Conversar con Cristo
Virginia Brandt Berg
Saludos. Dios te bendiga y te haga una bendición para otras personas. Hoy hablaremos sobre conversar y tener comunión con el Señor.
Si me preguntaran qué es lo que el mundo, la carne y el Diablo quieren evitar a toda costa que hagamos, yo diría que es: «Conversar con Cristo, hablar con el Señor». Lo sé por experiencia personal y también por experiencia ajena. Lo que todo creyente precisa es pasar un rato a solas con el Señor. Un rato tranquilo, sin prisas, para hablar con Él y escuchar lo que nos quiera decir. Pero la mayoría lo hacemos una vez al mes, o con menos frecuencia, o incluso nunca. ¿Cuándo fue la última vez que charlaste con el Señor Jesús? Me refiero a tener una buena conversación con Él.
Es muy fácil asistir a la iglesia, escuchar las oraciones de otros y participar, entonar cánticos dirigidos al Señor y orar con otros. ¡¿Y si estuviéramos equivocados al pensar que eso es conversar con Él, y en realidad solo hablamos o cantamos para que nos escuchen los demás, o para oírnos nosotros mismos?!
Algunas personas solo oran en la iglesia, en las reuniones de oración o cuando están con otras personas. El peligro radica en que si no dedicas un rato a diario para conversar a solas con el Señor, pronto puedes darte cuenta de que Él y tú son unos desconocidos. A veces nos olvidamos de lo que dice la Biblia: «Separados de Mí nada podéis hacer» (Juan 15:5). Jesús desea que hables continuamente con Él de todo lo que haces y de todo lo que te preocupa. Deberías estar siempre consciente de Su verdad y misericordia, y de la obra de Su Espíritu.
El Señor anhela que le cuentes a Él todas tus angustias y preocupaciones para darte paz. Pero cuando te limitas a consultar únicamente con tus amigos y compañeros de trabajo, las cosas pueden empeorar. Él quiere que le pidas que te ayude a comprender mejor alguna doctrina que no has logrado entender bien. Él puede darte sabiduría si acudes a Él directamente.
Cuando necesitamos confesar algún pecado o problema, el Señor espera que se lo digamos a Él y nos perdonará y limpiará de dicho mal. Pero cuando solo lo confesamos a un amigo, jamás encontraremos alivio. Él quiere que le preguntes cuánto dinero debes dar, pero si lo calculas por ti mismo, te puedes equivocar. Quiere aconsejarte sobre la profesión que escojas, las personas que contrates, los libros que leas y los amigos que tienes.
Que Dios te ayude a hablar con Cristo, tu amigo y consejero personal. Hablar con Él transformará tu vida, verás un cambio tan grande como de la noche a la mañana. Quiero preguntarte: Jesús ¿es tu amigo íntimo? ¿Le cuentas todas esas cosas?
Hace poco, un joven recién casado llegó a su casa donde había pasado unos días muy felices. Tras una fuerte discusión, su esposa se había marchado. Contó que había pegado algunas notas en todas las habitaciones con la esperanza de que cuando su esposa regresara a recoger sus pertenencias las viera. Y en aquellas notas escribió: «Sin ti, no hay más que un terrible vacío», pues sin ella solo había un vacío terrible. Cuando ella lo leyó, quedó conmovida.
Yo podría hacer lo mismo en cada credo, doctrina y ordenanza, y en cada iglesia. «Sin ti, Señor, no hay más que un terrible vacío». Sin una relación íntima con Él, la vida no es más que una enorme ansiedad.
Así pues, aunque ya lo he dicho muchas veces, lo volveré a repetir: solo hallarás paz para tu alma atribulada si estableces una relación personal con Jesús. Asimismo, en la oración lo que marca la diferencia es una comunión y conversación personal con Él.
John Oxenham escribió este poema maravilloso:
Lo que importa no es qué, sino a Quién creo
en mi terrible hora de necesidad,
dándome el consuelo que ningún mortal credo
ni ningún ser humano puede brindar.
Lo que importa no es qué, sino a Quién creo,
la vida de Cristo rebosa de tierna bondad,
Él es más que todos los credos
y solo Su esencia les otorga vida y verdad.
Lo que importa no es qué, sino a Quién creo.
Quien camina a mi lado en la adversidad.
Quien comparte mi pesada carga.
