Disponibles para Dios
Peter Amsterdam
En el último artículo hablé de estar accesibles y disponibles para Dios y de cómo esa actitud nos proporciona alegría, satisfacción y felicidad, ya que nos lleva a estar en consonancia con Su voluntad, Su reino y Su Espíritu.
Quiero ahondar más en el concepto de estar disponibles para Dios, en particular a la luz de nuestra misión de difundir el Evangelio. Los cristianos hemos sido llamados a divulgar la buena nueva de la salvación. Es una tarea que Jesús encargó a Sus discípulos; y Sus discípulos actuales, que lo amamos y seguimos, somos Sus agentes, Sus representantes, y hemos sido designados y ungidos para ayudar a los que todavía no han descubierto la manera de establecer contacto con Él.
Cuando nos comprometemos a estar disponibles para Dios, abrimos la puerta para que Él nos conduzca a situaciones que nos permitan comunicar Su amor y Su mensaje. Teniendo en cuenta que eso es algo que Cristo nos encomendó, el ponernos a Su disposición para ese propósito debería ser altamente prioritario para todos nosotros. Deberíamos ponernos a Su disposición con intencionalidad, pues uno presta atención a lo que es su intención. Cuando tenemos la intención de ser instrumentos de Dios, reflexionamos sobre cómo podemos ampliar las oportunidades de que Él nos ponga en el camino de personas necesitadas; oramos sobre cómo podemos ser canales que transmitan Su amor y Su verdad; buscamos circunstancias propicias para hacer de voceros, de ejemplos, de agentes Suyos que afecten para bien la vida de los demás; estamos atentos para no dejar pasar las ocasiones de echarles una mano.
Si nos proponemos animar a nuestros semejantes y levantarles la moral, estaremos buscando oportunidades de saludar, de iniciar una conversación, de decir algo lindo, de mencionar al Señor siempre que se pueda. Cuando nos comprometemos a ponernos a disposición del Espíritu Santo y tenemos ese objetivo en nuestro corazón y en nuestra mente, es más fácil que reconozcamos y aprovechemos las oportunidades que se presenten. Aunque surjan en momentos inoportunos, es más probable que las descubramos y actuemos.
Claro que, cuando tomamos la resolución de ponernos a disposición de Dios a fin de que Él se sirva de nosotros para Sus propósitos, es posible que las oportunidades que nos presente estén fuera de nuestra zona de confort. Puede que requieran que tomemos la iniciativa, que nos exijamos más, que cambiemos, que nos arriesguemos, para todo lo cual hace falta fe y valor. Pero de verdad vale la pena dar esos pasos, pues al hacerlo permitimos que Dios se valga de nosotros para Sus propósitos y para Su gloria.
Puede que no alcancemos a ver el fruto de haber hecho lo que Dios nos indicó; pero en realidad eso no debería preocuparnos. Lo importante es ponernos a Su disposición para que nos encauce y nos guíe de maneras que contribuyan a que se haga Su voluntad en la vida de las personas a las que desea comunicar Su amor y salvación.
Aunque lo que Él nos sugiera que hagamos nos parezca insignificante, para Él es valioso. Puede que se trate del primer susurro que le dirige a una persona, o de un acto más dentro de una larga serie de hechos con los que Él la está acercando. Quizá se trate de regar donde otro creyente dispuesto plantó. Nuestras palabras de esperanza y aliento, nuestra actitud servicial, nuestra amabilidad y la verdad que transmitimos pueden ser los medios por los que Dios les muestra a los demás que los ama.
Cuando nos proponemos estar accesibles y disponibles para el Señor, surgen cantidad de oportunidades de dejar que Su luz brille a través de nosotros. Cuando estamos en comunión con Él, asimilamos Su Palabra, escuchamos Su voz y aplicamos lo que Él nos muestra y enseña, nuestra vida cotidiana resplandece con el calor y la luz de Su amor y refleja el Espíritu de Dios. Cuando vivimos íntegramente, cumplimos nuestra palabra, nos solidarizamos con los necesitados, nos regimos por nuestros valores cristianos, aportamos a la comunidad, tratamos con amor a los demás, nos interesamos por ellos y hacemos gala de otros atributos y actitudes cristianos, ejercemos una influencia. Nuestra vida habla y enseña.
Puede que no siempre estemos en condiciones de evangelizar abiertamente; pero aun así podemos hacernos el propósito de que nuestra vida sea un escaparate para los frutos del Espíritu y los beneficios de seguir a Jesús, un ejemplo de buenas decisiones basadas en sanos principios: el amor, el altruismo, la fidelidad y la generosidad. Dejar que la luz de Dios brille a través de nosotros es ponernos a Su disposición. Es vivir de una manera que refleje Su amor, Su verdad y las ventajas de creer en Él, a fin de que los demás se hagan una idea de cómo es Él y cómo es Su amor.
Para llevar una vida que refleje verdaderamente el amor, la luz y los principios divinos, es preciso que estemos accesibles y disponibles para Dios. Es preciso que haya intencionalidad de parte nuestra en ese sentido. Cuando ese es el sello distintivo de nuestra relación con Él, creamos las condiciones para que Su voluntad se cumpla por medio de nosotros. Nos convertimos en vehículos para que Su amor, misericordia, gracia y salvación lleguen a los demás. Vivimos para algo más que nuestros propios objetivos, y eso nos permite estar en armonía con los propósitos divinos. Como reza un viejo adagio, «no hay mejor habilidad que la disponibilidad», y eso es particularmente cierto en lo relativo a estar accesible y disponible para el Señor.
Publicado por primera vez en enero de 2015. Adaptado y publicado de nuevo en julio de 2019.
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