Dios habita en las alabanzas de Su pueblo
Recopilación
[God Inhabits the Praises of His People]
La frase: «Dios habita en la alabanza de Su pueblo», proviene del Salmo 22:3, que dice de Dios: «Tú eres santo. ¡Tú, que habitas entre las alabanzas de Israel!» Otras traducciones dicen: «Tú eres santo; estás entronizado en las alabanzas de Israel» o «habitas en la alabanza de Israel» (NTV; NIV). […]
Se cree que el rey David es el autor del Salmo 22. Es un grito de angustia; y resulta interesante que se asemeja en gran parte a lo que sucede en la crucifixión de Jesús, aunque se escribió mil años antes de que ocurrieran esos acontecimientos. […] En gran medida, en este salmo de lamento David se encuentra muy angustiado y se siente rechazado por el Señor; recuerda tiempos pasados de rescate e implora la ayuda de Dios. En síntesis, David le dice a Dios: «Eres santo y, sin embargo, te siento tan lejos. Pero nuestros antepasados te alabaron y confiaron en ti, y los libraste, así que haré lo mismo». […]
En este recordatorio, que Dios de hecho «habita en la alabanza de Su pueblo», se cree que David se recuerda a sí mismo que debe alabar a Dios en toda circunstancia, incluso cuando la situación parezca sin esperanza.
La importancia de alabar a Dios se menciona cientos de veces en la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Alabar a Dios significa decir o expresar de otra manera lo maravilloso y grande que creemos que es Dios y lo enorme que es nuestro amor por Él. Se puede hacer con palabras —por medio de la oración, la enseñanza, el canto o la escritura— u otros modos de expresarse, como el baile, pintar un cuadro o sencillamente abrir el corazón a Dios con amor en un rato de quietud y silencio. Puede significar hacer caso de los mandatos de Dios y saber que Él es el Señor, así como obedecer Sus mandamientos y entender que debemos seguir a Su Hijo, nuestro salvador Jesús.
Hebreos nos da una forma de ver la alabanza, señalando que debemos ofrecer «continuamente a Dios, por medio de Jesucristo, un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de los labios que confiesan Su nombre» (Hebreos 13:15). […] Siempre debemos alabar a Dios; en los buenos y malos momentos. En su carta a la iglesia primitiva en Tesalónica, el apóstol Pablo recuerda a los cristianos: «Estén siempre alegres, oren sin cesar, den gracias a Dios en toda situación, porque esta es Su voluntad para ustedes en Cristo Jesús» (1 Tesalonicenses 5:16–18).
Las Escrituras nos dicen que Dios nos escucha siempre y que en todo momento está con nosotros. Como dice Isaías 65:24: «Antes que me llamen, Yo les responderé; todavía estarán hablando cuando ya los habré escuchado». […] Porque estamos seguros de contar con Su presencia, sabemos en nuestro corazón que Dios está ahí: en los buenos y en los malos momentos, que siempre escucha, que siempre está con nosotros. En palabras de Moisés: «El Señor mismo marchará al frente de ti y estará contigo; nunca te dejará ni te abandonará. No temas ni te desanimes» (Deuteronomio 31:8).
El Salmo 22 nos recuerda esta verdad. Porque aunque Dios parezca estar lejos, no lo está. Desea nuestra alabanza y adoración en todas las cosas. Escucha y está muy presente. Así pues, alaba a Dios bajo el sol y en la tormenta: Él está allí. Jessica Brodie1
Un corazón dichoso
Para nosotros, los seguidores de Cristo, vivir agradecidos debería ser nuestra configuración predeterminada, teniendo en cuenta que Jesús murió para redimirnos de toda una eternidad separados de Dios. Eso debería darnos alas y aguante para superar y considerar intrascendente todo aquello que sea un plomo y nos impida volar. Yo, sin embargo, caigo en reacciones desagradecidas por cuestiones como el tráfico, el desorden, el estrés, la escasez de una cosa y el exceso de otra… En fin, ya sabes cómo es.
Así y todo, sé que en el panorama global los detalles cotidianos importan poco, y aspiro a tener gozo en mi alma. Permíteme que te refiera tres aspectos en los que me he venido concentrando con el fin de tener reacciones y actitudes más positivas.
Agradecer hasta lo más nimio. Estoy aprendiendo a fijarme en las cositas que generan alegría. La lista es kilométrica: el amanecer, una deliciosa taza de café, el aire fresco de la mañana, la risa de los niños, los fuertes brazos de mi marido, un buen libro, mi almohada y un largo etcétera. He descubierto que armarme de una larga lista de pequeñas alegrías es de lo más eficaz para amortiguar el impacto de algunos de los ladrillos que me lanza la vida.
