El hábito de una buena conciencia
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«Una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres» Hechos 24:16.
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La conciencia es la facultad que dentro de mí se apega a lo más sublime que conozco y me dice lo que me exige hacer lo más sublime que conozco. Es el ojo del alma que mira, ya hacia Dios, ya hacia lo que considera más sublime; de ahí que la conciencia se registra de distinta manera en distintas personas.
Si tengo la costumbre de volverme continuamente hacia Dios, mi conciencia siempre me presentará la ley perfecta de Dios y me indicará qué debo hacer. La cuestión es: ¿obedeceré o no? Debo esforzarme por mantener mi conciencia tan sensible que ande sin ofensa. Debería estar viviendo en sintonía tan perfecta con el Hijo de Dios que en toda circunstancia se renueve el espíritu de mi entendimiento y logre aclarar enseguida «cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta».
Dios siempre nos educa hasta en lo más minucioso. ¿Es mi oído tan sensible como para oír el más ínfimo murmullo del Espíritu de tal modo que sepa lo que debo hacer? «No entristezcan al Espíritu Santo.» No llega con voz de trueno; Su voz es tan sutil que es fácil no hacerle caso. Lo que mantiene la conciencia sensible a Él es el hábito continuo de estar interiormente abiertos a Dios. Cuando se genera un debate, es hora de desistir. No hay debate posible cuando la conciencia habla. Es a tu cuenta y riesgo cuando permites que algo entorpezca tu comunión con Dios. Déjalo, sea lo que sea, y mantén clara a toda costa tu visión interior. Oswald Chambers
¿Qué es una buena conciencia?
Una buena conciencia deriva del amor y la fe. Para que la conciencia de una persona sea buena, lo ideal es que se base en la fe y el amor. Si tienes fe en Dios, entonces Su Verdad y mandamientos (normas), el evangelio de Jesucristo, estará escrito en tu corazón. Primera a Timoteo 1:5 sugiere que el amor y la fe son la fuente de una buena conciencia:
«El propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida.»
Una buena conciencia debe expresarse con hechos. Es correcto afirmar que alguien tiene la conciencia tranquila si es consecuente con las normas que le dicta esa conciencia. Vivir con una buena conciencia basada en los criterios divinos es la mejor forma de vivir. Hechos 23:1 nos instruye en el sentido de que se debe obrar coherentemente con la buena conciencia:
«Entonces Pablo, mirando fijamente al concilio, dijo: Varones hermanos, yo con toda buena conciencia he vivido delante de Dios hasta el día de hoy.»
El secreto de la felicidad es actuar con buena conciencia. El secreto de la felicidad es cuando nuestra conciencia está en sintonía con Dios, y actuamos según esa buena conciencia. Como nuestra conciencia nos guía en nuestras actividades diarias, nuestra conciencia es la clave para que tengamos el gozo eterno de Dios. Con una buena conciencia podemos actuar según los preceptos divinos en un mundo sin Dios. 2 Corintios 1:12 (JBS) nos brinda consejo sobre la alegría de la buena conciencia.
«Porque nuestro regocijo es éste: el testimonio de nuestra conciencia, que con simplicidad y sinceridad de Dios, no con sabiduría carnal, sino con la gracia de Dios, hemos conversado en el mundo, y mucho más con vosotros.» Tomado de Access-Jesus.com
Mantener una buena conciencia
La conciencia es el conocimiento interior del bien y del mal, y el sentimiento de que uno debo hacer lo que está bien. La conciencia es la voz de Dios que orienta al hombre.
«Lámpara del Señor es el espíritu del hombre, que escudriña lo más profundo de su ser.» Proverbios 20:27[1]
«Ciertamente espíritu hay en el hombre, y el soplo del Omnipotente lo hace que entienda.» Job 32:8
«Tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda.» Isaías 30:21
Aun quienes no conocen personalmente a Jesús tienen conciencia para discernir entre el bien y el mal. El Señor ha dotado de esa conciencia a todo ser humano.
«Cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos.» Romanos 2:14,15. Tomado de Claves para descubrir la verdad
La conciencia es la presencia de Dios en el hombre
Es asombroso que en el mundo entero, prácticamente en todas las culturas, aun en los sitios más alejados, todos al parecer saben distinguir entre el bien y el mal. La gente comprende que ciertas cosas son pecado y tiene leyes que las prohíben. Los principios morales de Dios son bastante universales.
Al crearlo, Dios dotó al hombre de libre albedrío. Nos concede a cada uno la soberana facultad de elegir entre el bien y el mal. El Espíritu Santo es fiel en hablarle a cada persona al corazón y avisarle cuando actúa mal. La gente sabe distinguir el bien del mal.
Tal vez no conozca a su Señor, no conozca toda la verdad ni la Buena Nueva de la salvación, pero sabe discernir lo bueno de lo malo. «Lo que ordena la Ley está inscrito en sus corazones. Su propia conciencia unas veces los acusa y otras los disculpa»[2].
Dios revela a todos algo de luz, y juzgará a cada uno según cómo se haya conducido con relación a la luz que se le dio. David Brandt Berg
Vivir hoy en día con una conciencia acorde con los principios divinos
Alguien dijo que el día de hoy representa una espléndida oportunidad, crucificada entre dos ladrones: el ayer y el mañana. Hoy, este mismísimo día, es uno de los haberes más extraordinariamente valiosos que llegaremos a poseer.
Hoy puedes hacer algunas de las cosas que has venido posponiendo por tanto tiempo. No las pudiste hacer ayer y tal vez no tengas la oportunidad de hacerlas mañana, pero el día de hoy es tuyo. Hoy puedes ser la clase de persona que siempre soñaste ser mañana. ¡Hoy es ese mañana!
Siempre has querido en algún mañana ponerte bien con Dios; pues ese mañana ha llegado. Tus ayeres han quedado en manos de Dios y no deberías arrastrar ninguna de sus desilusiones hasta el presente. El mañana todavía no ha germinado, no deberías tomar prestado de él. El día de hoy es tuyo.
El día de hoy está lleno de espléndidas oportunidades y preñado de grandes posibilidades. Hoy es el reluciente mañana con el que soñaste ayer. Les regalamos enseguida este pequeño poema de nuestra cosecha:
Por mucho tiempo soñé con cosas
que me gustaría hacer mañana.
Las soñé, las planifiqué empeñosa,
para luego descubrir con amargura insana
que el tiempo irremisiblemente no esperó.
En mi conciencia pude así establecer:
«Hoy es el espléndido mañana
con el que soñaste ayer».
Tantas cosas quiero decirles
a mis amigos que aprecio, mañana.
Pero tendrán que esperar impasibles
hasta que mis tareas sean más livianas.
Así me rezago, hasta que mi conciencia sugiere:
«¿Ves que el tiempo no se va a detener?
Porque hoy es el espléndido mañana
con el que soñaste ayer».
Hice hoy, pues, una pausa en mis sueños
para elevar una sincera oración
al que ha sido testigo de todos mis yerros,
Aquel que seguro tendrá compasión:
Dios, ayúdame a cada hora a tener presente,
en cada trecho que deba recorrer,
que hoy es el espléndido mañana
con el que soñé ayer.
Habrá momentos en que al leer la Palabra de Dios el Espíritu Santo te indique que debes obedecer algo que está escrito ahí, pero en tu corazón repliques: «Lo haré, Señor, pero hoy no». O quizá la voz delicada y apacible de Dios te diga que te acerques a Él, mas tú le respondes: «Sí, Señor, pienso hacerlo, pero hoy no estoy listo. Tengo que corregir unas cosas primero, tengo que prepararme». La verdad es que no te puedes preparar, porque nunca estarás listo para entrar en Su presencia. Solo Dios te puede preparar, solo Él puede hacer esa parte. La Escritura dice: «Este es el momento propicio de Dios; ¡hoy es el día de salvación!» Virginia Brandt Berg
Publicado en Áncora en abril de 2018. Leído por Gabriel García Valdivieso.
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