El día del Señor
Peter Amsterdam
[The Day of the Lord]
En el capítulo 4 de 1ª a los Tesalonicenses, Pablo planteó el tema de los cristianos que habían partido cuando escribió: «Tampoco queremos, hermanos, que ignoren acerca de los que duermen, para que no se entristezcan como los demás que no tienen esperanza» (1 Tesalonicenses 4:13). Pablo empleó la metáfora los que duermen para referirse a los que habían muerto; pero varios versículos después (en muchas de las versiones) menciona a los que han partido y los llama los muertos (1 Tesalonicenses 4:16).
La razón por la que Pablo quería que los creyentes estuvieran informados sobre los cristianos fallecidos era que «no se entristecieran como los demás que no tienen esperanza». No es que Pablo sugiriera que los creyentes no debían llorar la partida de sus seres queridos; más bien, como escribió un autor: «Su pena y dolor se debían atenuar e iluminar mediante la esperanza que abrigaban basada en la resurrección de Cristo y la promesa de Su venida»1.
Pablo prosigue diciendo: «Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, de la misma manera Dios traerá por medio de Jesús, y con Él, a los que han dormido» (1 Tesalonicenses 4:14). Una de las creencias fundamentales del cristianismo es que Jesús murió y resucitó. Pablo en esa oportunidad probablemente citaba un credo que circulaba entre los creyentes y que se empleaba en la iglesia tesalonicense de la época. La muerte y resurrección de Cristo se presentaba como garantía de la resurrección de los creyentes (Romanos 8:11; 2 Corintios 4:14).
«Les decimos esto por palabra del Señor: Nosotros, que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, de ninguna manera precederemos a los que ya durmieron» (1 Tesalonicenses 4:15). Por algún motivo era relevante que los tesalonicenses supieran que cuando volviera Jesús, los creyentes que estuvieran vivos no tendrían precedencia sobre los que ya habían muerto.
El pasaje continúa diciendo: «Porque el Señor mismo descenderá del cielo con aclamación, con voz de arcángel y con trompeta de Dios; y los muertos en Cristo resucitarán primero» (1 Tesalonicenses 4:16).
En este versículo, donde Pablo menciona el advenimiento del Señor, la palabra griega alusiva a ello era parusía. Ese término por lo general significaba el glorioso «advenimiento» de un soberano o gobernante que visitaba una ciudad. Tales visitas eran motivo de grandes celebraciones, que incluían banquetes, discursos de elogio para los visitantes, y la consagración de estatuas, así como la construcción de arcos y edificios nuevos. Los funcionarios y habitantes de ese lugar se vestían con elegantes atuendos y salían del perímetro urbano para recibir al soberano y escoltarlo hasta la ciudad.
Pablo se valió del concepto de parusía para describir la venida de Jesús y la gloria y la ceremonia que acompañarán Su regreso. Paralelamente quería tranquilizar a los tesalonicenses asegurándoles que todos los cristianos, tanto los vivos como los ya fallecidos, tomarían parte en ese extraordinario acontecimiento. El regreso de Jesús no será en secreto: Primero, sonará una voz de mando. No se nos dice quién la emite, pero puede que se trate de Dios Padre, que pronuncia la orden de que los muertos en Cristo se levanten.
El regreso de Jesús vendrá acompañado por una voz de arcángel y el sonido de la trompeta de Dios. En la época de Pablo las trompetas se tocaban en ejercicios militares y en eventos como las procesiones fúnebres. En este caso los muertos oirán el potente clamor de trompeta de Dios y responderán a su orden de resucitar. Tanto en este pasaje como en 1 Corintios 15:52, la trompeta de Dioscorresponde al llamado para la resurrección de los muertos.
Cuando se oiga la voz de trompeta de Dios, los muertos en Cristo resucitarán primero. No todos los muertos resucitan en ese momento; pero únicamente los que hayan recibido, antes de morir, la salvación por medio de Cristo. Pablo quería aclararle a los tesalonicenses que los creyentes ya fallecidos estarán presentes cuando retorne Jesús.
