El asombroso amor de las madres
Recopilación
El amor de una madre es como un círculo; no tiene principio ni fin. Da vueltas y vueltas, en permanente expansión, y conmueve a todas las personas que toca. Las envuelve como la niebla matinal, las entibia como el sol del mediodía y las cubre como un manto de estrellas vespertinas. El amor de una madre es como un círculo; no tiene principio ni fin. Art Urban
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La maternidad da mucho trabajo. No hay forma de hacer que sea fácil. Se necesita la fuerza de Sansón, la sabiduría de Salomón, la paciencia de Job y la fe de Abraham. Este último tenía mucha fe: fue el padre de la fe y el padre de los fieles. También hace falta el amor de Dios, de eso no cabe duda. Y también se podría decir que la perspicacia de Daniel y el valor de David. Por lo menos la capacidad administrativa de David. David era un luchador, y para ser madre hay que luchar mucho. ¡Menudo trabajo!
A mi juicio, se podría decir que la labor de una madre es la vocación más importante, ¡la mejor! Las madres de la siguiente generación son las que moldean el futuro. El mundo del mañana será como lo hagan las madres de hoy, según cómo eduquen a sus niños.
Antes decían: «La mano que mece la cuna es la que rige el mundo». ¡Y es verdad! Mi madre fue la persona que tuvo mayor influencia en mí. David Brandt Berg
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Todo lo que soy —o aspiro a ser—, se lo debo al ángel que tuve como madre. Abraham Lincoln
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Los hombres son lo que sus madres han hecho de ellos. Ralph Waldo Emerson
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El destino del niño es siempre obra de la madre. Napoleón Bonaparte
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Un muchachito se acercó a su madre y le entregó un papel que él había escrito. Decía:
Por cortar el pasto: 5 dólares
Por limpiar mi cuarto esta semana: un dólar
Por traerte algo de la tienda: 50 centavos
Cuidar a mi hermanito mientras hacías compras: 25 centavos
Por sacar la basura: un dólar
Por sacar buenas calificaciones: 5 dólares
Por limpiar y rastrillar el patio: 2 dólares
Cantidad total que se debe: $14,75 dólares
La madre miró al niño que estaba de pie con actitud expectante. Se notaba que a la madre le llegaban los recuerdos como un relámpago. Tomó un bolígrafo y la hoja donde el niño había escrito y al reverso escribió:
Por los nueve meses que te llevé mientras crecías en mi interior: es gratuito, sin cargo.
Por todas las noches en que estuviste enfermo y me quedé junto a ti, que te curé y que oré por ti: sin cargo.
Por todos los ratos de angustia, y todas las lágrimas en todos estos años: no hay cargo.
Por todas las noches llenas de temor y por las preocupaciones que sabía que vendrían: sin cargo.
Por los juguetes, la comida, la ropa y por limpiarte la nariz, hijo: no hay cargo.
Y cuando sumas todo eso, ves que el costo total del amor verdadero es sin cargo; es gratuito.
Cuando el niño terminó de leer lo que había escrito su madre, se le llenaron los ojos de lágrimas. Levantó la vista y le dijo a su madre: «Mamá, te quiero mucho». Luego, tomó el bolígrafo y con grandes letras escribió: «PAGADO». M. Adams, texto adaptado[1]
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La madre es la amiga más fiel que tenemos. Cuando nos asaltan grandes contrariedades... cuando la adversidad desplaza a la prosperidad... cuando nos abandonan los amigos que se regodeaban con nosotros en nuestros días radiantes... cuando se agigantan los problemas que nos asedian, así y todo ella se aferra a nosotros, y con tiernos preceptos y consejos procura disipar los nubarrones y devolver la serenidad a nuestro corazón. Washington Irving
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La madre es el banco en el que depositamos todo nuestro dolor y preocupaciones. Anónimo
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No permito que nada esté por delante de mis hijos. Ellos siempre vienen primero. Si no tuviera suficiente comida, dejaría que mis hijos comieran primero. Si ellos dejaran algo, comería yo. Si no, esperaría hasta la próxima comida. Lillie Jackson
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Ella partió el pan y se lo ofreció a los niños, que se lo comieron con avidez.
—No guardó para ella —gruñó el sargento.
—Porque no tenía hambre —respondió un soldado.
—Porque es madre —rectificó el sargento.
Víctor Hugo
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En los Andes había dos tribus en guerra. Una tribu vivía en las llanuras y la otra en las altas montañas. Un día, los montañeses invadieron la tribu que vivía en las tierras bajas. Como parte del saqueo secuestraban un bebé de las familias de las tierras bajas. Así pues, se llevaron un niño a las montañas.
Los habitantes de las llanuras no sabían escalar la montaña. No conocían los senderos por los que transitaban los montañeses. Tampoco sabían cómo encontrar a los montañeses ni seguirles la pista en aquel terreno escarpado. De todos modos, enviaron a sus mejores combatientes para que subieran la montaña y trajeran de vuelta al bebé.
Al principio, los guerreros probaron un método tras otro para escalar la montaña. Intentaron subir por varios senderos. Luego de varios días, sin embargo, habían subido solo unos cientos de metros. Sintiéndose impotentes y sin esperanza, los habitantes de las llanuras llegaron a la conclusión de que era un caso perdido. Se prepararon para volver a la aldea.
Mientras guardaban sus cosas para prepararse para el descenso, vieron que la madre del bebé se acercaba a ellos caminando. Se dieron cuenta de que bajaba por la montaña que ellos no lograron averiguar cómo subir. Y luego vieron que llevaba al bebé atado a su espalda. Pensaban: «¿Cómo lo pudo hacer?»
Un hombre la saludó y le contó: «No logramos subir esa montaña. ¿Cómo lo hiciste cuando nosotros, los más fuertes y capaces de la aldea no pudimos hacerlo?»
Ella se encogió de hombros y dijo: «No era su bebé». Jim Stovall[2]
Publicado en Áncora en mayo de 2016.
[1] http://www.frtommylane.com/stories.htm.
[2] You Don’t Have to Be Blind to See (Nashville: Thomas Nelson, 2004), copiado de http://storiesforpreaching.com.
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