Convertirse en una nueva criatura en Cristo
David Brandt Berg
Gracia, fe y nada más. En eso consiste la salvación. No hay que ser bueno para salvarse, ni tampoco para permanecer salvo. Pero eso no quiere decir que una vez salvo puedas vivir como quieras. Si de verdad eres cristiano siempre serás salvo, pero si cometes pecados contra el Señor y los demás y no los confiesas, no te arrepientes de ellos ni te enmiendas, de alguna forma sufrirás las consecuencias, «porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo»[1]. Pero aunque a veces seas desobediente y el Señor te castigue por tus pecados, si estás salvado, lo estarás siempre.
Desde el momento en que leí Juan 3:36 siendo yo un joven cristiano, se acabaron mis preocupaciones. «El que tiene al Hijo tiene vida eterna». Eso fue definitivo. Yo sabía que tenía a Jesús, y sabía que no se pasaba el tiempo entrando y saliendo de mi corazón. Él dice: «He aquí, Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo»[2]. «No te desampararé, ni te dejaré»[3]. «Pues Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de Mi mano»[4].
Gracias a Dios que podemos ser salvos y saberlo. Y por supuesto que si de veras lo eres lo manifestarás. Dejarás de ser como todos los demás; serás diferente. Serás una «nueva criatura en Cristo Jesús»; las cosas viejas habrán pasado; todas serán hechas nuevas»[5]. Tendrá lugar un cambio, una verdadera transformación.
Al entrar en tu vida, Jesús no solo renovará, purificará y regenerará tu espíritu, sino también tu pensamiento. Cortará las viejas conexiones, acabará con ciertos reflejos y poco a poco te reconstruirá haciendo empalmes nuevos para convertirte en un nuevo sistema informático, con un concepto de la vida completamente diferente, una nueva manera de ver el mundo y nuevas formas de reaccionar ante prácticamente todo lo que te rodea.
A las personas nos resulta imposible cambiar de verdad por nosotras mismas; pero Dios es capaz de cambiar a cualquiera. Y cuando Jesús entra en tu corazón, todo cambia. Eres una nueva persona.
Si eres salvo de verdad, has nacido de nuevo y eres una nueva criatura en Cristo Jesús, las cosas viejas pasaron y todas son hechas nuevas. Si permaneces en Él y Él en ti, darás fruto[6]. Si eres salvo de verdad, si es cierto que has nacido de nuevo, si tienes a Dios en tu corazón, si posees la salvación, si posees a Jesús, eres una nueva criatura y serás diferente.
Cuenta, pues, con que las cosas cambiarán. Quizá no del todo, pues seguirás siendo humano. Pero verás que cambiarán tu espíritu, tus pensamientos, tu corazón y el rumbo que llevas en la vida. Serás feliz y rebosarás amor. Porque si tienes a Jesús, tienes amor. Pues «Dios es amor»[7].
¿Y tú, tienes a Jesús? ¿Le has recibido personalmente en tu corazón y has nacido de nuevo por Su Espíritu? ¿Se ha transformado tu vida y te has convertido en una nueva persona, una nueva criatura, para la cual las cosas viejas han pasado y todas son hechas nuevas? No hace falta acercarse a un altar, ni levantarse, sentarse, darse la vuelta, ponerse de cabeza. No tiene nada que ver con la posición del cuerpo. La clave está en la postura del corazón. Si tienes un corazón humilde delante de Dios y sabes que eres pecador y necesitas Su ayuda, lo único que te falta hacer es pedirle que entre en tu vida.
Jesús dice: «He aquí, Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye Mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo»[8]. La salvación tiene mucho poder, pero Dios no te la impone. El amor de Jesús es todopoderoso, pero Él no te obliga a recibirlo. Jesús llama a la puerta; no la echa abajo. Él podría derribarla o pulverizarla con una mirada, pero se niega a entrar a la fuerza en tu corazón.
Él simplemente te pide que lo dejes entrar, y tú tienes que invitarlo. Esa es la limitación que ha establecido y la condición que exige: Tú tienes que dejarlo entrar. Pero si no lo invitas de buen ánimo, Él no entra a la fuerza.
Él quiere brindarte Su amor, paz y felicidad, pero no puede a menos que tú quieras. Debes pedirle que entre. Jesús está esperando tierna, mansa, amorosa y pacientemente, y quizá lleva así años, a la puerta de tu corazón. Te llama una y otra vez por medio de Su Palabra, de Su amor y quizá de algún incidente que te haya dado tristeza, la partida de un ser querido o un fallecimiento, una enfermedad o algo que te ha hecho sufrir.
Pero Dios ha puesto en tus manos la soberana facultad de elegir, y nadie podrá obligarte jamás a aceptar a Jesucristo como Salvador. Solo tú puedes tomar esa decisión, si quieres, y en el momento en que tú escojas. Él desde luego quiere ser tu Salvador y entrará en cuanto se lo pidas. Pero la decisión la debes tomar tú. Eso Jesús lo ha dejado en tus manos.
¿Tienes a Jesús en tu corazón? Entonces estás salvado para siempre, y seguro que irás al Cielo y no te perderás jamás. Tú, ¿tienes la salvación? Si no estás seguro, asegúrate ahora mismo. Acepta a Jesús como tu Señor y Salvador, al elevar con sinceridad esta sencilla oración:
«Señor Jesús, te ruego que me perdones todos mis pecados. Creo firmemente que moriste por mí. Creo que eres el Hijo de Dios, y en este instante te pido que entres en mi vida. Te abro la puerta y te invito a entrar en mi corazón. Jesús, te ruego que entres y me ayudes a amar a los demás y hablarles de ti, para que ellos también te encuentren. Ayúdame a leer Tu Palabra y a entenderla con la ayuda de Tu Espíritu. Te lo pido en Tu nombre. Amén».
Si con sinceridad elevas esta oración, Jesús entrara en tu corazón. Jesús prometió que si abrías la puerta de tu corazón y le pedías que entrara, Él entraría, sin ninguna condición.
La verdadera salvación se basa solo en la fe en la Palabra de Dios, no en un sentimiento o sensación. Es posible que tus sentimientos varíen de un día para otro, y unas veces serán buenos y otras malos; pero la Biblia, la Palabra de Dios, nunca cambia. Pon, pues, tu fe en Su Palabra, porque «la fe es por el oír la Palabra de Dios»[9]. La Biblia lo dice muy claro, así que da igual qué sientas o cómo te sientas. Si le pides a Jesús que entre, Él entra, porque prometió que lo haría.
Por supuesto, nacer de nuevo, recibir a Jesús, producirá una transformación en tu vida, pues la fe se manifiesta con obras[10]. Pero no siempre se manifiesta forzosamente en ese preciso instante con una gran sensación emocional o una señal exterior, aunque algunas veces sí. Pero te sientas como te sientas, la Palabra de Dios es siempre invariable y Jesús siempre entra cuando se le pide.
«Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo»[11]. Que Dios te bendiga con Su amor y Su salvación, ahora y para siempre.
Artículo publicado por primera vez en marzo de 1984. Texto adaptado y publicado de nuevo en marzo de 2016.
[1] Hebreos 12:6.
[2] Mateo 28:20.
[3] Hebreos 13:5.
[4] Juan 10:28.
[5] 2 Corintios 5:17.
[6] Juan 15:5.
[7] 1 Juan 4:8.
[8] Apocalipsis 3:20.
[9] Romanos 10:17.
[10] Santiago 2:18.
[11] Hechos 16:31.
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