El Cielo: Nuestra eterna morada
Recopilación
[Heaven: Our Eternal Dwelling Place]
El mismo Dios del amor mora en el Cielo. El Cielo es el palacio o santuario del Santo y Altísimo, Aquel cuyo nombre es amor, y que es tanto la causa como la fuente de todo amor sagrado. Dios, en lo que respecta a Su esencia, se encuentra en todos lados. Llena tanto los cielos como la tierra. Sin embargo, se dice que, en algunos aspectos, se encuentra más especialmente en algunos lugares que en otros.
En la Antigüedad se decía que vivía en la tierra de Israel más que en ninguna otra tierra; en Jerusalén, más que en ninguna otra ciudad de esa tierra; en el Templo, más que en ningún otro edificio de esa ciudad; en el lugar santísimo, más que en ningún otro recinto del Templo; y en el propiciatorio o la cubierta de la misericordia, sobre el Arca del Pacto, más que en ningún otro lugar dentro del sanctasanctórum o lugar santísimo. Pero el Cielo es Su morada por encima de cualquier otro lugar del universo, y todos los lugares en los que se decía que vivía en la Antigüedad no son sino reflejos de eso. El Cielo es la parte de la creación que Dios ha creado para ese fin: para ser el lugar de Su gloriosa presencia y Su morada para siempre. Y allí Él vivirá y se manifestará en gloria por toda la eternidad.
Y ello hace que el Cielo sea un mundo de amor, porque Dios es la fuente del amor, de la misma manera que el sol es la fuente de luz. Por tanto, la gloriosa presencia de Dios llena el Cielo de amor, de la misma manera que el sol en lo alto del cielo visible llena el mundo de luz. […]
Allí habita Cristo, el Cordero de Dios, el Príncipe de Paz y del Amor, Quien de tal manera amó al mundo que derramó Su sangre y entregó Su alma a la muerte por el bien de los hombres. Allí habita el gran Mediador, mediante el cual todo amor divino se expresa a los hombres y los frutos de ese amor han sido adquiridos por Él, y a través de Quien son comunicados y se imparte el amor al corazón del pueblo de Dios. […]
Cristo ama a todos Sus santos en el Cielo. Su amor rebosa a toda Su iglesia congregada allí y a cada miembro individual de ella. Y todos ellos, en un solo corazón y una sola alma, se unen en amor a Su Redentor. Todo corazón ha contraído matrimonio con este santo y espiritual Esposo, y todos se regocijan en Él, mientras los ángeles se unen a ellos en amor. Los ángeles y los santos se aman unos a otros. Todos los miembros de la gloriosa sociedad del Cielo están sinceramente unidos. No hay un solo secreto o enemigo entre ellos.
No existe allí corazón que no rebose de amor, ni habitante solitario que no sea amado por todos los demás. Y como todos son preciosos, todos ven el encanto del otro con suma complacencia y deleite. Todas las almas se aman entre sí, y el amor es mutuo, pleno y para siempre entre todos los bendecidos habitantes. Jonathan Edwards (1703-1758)
El correr del velo
Durante mis prácticas de medicina cuidé de pacientes en sus últimas horas, pero aquella era la primera vez que —siendo el médico residente de mayor antigüedad— estaría a cargo cuando muriera un paciente. No sabía qué esperar.
—Dr. Anderson —dijo la anciana mujer, su voz empezando a apagarse—, ¿sostendría mi mano? Voy a ver a Jesús, y preciso un ayudante.
Aquella noche vi por primera vez cómo se corre el velo que separa esta vida de la siguiente. Mientras sostenía las manos de aquella mujer moribunda, sentí el calor de su alma pasar junto a mi mejilla en el momento que abandonó su cuerpo, arrebatada por una inexplicable y suave brisa en una habitación con ventanas y puertas cerradas. Reconocí la fragancia de lila y cítricos, y supe que se había corrido el velo para permitir a aquella alma continuar al más allá.
