiliencia después de su encuentro con Jesús[5], algo que le cambió la vida. Cuando se transformó de un fariseo religioso a un cristiano radical, muchos no estaban contentos con su mensaje. Fue golpeado, apedreado, criticado, encarcelado y muchas veces estuvieron a punto de matarlo[6]. En particular, un incidente demuestra la resiliencia excepcional de Pablo. En Listra, en Asia Menor, fue apedreado, arrastrado fuera de la ciudad, y pensaron que había muerto; pero cuando sus enemigos se fueron, Pablo simplemente se levantó y volvió a la ciudad[7]. Sus actividades misioneras no disminuyeron. La resiliencia divina nos permite seguir en nuestra misión sin intimidarnos, independientemente de la oposición que enfrentemos. […]
El creyente en Jesucristo se sostiene por el poder de Dios y es resiliente por naturaleza. «Nos vemos atribulados en todo, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos»[8]. Los cristianos siguen levantándose. La clave de la resiliencia es la fe en el Señor:
«El Señor afirma los pasos del hombre cuando le agrada su modo de vivir; podrá tropezar, pero no caerá, porque el Señor lo sostiene de la mano»[9]. […]
Cuando parece que una situación está descontrolada o que no va en la dirección correcta, tenemos tendencia a pensar que es el final de la historia. Pensamos que conocemos el resultado final. Así que en vez de tener resiliencia, nos rendimos o tomamos las riendas. Cuando solo vemos desastre por delante, Proverbios 3:5,6 (NBLA) es un buen pasaje para aferrarse a él:
«Confía en el Señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento. Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus sendas».
Decidir que vamos a confiar en el Señor en vez de apoyarnos en lo que entendemos, es la mejor manera de no dejar de ser resilientes. Tomado de gotquestions.org[10]
¡Termina la carrera!
Las Olimpiadas, México, 1968. El maratón es el último evento del programa. El estadio olímpico estaba lleno y hubo una gran emoción cuando el primer atleta, el corredor etíope, entra al estadio. La multitud estalla en aplausos cuando él llega a la meta.
Muy atrás está otro corredor, John Stephen Akwhari de Tanzania. Ha sido eclipsado por los otros corredores. Después de 30 kilómetros le parecía que le iba a estallar la cabeza, le dolían los músculos y cayó al suelo. Tenía lesiones graves en una pierna y los encargados querían que dejara la carrera, pero él se negó. Con la rodilla vendada, Akwhari se levanta y cojea mientras recorre los 12 kilómetros que faltan para llegar a la meta. Una hora después de que el ganador cruzó la meta, Akwhari llega al estadio. Solo quedan varios miles de personas que todavía no se marchan a su casa. Akwhari avanza con gran lentitud por la pista, hasta que por fin llega a la meta y se desploma.
Es uno de los esfuerzos más heroicos de la historia de las Olimpiadas. Más adelante, un periodista le pregunta por qué no dejó la carrera y Akwhari respondió: «Mi país no me envió a empezar la carrera. Me enviaron para que llegara a la meta.»[11] Tomado de storiesforpreaching.com
Jesús dice: «¡Estoy contigo!»
Algunos problemas o dificultades pueden parecer obstáculos, pero te propongo que los veas como vallas. ¿Por qué? Porque los obstáculos son objetos molestos que te demoran o te detienen, mientras que las vallas de una competición están puestas para saltarlas. Te desafían a mejorar tus habilidades y a estirar los músculos.
El objetivo no es quitar la valla del camino, como harías con un obstáculo, sino aprender a saltarla con destreza.
Es posible que a veces te enfades cuando veas que otro problema te obstruye el camino. Lo comprendo, porque saltar vallas no es fácil. Sin embargo, ganas algo con esa experiencia; te vuelves más fuerte, más versátil y más resiliente.
Cuando enfrentes un problema o dificultad, en vez de desanimarte por el tamaño y la altura de la valla y por lo imposible que parece escalarla, quiero que pongas los ojos en Mí y en Mi capacidad de ayudarte a hacer lo que sea[12]. Pídeme que te dé fuerzas, y luego podrás saltar esas vallas con la energía y habilidad que solo Yo puedo darte.
¿Te has preparado ya para saltar las vallas? ¡Vamos, entonces! ¡Tú y Yo juntos! Jesús
Publicado en Áncora en febrero de 2022.
[1] Margaret Feinberg, Flourish (Worthy, 27 de septiembre de 2016).
[2] Filipenses 3:13-15.
[3] Romanos 12:21.
[4] Santiago 1:12.
[6] 2 Corintios 11:24-27.
[7] Hechos 14:19,20.
[8] 2 Corintios 4:8,9 (NVI).
[9] Salmo 37:23,24 (NVI).
[10] https://www.gotquestions.org/Bible-resilience.html.
[11] Fuente: publicado en la página web de los Juegos Olímpicos de Sídney 2000. https://storiesforpreaching.com.au/sermonillustrations/determination/they-sent-me-to-finish.
[12] Filipenses 4:13.
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