El bosque musical
Curtis Peter van Gorder
Se le conoce como el más humano de los instrumentos pues tiene la noble misión de expresar nuestras emociones más profundas. Canta en su profunda resonancia para llegar el alma. Con frecuencia en la parte más emocionante de una película, se escuchará un violín o un violonchelo para enfatizar la emoción del momento. Como dijera el famoso violinista Joshua Bell: «Cuanto interpretas una pieza de violín, te conviertes en un cuentacuentos.»
¿Qué hace a este instrumento tan especial? Mucho estudio se ha llevado a cabo en los últimos 300 años desde los años dorados de la fabricación de violines por fabricantes como Stradivarius. A los violines se les ha hecho radiografías, han sido analizados y medidos de cientos de maneras distintas, sin embargo, el misterio persiste. Ciertas cosas desafían las mediciones.
En la zona alta de los Alpes italianos hay un bosque llamado el Bosque Musical (Il Bosco Che Suona)[1]. Aquí es donde nacen los mejores violines. Los mejores árboles soportan la rigurosidad del clima. Lorenzo Pellegrini es un guardabosque o un jardinero del bosque, como se describe él mismo. Nos cuenta con pasión cómo deberían crecer los árboles para hacer violines: «¡Lenta, lenta, lentamente! En lo alto de estas montañas crecen con tal lentitud que en ocasiones dejan de crecer por completo. Solo se fortalecen. Aquí arriba hay árboles que tienen mil años de antigüedad. Increíble, ¿verdad? Y no debe haber demasiada agua. El núcleo del árbol debe permanecer seco. De ahí sale la mejor madera. Sólida y ¡de enorme resonancia!», exclama.
Debemos recordar esto cuando pasemos por épocas secas o por el valle de lágrimas (Baca), como lo llama el salmista. Puede que el Maestro fabricante o lutier[2] nos esté preparando para convertirnos en un instrumento que resonará con belleza y conmoverá al oyente con lágrimas de alegría.
El salmista utiliza el valle de lágrimas de manera simbólica para ilustrar un camino en la vida difícil y penoso. El nombre del valle indica una región seca y árida ya que es en esos lugares donde normalmente crecen los sauces llorones (resina que gotea). Cuando la gente viajaba a Jerusalén para adorar pasaban por aquel lugar desolado y triste, sin embargo, al final su viaje valía la pena:
«Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas, en cuyo corazón están tus caminos. Atravesando el valle de lágrimas lo cambian en fuente, cuando la lluvia llena los estanques. Irán de poder en poder; verán a Dios en Sion.»[3]
Del mismo modo, los que experimentan sufrimiento en esta vida, y ¿quién no?, pueden hallar fortaleza en su fe en Dios. Si ponemos al Señor en el sitio que le corresponde, veremos que el valle de lágrimas se vuelve un lugar muy diferente. La travesía de un cristiano fiel en épocas difíciles es una expedición paso a paso del «irán de poder en poder.» Tomado de gotquestions.org
Personal especializado selecciona el árbol perfecto por su calidad tonal o timbre musical. Gente como Marcello Mazzucchi, un guardabosque ya retirado que se denomina a sí mismo «alguien que escucha los árboles», y añade: «Los observo, los toco y a veces hasta los abrazo. Si los observas detenidamente, te contarán la historia de su vida, sus traumas, sus alegrías, todo. Son unas criaturas sumamente humildes.» Marcello ignora los árboles que tienen demasiadas ramas o defectos. Al final encuentra uno que parece perfecto: «Fíjese, apunta directamente hacia arriba. Es muy cilíndrico. No tiene ramas en la base. Si me preguntan, diré que hay un violín atrapado dentro.»
Mazzucchi saca un taladro manual y lo hace girar como un sacacorchos a través de la corteza. Escucha detenidamente el sonido del golpeteo que hace el taladro cada vez que toca un nuevo anillo del árbol. Saca una muestra del núcleo y luego de examinarlo cuidadosamente, exclama: «¡Magnífico!»
Jesús dice que nosotros no lo escogimos a Él, sino que Él nos escogió a nosotros[4]. Pero a diferencia del árbol perfecto para violín, Jesús no escoge a la gente porque sea buena o perfecta. Si echamos un vistazo a héroes bíblicos como Noé y Abraham, o a los doce apóstoles, vemos que, al igual que nosotros, están llenos de imperfecciones. Debe ser que el Señor perfecciona Su obra en nosotros[5]. Seguramente ve el potencial en cada uno de nosotros y algo «magnífico» que a veces nosotros no percibimos.
Antes de cortar, Mazzucchi se asegura que haya diminutos arbolitos creciendo cerca para las futuras generaciones de violines. «En mi carrera habré talado un millón de árboles», dice Mazzucchi. «Pero en su lugar han crecido más de cien millones.»
Talar un árbol adulto dejará pasar la luz del sol para que los arbolitos bebés maduren. «Apenas cae un árbol a tierra, los que nacieron y sufrían en la sombra empiezan a crecer más rápido», nos dice el jefe de guardabosques. Y algunos serán destinados a convertirse en instrumentos musicales para que los toque algún maestro en siglos venideros. El árbol muere, pero sigue viviendo en su nueva forma.
Así es la vida de los lutieres. Tienen visión de futuro. Al igual que estos guardabosques, nosotros también debemos fijarnos en nuestro legado y en las generaciones que vendrán después de nosotros. En el día correcto cuando las condiciones son óptimas, se corta el árbol en bloques y se dejan secar, y luego… se espera diez años o más antes de darles la forma de esa maravilla que llamamos violín[6].
La próxima vez que escuchen el sonido evocador de un violín, recuerden todo lo que conllevó hacerlo. De igual manera, puede que tú seas una obra en ciernes y lo que estés atravesando en la actualidad sea solo preparación para ese momento mágico cuando se abra el telón y el Maestro ponga el arco sobre tus cuerdas para que cuentes tu historia.
[1] Breve documental sobre estos bosques: https://www.youtube.com/watch?v=-rXrCcYANv0.
[2] Un lutier es un artesano que fabrica y repara instrumentos de cuerda que tienen puente (o cuello) y una caja de resonancia.
[3] Salmo 84:5–7.
[4] V. Juan 15:16.
[5] Salmo 138:8.
[6] El tiempo de secado o curado de un pedazo de madera para violín es de diez años o más, dependiendo de su tamaño y grosor. Mejor aún es una madera de cincuenta años (http://www.gussetviolins.com/wood.htm).
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