Corriendo contra el viento
George Sosich
Hoy escuché en YouTube una de mis antiguas canciones favoritas, «Contra el viento», del conocido cantautor Bob Seger[1]. Es una canción que invita a la reflexión y que cuenta el relato de una persona que, tras experimentar decepciones amorosas en su juventud, pierde su camino y pasa el resto de su vida entre dificultades, al parecer corriendo contra los vientos de la adversidad. Sin embargo, al final tiene cierto sentido de victoria y esperanza al no haber cedido ante las dificultades, sino que, luego de todo lo que ha vivido, continúa corriendo. Es un sentimiento que hace eco en el estribillo: «Sigo corriendo contra el viento».
Luego de escuchar la canción, repasé la sección de comentarios por primera vez y me sorprendió las emotivas reacciones de otros oyentes. A muchos les conmovieron los sentimientos expresados en la letra de la canción y se sentían identificados con ellos. Otros afirmaron que la canción les trajo recuerdos de sus padres, a quienes también les encantaba la canción, y ahora que ellos mismos son mayores entienden el motivo. Otros más escribieron que se sintieron conmovidos hasta las lágrimas. Me emocionó saber que esa canción les había tocado tan profundamente.
Eso me hizo reflexionar sobre mi propia vida. Las memorias de los muchos desafíos que he enfrentado llegaron como un torrente de agua. Incluso algunos que había olvidado.
La Biblia afirma que la vida es como una carrera. En Hebreos 12:1-2 leemos: «Despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe»[2].
He leído ese versículo muchísimas veces, pero esta vez descubrí un aspecto nuevo: la frase «la carrera que tenemos por delante» (o «la carrera que nos es propuesta» en otras versiones de este versículo). Ello indica que Dios nos ha puesto a sabiendas en una carrera específica. Me parece interesante que no estamos corriendo una carrera cualquiera, sino que Dios nos ha destinado a correr y ganar una carrera única.
Si alguna vez han intentado correr contra fuertes vientos, sabrán lo difícil que es avanzar. Los atletas, como yo en mis años mozos, saben que si el viento es lo bastante fuerte puede detenerlos con tanto ímpetu que parece que no están avanzando. ¿Alguna vez han sentido que corren con todas sus fuerzas pero que pese a ello casi no avanzan? No importa con cuánto ahínco corran, siguen enfrentándose a una fiera resistencia, ¿verdad? Yo he sentido eso muchas veces en la vida.
Entonces, ¿cómo continuamos corriendo la carrera pese a la resistencia del viento de la vida? El apóstol Pablo asegura que poniendo los ojos en Jesús. Y estoy seguro que él sabía de lo que hablaba. Además de las luchas que todos enfrentamos en la vida, Pablo fue apóstol de Cristo y portador de Su mensaje en todo el mundo conocido, por lo que enfrentó enorme resistencia en forma de persecución y muchas otras calamidades. Hasta se dio a la tarea de enumerarlas en 2 Corintios 11: golpes, azotes, apedreamiento, naufragio, inundaciones, robos, peligros de todo tipo, dificultades y problemas, noches en vela, hambre y sed, frío, la inclemencia de los elementos y muchos otros[3].
Sin embargo, pese a la multitud de obstáculos, dificultades y desafíos, Pablo «siguió corriendo». Y casi al final de su vida, cuando se enfrentaba al martirio, llegó a proclamar su victoria sobre todo ello al afirmar: «He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe»[4]. En esas breves palabras ofreció otra importante clave sobre cómo correr sin parar contra el viento: «He guardado la fe». Su fe lo motivó a seguir corriendo.
Algunas personas se dan por vencidas a la mitad de la carrera. Es posible que se cansaran de la lucha o que se distrajeran con situaciones o con otras personas. Pablo se refiere a esas personas al amonestar a los desobedientes gálatas: «Ustedes estaban corriendo bien. ¿Quién los estorbó para que dejaran de obedecer a la verdad?»[5]
En 1 Corintios 9, Pablo ofrece más información sobre cómo seguir corriendo la carrera: manteniendo la disciplina y el autocontrol, no corriendo sin rumbo, sino con propósito y con la vista fija en la recompensa celestial. Dijo: «¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire; sino que golpeo mi cuerpo y lo pongo en servidumbre.»[6]
Se necesita un fuerte sentido de dedicación, disciplina y autocontrol para no perder el rumbo cuando aumenta la adversidad, así como un enfoque sano en la recompensa eterna que nos espera, lo cual nos debe motivar a seguir corriendo cuando se presentan las dificultades.
Estoy seguro que, al igual que Pablo, cualquiera de nosotros podría escribir una lista de los vientos de adversidad que hemos enfrentado en nuestras particulares carreras. Tal vez incluso están enfrentando adversidades en este preciso momento. Pero cuando sientan que el viento es demasiado fuerte y que la línea de meta se encuentra demasiado lejos, recuerden las palabras de Isaías: «Él da esfuerzo al cansado y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; más los que esperan en el Señor tendrán nuevas fuerzas, levantarán alas como las águilas, correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán»[7].
Así que sigamos corriendo sin importar la adversidad, para que algún día podamos afirmar como el apóstol Pablo: «El tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está reservada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día»[8].
[1] https://www.youtube.com/watch?v=PmrkY-EZy74.
[2] RVR 1995.
[3] V. 2 Corintios 11:23-28.
[4] 2 Timoteo 4:7.
[5] Gálatas 5:7 (NVI)
[6] 1 Corintios 9:24-27.
[7] Isaías 40:29-31.
[8] 2 Timoteo 4:6-8.
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