Pablo sigue diciendo: «Luego nosotros, los que vivimos y habremos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para el encuentro con el Señor en el aire; y así estaremos siempre con el Señor» (1 Tesalonicenses 4:17). Una vez que los muertos resuciten, estos se unirán a los cristianos que estén vivos, y juntos se irán al encuentro con el Señor en el momento de su parusía, generalmente se lo denomina «el rapto» o «arrebatamiento». Al unirse los dos grupos, todos serán arrebatados.
Cuando escribe sobre el encuentro con el Señor en el aire, Pablo manifiesta claramente que son los cuerpos de los creyentes resucitados y de los creyentes vivos, y no solo sus almas, los que se encontrarán con el Señor en el aire. No explica cómo ocurrirá eso; empero, a partir de este y otros escritos suyos hace patente que él da por segura la transformación del cuerpo humano a un estado de inmortalidad. En otra parte, escribió que Jesús «transformará nuestro cuerpo mortal en un cuerpo glorioso semejante al Suyo, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas» (Filipenses 3:20,21).
El fin de este proceso, la resurrección, se consigna en la frase final: y así estaremos siempre con el Señor. Al retorno de Cristo, todos los creyentes, muertos o vivos, se unirán a Jesús, nuestro Rey y Salvador, y así estaremos siempre con el Señor.
Entonces, en 1ª a los Tesalonicenses 5, Pablo responde a la pregunta de los creyentes de la localidad: ¿Cuándo llegará el día del Señor? Escribe: «Acerca de los tiempos y de las ocasiones, hermanos, no tienen necesidad de que les escriba. Porque ustedes mismos saben perfectamente bien que el día del Señor vendrá como ladrón de noche» (1 Tesalonicenses 5:1,2).
No es de extrañarse que Pablo aborde la cuestión de la fecha en que tendrá lugar el día del Señor. Mucha atención se prestaba a ese tema en la literatura judía, como también en la Sagrada Escritura. En el libro de Daniel se formula la pregunta: «¿Cuándo será el final de estas cosas sorprendentes?»(Daniel 12:6). En el monte de los Olivos, los discípulos de Jesús le preguntaron: «Dinos, ¿cuándo serán estas cosas y qué señal habrá de Tu venida y del fin del siglo?»(Mateo 24:3). Jesús dejó muy claro a Sus discípulos que solo Su Padre conocía el momento en que produciría el día del Señor (Mateo 24:36; Hechos 1:6,7).
En el contexto de la Escritura, el día del Señor se suele referir al momento en que Él vendrá a juzgar a los pueblos de la Tierra y a derramar Su ira a causa del pecado2. En cambio, para el pueblo de Dios, el día del Señor será un día de salvación (Zacarías 14:1–21). En las epístolas de Pablo, este suceso es conocido como «el día de nuestro Señor Jesucristo» (1 Corintios 1:8; Filipenses 1:6, 9–10).
Puesto que no era posible para los creyentes saber cuándo llegaría ese día, se los urgía a estar preparados en todo momento. Esto se aplica a todos los cristianos, los del pasado, los del presente y los del futuro. «Ustedes también estén preparados, porque a la hora que no piensen vendrá el Hijo del Hombre» (Lucas 12:39,40). El día del Señor vendrá repentinamente, en un momento insospechado, como cuando un ladrón asalta una casa en plena noche. Pablo no dijo que no habría señales antes del fin, pero sí quería recalcar que puesto que es imposible conocer el momento exacto del regreso de Jesús, deberían estar siempre preparados.
Habiendo manifestado que Su venida sería inesperada, Pablo pasa a explicar que los incrédulos no tendrían cómo ampararse de los juicios venideros. «Cuando digan: “Paz y seguridad”, entonces vendrá la destrucción de repente sobre ellos, como vienen los dolores sobre la mujer que da a luz, y de ninguna manera escaparán» (1 Tesalonicenses 5:3).