No contar con ningún desenlace en particular. Esto no es nada fácil. Ha habido ocasiones en que estaba convencida de que una situación debía resolverse de cierta manera; pero había en juego factores que estaban fuera de mi control. Generalmente me cuesta decir: «Pase lo que pase estaré agradecida». Al fin y al cabo, ¿quién quiere estar agradecido por un mal diagnóstico o una solicitud de trabajo rechazada? No obstante, he aprendido que mi gratitud no debe basarse en el resultado, sino en el hecho de que Dios es bueno. Siempre. Aun cuando yo no alcance a comprender Su bondad.
Hacer memoria de la bondad de Dios. Pese a todo lo que me he preocupado, pese a todos los aprietos en que he estado y todas las experiencias penosas que me ha tocado vivir, ¿acaso no he salido bien librada de todo ello? Jamás me he visto en una situación de la que no me pudiera rescatar el amor de Dios. El apóstol Pablo dijo: «Si tenemos paciencia, nuestro carácter se fortalece y con un carácter así, nuestra esperanza aumenta» (Romanos 5:4). Cuando me detengo a hacer memoria de la bondad divina, esa verdad me invade el alma y recobro una actitud más agradecida. Marie Alvero
El templo de las alabanzas
El Cielo es un lugar en el que Dios está rodeado de alabanzas, y en la Biblia se describe como el templo de Dios (Salmo 11:4; Habacuc 2:20). Sin embargo, el máximo lugar donde Dios habita es con Su pueblo: «¡Aquí, entre los seres humanos, está el santuario de Dios! Él habitará en medio de ellos y ellos serán Su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios» (Apocalipsis 21:3; ver también Apocalipsis 21:22). Jesucristo reveló que Él es el templo del Señor (Juan 2:19–21), y ahora la presencia de Dios habita Su cuerpo: la iglesia (1 Corintios 3:16–17).
Las Escrituras repetidamente afirman que los creyentes individuales son «el templo del Dios vivo» y los templos del Espíritu Santo donde habita la presencia de Dios (1 Corintios 6:19; 2 Corintios 6:16). Toda la iglesia bien armada, «se va levantando para llegar a ser un templo santo en el Señor. […] Ustedes son edificados juntamente para ser morada de Dios por Su Espíritu» explica el apóstol Pablo en Efesios 2:21–22. […]
Dios todavía habita en las alabanzas de Su pueblo. Independientemente de cuáles sean nuestras circunstancias, sabemos que Dios es santo y lo hace todo bien. Podemos alabar al Señor incluso en medio de nuestra angustia. GotQuestions.org2
Vivir con adoración a Dios
Sentimos el amor de Dios más intensamente cuando nos centramos en Su voluntad y nos dedicamos plenamente a Su alabanza y propósito en nuestra vida. Se nos pide que permanezcamos con Dios, lo que significa que deberíamos vivir y actuar para adorar Su nombre. El verbo permanecer lleva un sentido de «habitar»; se nos pide que vivamos en la presencia de Dios. […]
Dios quiere que se haga Su voluntad en todo aspecto de nuestra vida. No lo hace para controlar directamente nuestras acciones, como si no tuviéramos libre albedrío. Sin embargo, cuando sometemos nuestra voluntad a la Suya, Él tiene libertad para obrar en nosotros de maneras que nunca podríamos imaginar.
La principal forma en que Dios obra en nuestro corazón y en nuestra mente es por medio de nuestras alabanzas. Cuando adoramos a Dios, se supone que debemos poner toda nuestra atención en Él. En términos sencillos, adorar es dar valor a Dios de algún modo. Actualmente, la mayoría de nosotros pensamos en la adoración como música, y sin duda es un aspecto de la adoración. Sin embargo, es mucho más que eso.
La verdadera adoración se vive cada minuto y a diario. Pablo nos dice en Romanos que deberíamos entregar nuestro cuerpo de manera sacrificada, y dejar que el Espíritu Santo renueve constantemente nuestra mente. Dice que ese es un acto aceptable de adoración (Romanos 12:1,2). Mucho más grande que cualquier canción que pudiéramos cantar, la adoración de todo corazón es una vida que alaba a Dios por Su misericordia y gracia, y que busca mostrar a otros lo que esa gracia y misericordia ha hecho en nuestra vida.
Dios puede apacentar a otros de muchas formas, y siempre tratará directamente con nuestro corazón. Sin embargo, como Sus embajadores en la Tierra, somos llamados a llevar una vida de alabanza de modo que otros vean para quién vivimos y glorifiquen a Dios en el Cielo. Cuando nos entregamos completamente al propósito de Dios en nuestra vida y le damos a Él todo el honor y la alabanza con nuestras palabras y acciones, el poder de Dios habita en nosotros y alumbra hacia el resto del mundo. El Espíritu Santo vive en nuestro corazón cuando nos convertimos en creyentes, y Su poder se revela en nuestros pensamientos, acciones y relaciones.
La parte más brillante de esto es reconocer que Dios entra a nuestra adoración y por medio de ella se magnifica a Sí mismo. […] La presencia de Dios habitará en tu corazón y resplandecerá a través de tu adoración. ConnectUs3
Publicado en Áncora en septiembre de 2024.
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