El futuro anunciado en la Biblia
Tesoros
[The Future Foretold in the Bible]
¿Tiene esperanza el futuro? ¿Mejorará la situación del mundo? ¿Cuándo terminarán las guerras y los conflictos? En todos los tiempos, muchas personas se han hecho esas preguntas. A pesar de los adelantos que se han logrado en la época contemporánea en educación, ciencia, medicina y reducción de la pobreza, el mundo continúa enfrentando crisis económicas y políticas y disturbios sociales, crímenes, y el derrumbamiento de los principios morales.
Las predicciones actuales acerca del futuro del mundo van de la utopía hasta el cataclismo. ¿El mundo se dirige a un futuro brillante o desalentador, o las dos cosas? ¿La humanidad podrá superar su legado de siglos de conflicto y de explotación con poca visión de futuro y construir una sociedad de justicia, paz y equidad? ¿O la tierra descenderá al caos y se convertirá en un desierto ambiental?
Cuando Jesús vino a nuestro mundo hace más de dos mil años, la llegada del reino de Dios era un tema central de Sus enseñanzas registradas en los evangelios y en el Sermón del Monte. Sin embargo, Su mensaje del reino de Dios y salvación fue rechazado por los líderes de Su propio pueblo. Querían un mesías, un gran rey, no uno nacido en un establo y criado como un pobre carpintero, que escogió como Sus amigos y seguidores a humildes pescadores y recaudadores de impuestos. Querían verse libres de Roma, un rey que pudiera hacerlos ricos y un reino poderoso en aquella época, y no buscaban los tesoros eternos que Jesús prometió a todos los que creyeran en Él y lo siguieran (Mateo 6:31–33).
Aquel hombre, Jesucristo, el Hijo del Creador del universo, dijo: «Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra» (Mateo 28:18). Habría podido adueñarse del mundo y convertirse en su Rey en un solo día. Le dijo al gobernador romano que lo juzgó: «No tendrías ninguna autoridad sobre Mí, si Dios no te lo hubiera permitido» (Juan 19:11). Y le dijo a Pedro: «¿O piensas que no puedo rogar a Mi Padre, y Él pondría a Mi disposición ahora mismo más de doce legiones de ángeles?» (Mateo 26:53).
Cuando agonizaba en la cruz donde fue crucificado, los que pasaban se burlaban de Él, lo insultaban y le decían que había salvado a otros, que si de verdad era el Hijo de Dios, se salvara a Sí mismo (Marcos 15:29–32); Él podría haber hecho eso. Pero optó por morir por ti y por mí.
Después de que resucitó y salió del sepulcro podría haberse presentado ante las autoridades religiosas, el gobernador, o el mismo César para probar que Él de verdad era el Hijo de Dios, el Mesías. En cambio, apareció solo a los que ya creían en Él y lo amaban, a fin de consolarlos, animar su fe y prepararlos para su misión de llevar al mundo el regalo de Dios de la salvación.
Por más de dos mil años, en gran medida Su reino ha permanecido oculto a este mundo, manifestado en el corazón y vida de los que lo aman y reciben como su Señor y Salvador. Este es el misterio que muchas personas de la época de Jesús no podían comprender, y que actualmente muchos no entienden: Jesús nos permite escoger entre recibirlo o rechazarlo. Esta es todavía la edad de la gracia, cuando los que creen Su Palabra y lo reciben deben elegir hacerlo por fe. Sin embargo, la Biblia enseña que el día vendrá en que esta edad actual terminará y todo el mundo verá «al Hijo del Hombre que viene sobre las nubes del cielo con poder y gran gloria» (Mateo 24:29–31).
Cuando los discípulos de Jesús querían saber cuando volvería y le preguntaron: «¿Cuál será la señal de Tu venida y de la consumación de este siglo?» (Mateo 24:3), Jesús respondió: «Ustedes van a oír de guerras y rumores de guerras. ¡Cuidado! No se alarmen, porque es necesario que todo esto suceda; pero todavía no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino, y en diferentes lugares habrá hambre y terremotos. Pero todo esto es solo el comienzo de dolores» (Mateo 24:6-8). La versión en el evangelio de Lucas incluye pestilencias en esta lista (Lucas 21:11).
Además, esas señales incluyen el evangelio del reino que «se predicará en todo el mundo como testimonio a todas las naciones» (Mateo 24:14), y que se está cumpliendo en nuestros tiempos con la difusión global del evangelio, gracias a los medios de comunicación modernos como la radio, la televisión e Internet. Jesús también predijo que en los últimos días «debido al aumento de la iniquidad, el amor de muchos se enfriará» (Mateo 24:12), lo que resultará en que las personas desfallecerán «por el temor y la expectación de las cosas que vendrán sobre el mundo» (Lucas 21:25–26).
Daniel, un profeta judío que vivió 500 años antes de Jesús, escribió que en los últimos tiempos los viajes, los conocimientos y la educación irían en aumento, lo que ha sucedido a un ritmo exponencial en la historia contemporánea. En 100 años el mundo ha sido testigo de un espectacular aumento en los viajes internaciones; «muchos correrán de aquí para allá, y el conocimiento aumentará; la gente vagará de mar a mar» (Daniel 12:4; Amós 8:11–12).
En la Biblia hay muchas profecías sobre sucesos futuros y la situación del mundo que ocurrirán antes del regreso de Jesús. Algunas se están cumpliendo en nuestros tiempos, y predicen el cumplimento de otras más en el futuro. Estos acontecimientos futuros son de tal magnitud y trascendencia que la Biblia nos advierte que estemos atentos y preparados para cuando sucedan (Mateo 24:22–24).
