El camino, la verdad y la vida
Peter Amsterdam
El capítulo 13 de Juan explica que la noche que precedió al arresto y la crucifixión de Jesús, Él comió con Sus discípulos en lo que el Evangelio de Marcos y el de Lucas describen como un gran aposento alto (Lucas 22:12, Marcos 14:15). Los discípulos no se imaginaban que esa sería su última comida con Jesús.
Mientras comían, Judas salió para traicionar a Jesús ante las autoridades. Una vez que se hubo marchado, Jesús dijo a Sus discípulos que sería glorificado y añadió: «Hijitos, aún estaré con vosotros un poco. Me buscaréis, pero, como dije a los judíos, así os digo ahora a vosotros: A donde Yo voy, vosotros no podéis ir». Cuando el apóstol Pedro le preguntó a Jesús adónde iba, Él le respondió: «A donde voy, no me puedes seguir ahora, pero me seguirás después» (Juan 13:33,36).
Es fácil imaginarse la sorpresa que debió de causar esta noticia a los discípulos. Ellos habían dejado su casa, su familia y sus medios de subsistencia para seguir a Jesús durante años, y ahora Él les decía que se iba y que ya no estarían con Él. Pedro no fue el único que le hizo preguntas a Jesús. También se las hicieron Tomás, Felipe y Judas ([no el Iscariote]; Juan 14:5, 8, 22). Debió de ser desconcertante y tremendamente entristecedor para ellos enterarse de que Jesús se iba, sobre todo después de escuchar que uno de sus mejores amigos lo iba a traicionar.
Jesús confortó a Sus discípulos diciéndoles: «No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en Mí. En la casa de Mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, Yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez y os tomaré a Mí mismo, para que donde Yo esté, vosotros también estéis. Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino» (Juan 14:1-4).
Tras hablarles de Su partida, les explicó que todo se arreglaría, que Su marcha no sería tan desastrosa como se imaginaban, que iba a la casa de Su Padre a prepararles un lugar para poder estar juntos de nuevo. Muy probablemente en este caso cuando habla de que volverá se refiere a Su regreso al final de esta era, a Su segunda venida.
También hizo hincapié en que ellos sabían adónde iba. Sabían seguirlo. Si seguían por el camino por el que Él los había conducido, llegarían adonde Él estaría. No obstante, Tomás, al igual que Pedro antes, estaba perplejo y pidió una aclaración. «Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?» (Juan 14:5).
Probablemente se imaginaba el camino como una vía hacia un destino concreto, no una forma de ser. Su pregunta motivó a Jesús a hacer la siguiente clarificación: «Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por Mí» (Juan 14:6).
La cuestión principal era que Él era el camino. Pero Jesús no estaba dando indicaciones, sino explicando que el camino era una persona —Él mismo— y el destino una persona —Su Padre—. Por ser el camino, Jesús hace de enlace entre los perdidos y Su Padre. Sin Él, nadie puede ir al Padre. La única manera de que una persona estableciera una relación con el Padre y accediera a la vida eterna era por medio de Él. Ese mismo mensaje aparece en múltiples versículos del Nuevo Testamento.
«De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a Su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él. El que en Él cree no es condenado; pero el que no cree ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios» (Juan 3:16-18).
Jesús entró en nuestro mundo y dio Su vida para hacer posible nuestra salvación. Él es el camino que conduce a la salvación. «Yo soy la puerta: el que por Mí entre será salvo; entrará y saldrá, y hallará pastos» (Juan 10:9). «Hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo hombre» (1 Timoteo 2:5). «Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo» (Romanos 10:9).
Por ser el camino, Jesús es la única manera de entablar una relación con el Padre. «En ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos» (Hechos 4:12).
Dios ama al mundo y a todos sus pobladores. Por consiguiente, abrió un camino para la salvación ofreciéndonos a Su Hijo, que murió por nosotros para que pudiéramos acceder a la presencia de Dios, formar parte de Su familia y llamarlo Padre. El camino que conduce a Dios pasa por Jesús.
Jesús dijo también que Él era la verdad. En el Antiguo Testamento, a Dios se lo llama «Dios de verdad» (Isaías 65:16).
Por lo general entendemos la verdad como lo contrario de la falsedad, o la realidad como lo contrario de lo que es mera apariencia. No obstante, la palabra hebrea ‘emeth, que en el Antiguo Testamento se traduce como «verdad», puede significar también fidelidad, confiabilidad, estabilidad, firmeza. Al referirse a Dios, ese término denota no solo Su sinceridad y veracidad, sino también Su absoluta confiabilidad e integridad. El Padre es el Dios de verdad en ambos sentidos.
El Nuevo Testamento dice que Jesús está «lleno de gracia y de verdad» (Juan 1:14). «Este es el verdadero Dios y la vida eterna» y «la verdad […] está en Jesús» (1 Juan 5:20; Efesios 4:21).
Tal como Él dijo a Pilato justo antes de Su crucifixión: «Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad» (Juan 18:37). Así como el Padre es verdad, también el Hijo es verdad.
Además de decir que Él es el camino y la verdad, Jesús dijo que Él es «la vida». En este contexto, vida significa principalmente vida eterna. Una y otra vez, el Nuevo Testamento aclara que Jesús es el medio para acceder a la vida eterna, y que la fe en Él resulta en vida eterna.
«Como el Padre tiene vida en Sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en Sí mismo. Como el Padre levanta a los muertos y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida» (Juan 5:26, 21). «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en Mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en Mí, no morirá eternamente» (Juan 11:25,26).
«Dios nos ha dado vida eterna y esta vida está en Su Hijo. El que tiene al Hijo tiene la vida». «Esta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado» (1 Juan 5:11,12; Juan 17:3).
Jesús, a quien amamos y servimos, es el camino que conduce a la vida eterna con el Padre. Él es la verdad, tanto en el sentido de absoluta veracidad como en el de fidelidad y confiabilidad. Es también la vida, el dador de vida; y cuando dio Su vida por nosotros, hizo posible que viviéramos para siempre con Él.
Publicado por primera vez en mayo de 2018. Texto adaptado y publicado de nuevo en enero de 2023.
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