Dentro del refugio de Dios
Palabras de Jesús
«El Dios eterno es tu refugio, y Sus brazos eternos te sostienen». Deuteronomio 33:27[1]
Encomiéndame cada uno de tus afanes, tus inquietudes y preocupaciones; y también toda contrariedad que te presente el día. Preséntamelo todo. Sé que puede ser difícil soltar todo eso; pero sencillamente debes echar sobre Mí toda ansiedad y preocupación, y confiar en Mí y en Mi amor por ti. Sé que prefieres encargarte de esas cosas, echarlas y tener mayor control sobre todo aspecto de tu vida. Sin embargo, has descubierto que muchos de esos pesos, esas cargas, son mayores de lo que puedes llevar sin ayuda, mientras que puedo ayudarte a llevar la carga, si me lo permites.
Así pues, entrégamelo todo sin excepción, toda carga, problema o peso que se haya acumulado en tu espacio espiritual y que sofoque tu fe. Deja que Yo me encargue de todos ellos. Encomiéndame todas tus ansiedades, coloca en Mis manos todo lo que te preocupe. Y una vez que estén en Mis manos tus afanes, preocupaciones, frustraciones, cargas, problemas, aflicciones, tribulaciones, o lo que sea que te moleste, cuando todo esté a salvo al interior de Mi refugio, encontrarás paz y renovación, a medida que descanses en Mis brazos eternos.
Busca refugio en Mí
«El Señor es mi roca, mi amparo, mi libertador; es mi Dios, el peñasco en que me refugio. Es mi escudo, el poder que me salva, ¡mi más alto escondite! Él es mi protector y mi salvador». 2 Samuel 22:2-3[2]
A veces Mi mano soberana —Mi control sobre tu vida—, te coloca en circunstancias humildes. Te parece que estás sujeto, frenado, y que no puedes hacer nada para cambiar las cosas. Anhelas liberarte y sentir que has vuelto a tener el control de tu vida. Aunque esa sea una situación incómoda, en realidad es un buen lugar. Tu incomodidad te despierta del sueño de la rutina y te recuerda que Yo estoy a cargo de tu vida. También te presenta una decisión importante: puedes arremeter contra tus circunstancias —molestarte con Mi manera de actuar contigo—, o puedes acercarte más a Mí. […]
Mientras más eliges estar cerca de Mí —afirmas tu confianza en Mí—, más puedes encontrar esperanza en Mi amor inagotable. Incluso puedes aprender a estar feliz en la esperanza, mientras esperas en Mi presencia, donde abunda la alegría. Persevera en la confianza en Mí y a la larga te levantaré. Mientras tanto, echa toda tu ansiedad en Mí, sabiendo que con afecto Yo cuido de ti y velo por ti continuamente.
Cuando confías en Mí, te refugias en Mí. Así pues, confiar en Mí es mucho más que solo tus palabras; principalmente es una cuestión de tu voluntad. A medida que transcurre este día, encontrarás muchas cosas que pueden causarte ansiedad; entre ellas, algunos de tus pensamientos. Si no te mantienes alerta, la ansiedad puede introducirse subrepticiamente en tu día, sin que lo notes. Cuando eso sucede, tal vez te preguntes por qué de repente empiezas a sentirte mal. Por lo general, solo ignoras esas sensaciones. O bien, es posible que trates de adormecerlas con comida, bebida, televisión, chismes u otras distracciones. Es mucho mejor que te des cuenta que tienes esos pensamientos de preocupación antes de que arraiguen en ti. […]
Puedes optar por refugiarte en Mí cuando te llegue la ansiedad. Un refugio es un lugar que da protección o abrigo: un lugar seguro. Es algo a lo que puedes acudir para obtener ayuda, alivio o para librarte de algo. Estoy ansioso de ser tu Refugio, y estoy contigo en todo momento. Sin embargo, debes ejercer tu voluntad al acudir a Mí para que te ayude. Por lo tanto, demostrando que confías en Mí haces de Mí tu refugio. Bienaventurado —feliz y envidiado— es el que se refugia en Mí[3].
Mira más allá de los nubarrones
«Por la mañana hazme saber de tu gran amor, porque en ti he puesto mi confianza. Señálame el camino que debo seguir, porque a ti elevo mi alma». Salmo 143:8[4]
Cuando tu semblante no se dirige hacia arriba, hacia Mí, con mayor facilidad la tristeza y los problemas se acumulan sobre ti como nubarrones. Hay nubes de contrariedad y enojo, de inseguridad, de ansiedad y dificultades diversas, lo que puede conducir a que te sientas infeliz, que tengas resentimiento, enojo o que experimentes frustración.
Todavía no has comprendido que los nubarrones y la lluvia que te mojan, no son para aplastarte, desalentarte o para contrariarte. Esas tormentas contribuyen a fortalecerte y a que tus raíces se adentren más en el suelo. Eso te preparará para que puedas mantenerte firme en medio de las tormentas que enfrentarás en la vida, y que al mismo tiempo no dejes de dirigir el rostro hacia Mí en actitud de espera con fe y confianza, incluso en los momentos en que no veas ni sientas Mis rayos de sol porque estén ocultos tras las nubes, la lluvia y la tormenta pasajeras.
Esos nubarrones y esa lluvia aparentemente incesante que a veces te incomodan contribuyen a convertirte en un árbol erguido, firme y de calidad; que alcanza su plenitud, continúa en flor, genera fruto y que cumplirá una misión importante en el jardín de Mi reino. Así pues, cuando las densas y oscuras nubes se deshagan y empiecen a caer goterones sobre ti, ¡vuelve el rostro hacia Mí con fe! Mira más allá de los nubarrones y de las gruesas gotas de lluvia que te mojan el rostro; y mira la luz de Mi Palabra y Mis promesas para ti.
Reposo en Mi bondad
«Me mostrarás la senda de la vida; en Tu presencia hay plenitud de gozo, delicias a Tu diestra para siempre». Salmo 16:11[5]
Entiendo tus anhelos y clamores. Albergas deseos de dejar huella, de ayudar al prójimo, de ser parte de un cambio en tu mundo. Quieres sentirte realizado, amado de forma incondicional por ser quien eres. Te gustaría exponer a alguien tus pensamientos, frustraciones y preocupaciones y que esa persona te entienda y te acepte por ser quien eres. Quieres encontrar a alguien que te ayude a encontrar soluciones a los desafíos que enfrentas, alguien que te diga: «No te preocupes. Pase lo que pase, estoy contigo y superaremos la situación juntos».
Cuando sientas esas cargas, preséntamelas a Mí. Cuando te sientas contrariado, preséntame la situación y háblame de ella. Háblame de ello como si Yo estuviera ahí mismo. Exprésalo verbalmente y, al darme los detalles de tu problema, encontrarás paz y reposo en Mi bondad, sabiendo que me lo has encomendado a Mí y que llevo las riendas de la situación.
En esos momentos en que tengas comunión conmigo de esta manera, te guiaré a las soluciones. Te hablaré al corazón. Te pondré en la mente las soluciones que te ayudarán a superar todo obstáculo que surja delante de ti. Tráeme tus cargas. Explícamelas. Sincérate conmigo. Estoy ahí mismo; siempre escucho y te apoyo.
Artículo publicado por primera vez en 1997, a menos que se indique lo contrario en los párrafos correspondientes. Texto adaptado y publicado de nuevo en mayo de 2018.
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