El Dios pueblerino
Scott MacGregor
[The God from Podunk]
He llegado a la conclusión de que mis percepciones han estado erradas con relación al lugar donde Jesús vivió de niño y probablemente de joven. Yo siempre he sabido que Galilea queda en el norte de Israel y a buena distancia de Jerusalén. Pero hace poco he llegado a apreciar cuán en el quinto pino quedaba Galilea, y de qué manera eso influyó en Jesús, en Sus seguidores y en los judíos de Su época.
La zona de Galilea es en gran parte una región agreste y montañosa que rodea el lago que lleva su nombre. Se trataba de un lugar atrasado, mayormente pobre y de poca importancia. Durante siglos Galilea había estado apartada de la vida y cultura judías dominantes. Formó parte de un Israel unificado hasta la muerte del rey Salomón, cuando una guerra civil dividió al país en dos. El reino del sur fue llamado desde entonces Judá y fue regido por los descendientes de Salomón.
El reino del norte continuó llamándose Israel y Jeroboam se convirtió en rey, el cual estableció una religión que rivalizaba con la religión monoteísta del sur. Construyó dos becerros de oro y puso uno en Betel y otro en Dan, y declaró que estos eran los dioses de Israel. Cualquiera que esté familiarizado con la historia de Moisés y el Éxodo se acordará del ternero de oro de aquel período de la historia de Israel, y probablemente esté negando con la cabeza al pensar en cómo podrían volver a hacer algo así. (Véase Éxodo 32.)
En el año 721 a.C. los asirios invadieron Israel y éste dejó de existir como país independiente. La clase dirigente y la gente de ciudad fue deportada, pero debido a la naturaleza montañosa de la zona de Galilea, parece que a la mayor parte de los pobres que allí vivían los dejaron tranquilos y continuaron con su vida de subsistencia.
Mientras tanto, en el año 586 a.C., los babilonios invadieron el reino sureño de Judá. En el transcurso de tres campañas militares destruyeron Jerusalén y el templo, deportaron a la clase alta a Babilonia y a otros lugares, y dejaron Judá hecha una desolación habitada solo por los pobres. No fue sino hasta que los persas conquistaron Babilonia que a los judíos se les permitió volver a Jerusalén y reconstruir la ciudad, y lo que es más importante, su templo.
Los judíos que regresaron de Babilonia compilaron la Biblia judía. Lo más importante para ellos era la Torá —los libros de la Ley—, los primeros cinco libros de la Biblia, los cuales se los atribuyeron a Moisés. Luego centraron su gobierno y su religión en torno a esos cinco libros.
Mientras tanto, los persas eran conquistados por Alejandro Magno, y Judá se volvió parte de su imperio y luego de sus sucesores. De hecho, se trató de una zona muy disputada por dos de sus sucesores, los seléucidas macedonios, asentados al norte de Israel, y los tolomeos macedonios, con base en Egipto. Fue por aquella época que el griego se unió al arameo como lengua común en el Medio Oriente. En Israel, el hebreo fue relegado al uso en el templo y en las sinagogas.
Tras una intensa provocación por parte de los seléucidas, los judíos se rebelaron y obtuvieron su independencia bajo una dinastía judía llamada primero los macabeos y posteriormente los hasmoneos. Cuando los macabeos llegaron al poder en Judea, se propusieron conquistar las tierras a su alrededor e incorporarlas a su propio reino. Fue alrededor del año 100 a.C. cuando conquistaron la zona de Galilea. Ya existía una población nativa de israelitas que vivían allí y parece que más judíos se mudaron allí por esa época. Sin embargo, el gran cambio fue que los hasmoneos impusieron en la zona sus leyes, las leyes de los primeros cinco libros de la Biblia, de tal modo que los habitantes del lugar también se volvieron judíos de religión.
