¿Cuál es tu fuente?
Marie Story
[What’s Your Source?]
¿Alguna vez has hecho el experimento de poner un tallo de apio en agua con colorante? Lo que sucede es que el apio comienza a cambiar de color a medida que absorbe el agua por el tallo. El cambio se ve después de un par de días, pero de pronto el tallo de apio se vuelve del color del agua en la que está sumergido. Del mismo modo, el apio absorbe muy rápidamente cualquier veneno y pesticida que haya en el aire o en la tierra por ósmosis. El agua, el clima y el medio ambiente determinan cómo crece una planta de apio. Se nutre de su entorno.
Estaba pensando que es una buena analogía de nuestra vida espiritual. La fuente de nuestra nutrición o de información, y todo a lo que estamos expuestos nos afecta para bien o para mal. Nos vemos constantemente asediados por información. Nos llega a través de la Internet, los teléfonos móviles, las redes sociales, las películas, la música, los libros y desde luego, las personas con las que interactuamos. Pero el efecto que tiene toda esa información en nuestra vida no siempre es evidente o inmediatamente visible como el efecto del agua en el apio.
Algunas cosas parecen inofensivas, incluso buenas, pero pueden terminar teniendo un efecto nocivo. Hay otras cosas que podemos disfrutar sin problema y que sí son inofensivas o buenas, incluso pueden alimentar la mente e incrementar nuestro conocimiento y habilidades. Pero aun así, esas cosas no le dan a nuestro espíritu lo que necesita para que progresemos y mejoremos en nuestra vida espiritual.
El rey Salomón fue uno de los hombres más acaudalados del mundo en su época. Tenía acceso a prácticamente todo lo que quería. Y al parecer también probó todo lo que su riqueza podía ofrecerle. Pero al final exclamó: «Todo es vanidad» (Eclesiastés 1:2).
Dijo: «Aquí me tienen, engrandecido y con más sabiduría que todos mis antecesores en Jerusalén; habiendo experimentado abundante sabiduría y conocimiento. Me he dedicado de lleno a la comprensión de la sabiduría, y hasta conozco la necedad y la insensatez. ¡Pero aun esto es querer alcanzar el viento!» (Eclesiastés 1:16–17.) Obviamente, nada de eso le dio satisfacción. Ansió acceder a todo tipo de información, conocimiento y placer a su alcance, pero al final, seguía sintiendo sed de algo más.
Si bien mucho de lo que nos encontramos y asimilamos en nuestra vida cotidiana no es malo, no siempre tiene lo que hace falta para ser la fuente de nuestro alimento espiritual. Por eso Jesús nos dice que «permanezcamos» en Él y en Su amor (Juan 15:4–5). «Permanezcan en Mi amor. Si obedecen Mis mandamientos, permanecerán en Mi amor, así como Yo he obedecido los mandamientos de Mi Padre y permanezco en Su amor». Y si lo hacemos, Él prometió que tendremos Su alegría y nuestra alegría será completa. (Juan 15:9–11).
Jesús nos pide que lo convirtamos en nuestra fuente. Enseñó que Él es el pan de vida y que «el que viene a Mí que nunca pasará hambre», y el que cree en Él nunca más volverá a tener sed (Juan 6:35). Jesús nos ofrece el agua de vida: Su Espíritu y Su Palabra. Es la única agua que nunca dejará nuestro espíritu sediento.
Un verano, hacía mucho calor donde vivo en Texas. Durante todo el mes de agosto se registraron temperaturas récord. Si no regaba mis plantas cada mañana y cada tarde, se secaban rápidamente y se marchitaban.
Al igual que las plantas crecen y florecen si las riegas y las fertilizas, nuestro espíritu crece y se nutre con la Palabra de Dios. El primer capítulo del libro de los Salmos habla sobre esto. Nos enseña que cuando nos deleitamos en la ley del Señor, es decir, cuando nos deleitamos en Sus caminos y en Su Palabra, somos como un árbol plantado junto a la orilla de un río, que da fruto; no nos marchitaremos y lo que hagamos prosperará (Salmo 1:2–3).
Para mí, uno de los significados de «deleitarse» en la ley del Señor es convertirlo a Él en nuestra fuente de fortaleza y alimento. Significa saber que debo permanecer cerca de Él para crecer espiritualmente. Cuando nuestra fuente es el agua de vida que nos da Jesús, no solo crecemos, sino que además se derrama sobre los demás. Jesús dijo que al permanecer en Él, cuando Él es nuestra fuente de nutrición, «damos mucho fruto» (Juan 15:5). Si permanecemos en Él, Su Espíritu nos da poder para ayudar y nutrir a otros, y dirigirlos a Jesús.
En el mundo actual, que nos inunda de información de muchas fuentes, me parece útil reflexionar profundamente y hacer un balance de vez en cuando sobre lo que utilizo para alimentar mi espíritu. Me parece útil hacerme algunas preguntas: ¿Estoy fortaleciendo mi fe y dando fruto? ¿O me siento algo marchita y decaída? ¿Estoy alimentándome del pan de vida de la Palabra de Dios y sumergiéndome en Su agua de vida? ¿Estoy compartiendo fielmente Sus palabras de vida y verdad con los demás para que se acerquen a la Fuente y sacien su hambre y su sed? ¿O estoy dejando que mi tiempo y mi espíritu sean absorbidos por cosas que no tienen valor duradero y tal vez me hacen sentir bien temporalmente, pero dejan mi alma sedienta?
Que la Palabra de Dios siempre sea nuestra fuente, y nos deleitemos en Su Palabra y Sus caminos. A medida que plantamos nuestras raíces firmemente junto a ríos de agua viva que nos brindarán la nutrición que necesita nuestra alma, Dios ha prometido que creceremos, prosperaremos y daremos fruto.
Este artículo es una adaptación de Solo una cosa, textos cristianos para la formación del carácter de los jóvenes.
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