Cuando Dios habla
Virginia Brandt Berg
Hoy, mis recuerdos me llevan a un lejano hospital, donde en la cama de una solitaria habitación yací paralítica y gravemente enferma. Mi esposo, siempre tan fiel, tuvo que dejarme por unos instantes, pero antes de salir de la habitación se acercó a mi lado y me susurró: «Si te encuentras demasiado débil para orar o meditar en las promesas que hemos aprendido, solo extiende dos dedos: representarán lo que te he dicho y el Señor lo sabrá, y tu fe se fortalecerá».
¿Y qué representaban esos dos dedos? ¿Qué simbolizaban? Dos versículos que he citado innumerables veces. «Al que cree todo le es posible», y «Para Dios todo es posible»[1].
Estas dos verdades absolutas e indiscutibles sostuvieron mi fe hasta aquel maravilloso día en que Dios respondió mi plegaria, me curó y me levantó del lecho de invalidez total en que estuve confinada por tanto tiempo. ¡Nuestro Dios es poderoso! Y Él dijo a través del rey David en el Salmo 18: «Te amo, oh Señor, fortaleza mía. Señor, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en Él confiaré; mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio»[2].
Así es nuestro Dios, nuestro maravilloso Dios en toda Su belleza y majestad. Este salmo es bastante extenso pero hacia el final tiene algunos versículos muy importantes. El versículo 30 afirma: «En cuanto a Dios, perfecto es Su camino, y acrisolada la palabra del Señor. Escudo es a todos los que en Él esperan. Porque ¿quién es Dios sino solo el Señor? ¿Y qué roca hay fuera de nuestro Dios?»[3]
Fíjate en esta parte del versículo: «Acrisolada la palabra del Señor». Hace unos años, un famoso editor, el Sr. Buckley, formaba parte de un panel que comentaba diversos acontecimientos internacionales, y el consenso de opinión apuntaba a una perspectiva funesta de este mundo en algunos sentidos. Entonces, uno de los panelistas preguntó al Sr. Buckley:
—¿Ve usted alguna esperanza al respecto?
A lo que el Sr. Buckley dio la respuesta más inesperada:
—Sí. Si Dios se despejara la garganta.
¿A qué se refería con semejante afirmación? Si Dios hablara, si interviniera en los acontecimientos internacionales.
Otras personas han lanzado el mismo interrogante aunque de diversas maneras. Se preguntan:
—¿Por qué no detiene Dios la oleada de maldad que azota al mundo? ¿Por qué Dios no ayuda más a las personas rectas? ¿Por qué no interviene? ¿Por qué no se aclara la garganta y truena ante los enemigos de la justicia como hizo en épocas pasadas? ¿Por qué, en la actualidad, Dios no habla? ¿Por qué permanece mudo?
Pero Dios ya habló alto y claro en el Calvario. Dios habló. Intervino y sigue haciéndolo hasta el día de hoy. En la cruz del Calvario respondió maravillosamente. Respondió al dar en la raíz de los problemas del mundo. Venció al pecado, la raíz del problema. Ese es el quid de la cuestión y lo hizo por medio de la sangre derramada del Señor Jesucristo, el sacrificio de Dios por el pecado.
Dios habló entonces de todos los problemas que actualmente enfrentamos a nivel personal, o a nivel nacional e internacional. Ya está todo dicho. La única forma de transformar el mundo es cambiar el corazón pecaminoso del hombre. El comunismo ofrece un mundo nuevo sin regenerar, y eso jamás funcionará. El socialismo ofrece una utopía, reforma sin regeneración. Sin importar qué sistema o ideología sea, el corazón de la humanidad seguirá siendo vil y rebelde. Sin una transformación interior, el mundo permanecerá igual. A menos que haya un cambio de corazón, este mundo insensato, conmocionado y desdichado seguirá igual.
Dios ha hablado y aún habla, y lo hace a diario, en Su Palabra, respondiendo esta pregunta y cualquier otra que le hagamos.
Lee la Palabra de Dios y Él te hablará al corazón. Obedece Su Palabra y Él te hablará, descubrirás que no está mudo. Al igual que lo que leímos antes, el Salmo 18, versículo 30, Él te pide que pongas a prueba Su Palabra. Él te está hablando a través de esa Palabra. Escucha Su voz.
Y amigo mío, hacerte miembro de una iglesia no cambia para nada el corazón. Jesús dijo: «Es necesario nacer de nuevo»[4]. Nacer de nuevo como una nueva criatura en Cristo Jesús. Y las condiciones son: «Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo»[5].
Estás muy insatisfecho con tu vida, tan desdichado con la carga de pecado que acarreas. Pero Dios te ofrece cambiar toda esa situación, brindarte un cambio radical y convertirte en una nueva criatura. Dios te está hablando a través de Su Palabra. ¿Qué vas a hacer al respecto?
Si cumples con las condiciones, obrará una completa transformación en tu vida. Solo hay que responder esta pregunta: «¿Qué harás con Jesús al que llaman el Cristo?»[6]
Tal vez has nacido de nuevo, pero apenas has descubierto lo que Dios te tiene reservado en cuanto a tus necesidades. Si te parece que Dios no responde tus plegarias, sigue confiando en Él, sabiendo que todo lo hace bien. Lee la Palabra de Dios hasta que Él te hable por medio de sus páginas y se tonifique tu fe.
Cuando Dios habla los ángeles obedecen,
cuando Dios habla la naturaleza se agita,
cuando Él habla los corazones pétreos reblandecen
porque no hay voz más dulce y exquisita.
Cuando Dios habla debo escuchar,
cuando Dios habla calma mi tempestad,
cuando Dios habla Su sendero debo tomar
y seguir tras Él, haciendo Su voluntad.
Háblame te ruego,
habla a mi corazón,
Dios de salvación y Señor de la creación,
habla hoy a todo atento y solícito corazón.
Adaptado de «Cuando Dios habla», de C. C. Buck
Lee la Palabra de Dios y escucha al Señor. Él responderá tus plegarias y bendecirá tu alma. Que Dios te bendiga. Dios sigue en el trono y la oración cambia las cosas.
Texto adaptado de una transcripción del programa Momentos de meditación. Publicado en Áncora en octubre de 2022.
[1] Marcos 9:23; Mateo 19:26.
[2] Salmo 18:1,2.
[3] Salmo 18:30,31.
[4] Juan 3:3.
[5] Romanos 10:9,10.
[6] Mateo 27:22.
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