Antes de esa época no estaba claro cuáles eran las creencias religiosas de los galileos. Si recuerdan, sus ancestros habían abandonado la adoración a Dios en el templo judío y en vez de eso adoraban los mencionados becerros de oro. Posteriormente, al menos algunos de ellos adoptaron la adoración a los dioses fenicios. No se sabe cuánto quedaría de la adoración a Dios conforme a la antigua costumbre judía. Sin embargo, en la época en que nació Jesús, en Galilea se seguía la religión judía, si bien por entonces los regían otros conquistadores, los romanos, por medio de Herodes, un rey subordinado a ellos. La familia de José, el padre terrenal de Jesús, era de Judá, específicamente de Belén, pero no se sabe si era galileo de primera generación o si su familia había estado allí más tiempo que eso.
Todo eso para decir que los judíos de Judea y de la zona cercana a Jerusalén no tenían un buen concepto de los galileos. Los consideraban campesinos incultos. Al parecer tenían un acento marcado, tal como indica el comentario que le hicieron a Pedro la noche del juicio a Jesús: «Tú (también estabas con Jesús el galileo…) porque aun tu manera de hablar te descubre» (Mateo 26:73).
Los principales sacerdotes y los fariseos pensaban que la sola idea de que un profeta, ya no digamos el Mesías, saliera de Galilea, era un absurdo. Hasta se burlaron de Nicodemo, uno de los suyos, por pensar que aquello podía ser posible. «¿Eres tú también galileo? Escrudiña y ve que de Galilea nunca se ha levantado profeta» (Juan 7:52).
También parece que Nazaret, la aldea donde vivía Jesús, tenía una reputación especialmente mala. Juan relató que Natanael, uno de los discípulos de Jesús, había dicho: «¿De Nazaret puede salir algo de bueno?» (Juan 1:46). De hecho, parece que Galilea era algo así como un centro de rebelión. El libro de los Hechos señala que un tal Judas de Galilea había iniciado una revuelta antes de que lo mataran y que sus secuaces fueron dispersados (véase Hechos 5:37). Igualmente, los romanos habían aplastado allí una revuelta alrededor del año en que nació Jesús y destruyeron Séforis, la ciudad más importante de Galilea, la cual quedaba a poca distancia de Nazaret.
Jesús realizó la mayor parte de su ministerio en Galilea y solo de vez en cuando iba a Judea. Jesús realmente fue el Dios pueblerino. No es de asombrarse que muchos judíos lo recibieran con dureza. A veces me quedo pensando si yo lo habría recibido a Él y Sus enseñanzas de haber vivido yo en aquellos tiempos. Procura imaginarte siguiendo a un tipo con un acento provinciano proveniente de uno de los lugares más pobres de tu país.
Pero de seguir, lo siguieron. Y no solo gente de Galilea, sino judíos de todas partes del mundo Mediterráneo. Solo cincuenta días después de haber sido ejecutado de forma humillante en Jerusalén, miles de judíos que se reunieron allí para celebrar una importante fiesta religiosa decidieron que aquel galileo no era solo un profeta sino también el tan esperado Mesías, y acogieron a aquel flamante movimiento cristiano. Los historiadores calculan que por aquella época Jerusalén tenía una población aproximada de sesenta mil habitantes. De manera que aquella masiva conversión, seguida por una conversión similar unas semanas después, venía a ser el 13% de la población. ¿Qué fue lo que les pasó?
Lo que pasó fue que Dios entró en sus vidas de un modo muy significativo. El movimiento cristiano se había puesto en marcha. Y al poco tiempo ya no eran solamente judíos, sino gente de diversos países del Imperio Romano y de más allá que aceptaron la creencia en el Dios pueblerino.
Llevó un tiempo, más de trescientos años, antes de que en muchos lugares fuera aceptable, incluso preferible, ser cristiano. No obstante, desde lo que se pudiera considerar uno de los lugares más insignificantes de la provincia más conflictiva en el mundo romano, un hombre —que predicó durante unos tres años y fue ejecutado como un rebelde cuando tenía treinta y pocos— inició una religión de amor a Dios y al prójimo que todavía sigue con nosotros en la actualidad. Y ese Dios Hombre, Jesús, está todavía con nosotros hoy en día, y estará con nosotros para siempre y nosotros con Él. Y cuando uno se pone a pensar en todo eso, resulta realmente asombroso.
Adaptado de Solo1cosa, textos cristianos para la formación del carácter de los jóvenes.
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