Una de las señales más importantes de los últimos años antes de que Jesús regrese y reclame la Tierra, señal que los profetas predijeron, es el surgimiento de un gobierno mundial ateo y anticristo dirigido por una persona que en la Biblia se describe como un «hombre despreciable» e «hijo de perdición», pero más comúnmente conocido como el Anticristo. Él vendrá con un acuerdo o pacto de siete años en el que prometerá estabilidad económica mundial, paz y libertad religiosa (Daniel 9:27; 2 Tesalonicenses 2:1–4; Apocalipsis 13:5–8).
En la primera mitad de ese pacto de siete años del Anticristo, muchos lo considerarán un «salvador», dada su capacidad de resolver algunos de los problemas más espinosos del planeta. Logrará, por ejemplo, una distribución y un consumo más equitativo de los recursos; la resolución de antiguas hostilidades entre naciones, ideologías y religiones, y una reducción de la inestabilidad y explotación económicas. De repente, a mitad de su reino de siete años, romperá el pacto y prohibirá y abolirá la adoración religiosa tradicional, declarando que él es Dios y exigirá que todo el mundo lo adore (2 Tesalonicenses 2:1–12; Apocalipsis 13:1–10).
Aunque ese mesías de imitación al principio traiga paz y estabilidad, después de que el pacto se rompa el mundo se sumirá en un caos social sin precedentes por espacio de tres años y medio. En ese período que se conoce como la «Gran Tribulación» (Mateo 24:21–22), el Anticristo y su gobierno perseguirán sistemáticamente a los que se nieguen a adorarlo, en particular a los cristianos.
Jesús dijo: «Inmediatamente después de la tribulación de esos días […] aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre; y todas las tribus de la tierra harán duelo, y verán al Hijo del Hombre que viene sobre las nubes del cielo con poder y gran gloria» (Mateo 24:29–30). Cuando Jesús regrese a la Tierra, no vendrá como un bebé en un pesebre, Dios en las manos de los hombres, sino como el todopoderoso Rey de reyes y Señor de señores.
Sonarán las trompetas de Dios, y todos los que creen en Jesús se reunirán con Él en las nubes, en lo que se conoce comúnmente como el Rapto o Arrebatamiento. Cuando Jesús regrese, resucitarán de manera instantánea los cuerpos de todos los salvos que han muerto, como pasó con el cuerpo de Jesús después de que resucitó. Todos los creyentes que estén vivos en ese momento se levantarán para encontrarse con Jesús en el aire, y «estaremos siempre con el Señor» (Mateo 24:31; 1 Tesalonicenses 4:16,17).
Entonces en el Cielo se llevará a cabo un festejo denominado la «cena de las bodas del Cordero» (Apocalipsis 19:6–9). Uno de los títulos de Jesús es el de «Cordero de Dios» (Juan 1:29), y Su esposa son todas las personas que creen en Él (Romanos 7:4). La metáfora nupcial se emplea en la Biblia para describir la unión espiritual que hay entre Cristo y Su pueblo, y la amorosa unión de pensamiento, corazón y espíritu aparejada a dicha relación. En esa celebración, Jesús unirá a Sus seguidores de todas las épocas. Posteriormente, en el tribunal de Cristo, los recompensará con coronas eternas de vida (Mateo 16:27; 1 Pedro 5:4).
Así que aunque la Biblia predice que llegarán tiempos tenebrosos, ¡podemos animarnos porque hay esperanza para todos los que aguardan la venida de Jesús! Lucas 21:28 dice: «Cuando estas cosas comiencen a suceder, miren y levanten su cabeza porque su redención está cerca». La Biblia nos anima a seguir «aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador Cristo Jesús» (Tito 2:13).
Jesús dijo: «En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo» (Juan 16:33). Advirtió a Sus seguidores de que en esta vida sin duda tendríamos dificultades, problemas y pruebas, y que los que lo aman sufrirían persecución por Su nombre. Pero Jesús dijo: «Regocíjense y alégrense, porque la recompensa de ustedes en los cielos es grande» (Mateo 5:10–12). También prometió que estaría con nosotros en medio de todo lo que enfrentamos en esta vida. «Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo» (Mateo 28:20).
Esos sucesos ocurrirán como predice la Biblia, y la manera de prepararte para el futuro es pedirle a Jesús que entre en tu corazón y forme parte de tu vida, y vivir conforme a Sus enseñanzas registradas de la Biblia. Él responderá a tu oración, transformará tu vida y te bendecirá con Su presencia y amor, desde ahora y para siempre. Si crees en Jesús y confías en Él y en Su Palabra, saldrás triunfante, a pesar de todas las pruebas y tribulaciones que enfrentes.
Como el apóstol Pablo escribió: «Por lo cual estoy convencido de que ni la muerte ni la vida ni ángeles ni principados ni lo presente ni lo porvenir ni poderes ni lo alto ni lo profundo ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro» (Romanos 8:38,39).
«Porque considero que los padecimientos del tiempo presente no son dignos de comparar con la gloria que pronto nos ha de ser revelada» (Romanos 8:18). «Cosas que ojo no vio ni oído oyó, que ni han surgido en el corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que lo aman» (1 Corintios 2:9).
Tomado de un artículo de Tesoros, publicado por La Familia Internacional en 1987. Adaptado y publicado de nuevo en agosto de 2024.
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