Entonces, Pablo compara a los creyentes tesalonicenses con los incrédulos en la ciudad: «Pero ustedes, hermanos, no están en tinieblas como para que aquel día los sorprenda como un ladrón» (1 Tesalonicenses 5:4). Pablo no pretende decir que la iglesia sabrá en qué momento llegará ese día; más bien manifiesta que los cristianos están preparados para el episodio final y por lo tanto no están en tinieblas.
Los autores del Nuevo Testamento presentan la salvación como pasar de las tinieblas a la luz. «Si bien en otro tiempo eran tinieblas, ahora son luz en el Señor»(Efesios 5:8). «Él nos ha librado del poder de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de Su amado Hijo» (Colosenses 1:13). Los creyentes de Tesalónica, al igual que la generalidad de los cristianos, están preparados porque son creyentes, y como consecuencia pueden anhelar la llegada de ese día.
Entonces, Pablo dice: «Todos ustedes son hijos de luz e hijos del día. No somos hijos de la noche ni de las tinieblas» (1 Tesalonicenses 5:5). Los «hijos de luz» son los que se han salvado de las tinieblas y están ahora integrados al reino de la «luz». El apóstol Pedro escribió: «Ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido, para que anuncien las virtudes de aquel que los ha llamado de las tinieblas a Su luz admirable» (1 Pedro 2:9).
En ese momento el apóstol Pablo cambia el sujeto y señala lo que nosotroslos cristianos deberíamos hacer. «Por tanto, no durmamos como los demás sino vigilemos y seamos sobrios» (1 Tesalonicenses 5:6). Ahora se les pide que actúen conforme a esa condición, como hijos de luz. Un autor lo explica así: «La conducta del cristiano debe distinguirse de la de “los demás”, los incrédulos cuya vida está determinada por el “letargo” de la indiferencia moral y el pecado»3.
En vez de andar «dormidos» en el pecado, Pablo insta a los creyentes de Tesalónica a vigilar y ser sobrios. O mantenernos alerta y en nuestro sano juicio (NVI). El llamado es, pues, a estar alerta y ser vigilantes tanto en el plano espiritual como en el moral y ejercitar el dominio propio. El pasaje continúa: «Nosotros que somos del día seamos sobrios, vestidos de la coraza de la fe y del amor, y con el casco de la esperanza de la salvación» (1 Tesalonicenses 5:8). Junto con ser sobrios y estar preparados para el día del Señor, los creyentes deben también armarse de las virtudes cristianas: la fe, el amor y la esperanza.
Entonces, Pablo pasa a hablar de la diferencia en el destino de cristianos e incrédulos: «No nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo, quien murió por nosotros para que, ya sea que velemos o sea que durmamos, vivamos juntamente con Él» (1 Tesalonicenses 5:9,10). Durante el retorno del Señor, los cristianos obtendrán la salvación, no por ningún mérito propio sino por el amor y la gracia de Dios consumados en la muerte expiatoria de Jesús y Su resurrección. Esta salvación final se describe como vivir juntamente con nuestro Señor Jesucristo. ¡Qué maravilla!
Pablo concluye este capítulo diciendo: «Por lo cual, anímense los unos a los otros y edifíquense los unos a los otros, así como ya lo hacen» (1 Tesalonicenses 5:11). Los creyentes de Tesalónica habían abrigado inquietudes sobre el día del Señor, ligadas a la cuestión de los muertos en Cristo. Les da instrucciones para que se animen y se consuelen unos a otros y se recuerden entre sí que Dios ya ha traído a salvación, tanto a los que vivan como a los que ya hayan partido. Que esto también nos anime a nosotros.
Publicado por primera vez en marzo de 2023. Adaptado y publicado de nuevo en marzo de 2025.
1 Green, Gene L., The Letters to the Thessalonians (Grand Rapids: Eerdmans, 2002), 219.
2 Véase Ezequiel 30:3; Joel 1:15, Amós 5:18, 20; Sofonías 1:14; Hechos 2:20; 2 Pedro 3:10.
3 Green, The Letters to the Thessalonians, 238.