Desde aquella primera paciente, he acompañado a innumerables otros a las puertas del Cielo y he visto cómo entraban al Paraíso. En muchas ocasiones, sosteniendo las manos de quienes partían, Dios me permitió mirar la entrada del Cielo, donde vi a cada paciente pasar al otro mundo.
He sentido a Jesús al otro lado, de pie en el vestíbulo del Cielo, dando la bienvenida a los muertos que volvían a estar sanos. He alcanzado a percibir colores e imágenes surrealistas y sonidos más intensos que ninguna otra cosa que podría sentir en este mundo ordinario. He inhalado las fragancias de lila, cítricos, cedro recién tallado, pan horneado… aromas más intensos de lo que habría considerado posible. En ocasiones, incluso he visto a pacientes abandonar este mundo solo para volver momentos después. […]
Lo que esas experiencias tienen en común es la intensidad de las vistas, los sonidos, las fragancias y los sentimientos que he percibido. El Cielo es más real que ninguna experiencia terrena, y la sensación de paz, alegría y amor desbordante escapa a toda descripción. Reggie Anderson[1]
Dios va a prepararnos un lugar
El Cielo no es un lugar imaginario, una idea o un sueño celestial que experimentaremos por los siglos de los siglos. Jesús dijo: «Voy a prepararles un lugar» (Juan 14:3). Un lugar donde el cuerpo glorificado y verdadero se comunicará con otras personas, caminará entre ellas, y será alguien. Es un lugar donde nos conoceremos los unos a los otros. […]
Querido Dios, gracias por amarnos tanto como para preparar el Cielo para nosotros. Gracias por darnos a Tu único hijo como la entrada a ese hogar celestial, ese lugar al que nos has permitido pertenecer. Has creado el sol, la luna, las estrellas y mundos más allá del nuestro que son inimaginables y radiantes. Continúas creando e inventando nuevas formas de traernos Tu luz eterna.
Nos has preparado para el Cielo dándonos vislumbres de la maravilla, la gracia, la comunidad y el compañerismo que existirán allí. Estamos emocionados de vivir para siempre en nuestra relación contigo. Queremos esa intimidad, esa cercanía, esa plenitud y ese amor. Por favor guíanos ahora en la Tierra, para que podamos vivir eternamente a Tu lado. Gracias por este milagro. Gracias, Dios, por nuestra morada celestial. Amén. Charles Stanley[2]
Un lugar fuera de serie
Cuando estuve en la Tierra dije a Mis discípulos que iría delante de ellos a prepararles un lugar donde estaremos juntos para siempre (Juan 14:2-3). Ese lugar está destinado a todos los que me han convidado a entrar en su corazón y en su vida. Será el sitio más maravilloso que ha habido jamás, perfecto en todo sentido. También he preparado magníficas moradas en la casa de Mi Padre donde podrán gozar de la belleza que habrá en su eterno hogar celestial (Juan 14:2).
Si me has aceptado como tu Salvador, te cuentas entre Mis mejores amigos, y te tengo preparada una de esas moradas. He reservado un rincón del Cielo solo para ti. Allí se enjugarán todas tus lágrimas, se borrará todo tu dolor y tus pesares, y serás totalmente feliz. Eso es lo que te aguarda cuando tu vida terrenal llegue a su fin.
Tal vez pienses que no te lo mereces. Pero es que te amo más de lo que eres capaz de concebir, y esos son obsequios que te hago. Cuando le haces un regalo a alguien, no estás pensando en lo que él pueda hacer por ti ni en si se lo merece. Se lo haces porque lo amas. Tu futuro en el Cielo es Mi regalo eterno para ti. Jesús
Publicado en Áncora en noviembre de 2024.
[1] Dr. Reggie Anderson, 30 Daily Appointments with Heaven (Tyndale House Publishers, 2013).
[2] Charles Stanley, The Gift of Heaven (Thomas Nelson, 2017).
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