Quien ilumina mi tenue camino
y me ayuda a ver más allá de la tumba
la extensa vida que me aguarda en la eternidad.
Lo que importa no es qué, sino a Quién creo.
¡Cuán magnífico y cierto es! Lo que importa no es qué, sino a Quién creo. No se trata de qué iglesia, sino de Quién. Lo que importa es si se encuentra a Cristo, si es exaltado ahí.
Dirás: «Anhelo sentir Su presencia, pero no la siento. Parece que no llego a Él, aunque lo deseo». El obispo Simpson dijo en una ocasión: «Extiéndete todo lo que puedas y Dios se extenderá todo lo que falte». Y es muy cierto.
Él dice en Jeremías 29:13: «Me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón». También «Clama a Mí y Yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces» (Jeremías 33:3). Lo sé por experiencia propia, porque una vez clamé a Él desde la más profunda angustia, y me respondió. Él nunca rechaza al alma hambrienta.
Te leeré un poema que me encanta, se basa en un antiguo himno:
¡Mi alma se deleita en refugiarse en la presencia de mi Jesús amado!
¡Qué enseñanzas tan firmes y preciosas he aprendido a Su lado!
Los afanes terrenales no me alcanzan ni las pruebas me logran hundir
porque cuando Satanás viene a tentarme, al lugar secreto puedo ir.
Bajo la sombra de Sus alas me escondo cuando mi alma sedienta desmaya,
hay un refugio fresco y placentero, y el arroyo más cristalino y puro que haya.
Mi Salvador descansa a mi lado, mientras gozamos de dulce comunión…
Aun queriendo, no logro articular lo que me dice durante nuestra reunión.
Cuando dice «gozamos de dulce comunión», a esa clase de conversación con Jesús me refiero. El poema continúa:
Solo esto sé: que todas mis dudas, pesares y temores le suelo contar.
¡Con cuánta paciencia me escucha! Y mi alma alicaída logra apañar.
¿Crees que jamás me censura? No sería un fiel amigo si no lo hiciera,
si nunca me hablara de los pecados que ve en mí, y nada dijera.
Pues bien, ¿te gustaría conocer la dulzura del secreto del Señor?
Corre a esconderte bajo Su sombra, esa será tu recompensa y honor,
y cuando regreses del silencio de ese bienaventurado lugar de reunión,
llevarás grabado en tu rostro la radiante imagen de nuestro Salvador[1].
Y ese es el secreto de Su presencia donde tu alma se querrá refugiar, y el gozo de tu vida será disfrutar de esa conversación con un Cristo vivo y eterno.
Te aseguro que Él jamás rechaza al alma sedienta. Quizás algún oyente que todavía no conoce al Señor se pregunte: «Dame algo concreto, algo que pueda ver, y creeré en Jesús». Su respuesta es «Cree solamente» (Marcos 5:36; Lucas 8:50). Si crees, pronto encontrarás algo a que aferrarte, y también verás que Él es muy concreto y real.
Primero hay que aceptar a Jesús por fe, y luego sentiremos la gloriosa certeza de la salvación. Pero jamás la sentirás a menos que acudas a Él y creas lo que dice: «Es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan» (Hebreos 11:6). Creer es ver. Y amigo mío, Él se te revelará.
La forma más rápida y segura de disfrutar la dulce comunión con el Señor es confesar que somos pecadores y pedir Su misericordia. Acepta Su regalo de salvación. Así nuestra naturaleza rebelde e incrédula podrá reconocer el derecho de Jesucristo y Él cumplirá Su Palabra. Como dice Romanos 5:1: «Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo». Y 1 Juan 5:12: «El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida».
¿Quieres una vida abundante? Jesús dijo: «El ladrón no viene sino para hurtar, matar y destruir; Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia» (Juan 10:10). Sin Jesús, te perderás la alegría más duradera y auténtica que existe en este mundo maldecido por el pecado. Y además de esa alegría, Él te ofrece la vida eterna.
¿Te gustaría darle una oportunidad para que te muestre todo lo que puede hacer? Entrégate por completo a Él y deja que se lleve todas tus frustraciones y fracasos, y a cambio te dé una vida plena de satisfacción y éxitos.
¿Le darás una oportunidad a Dios? Si lo haces, ¡tu vida dará un vuelco total! ¡Que Dios te bendiga! Él sigue en el trono y la oración de verdad cambia las cosas.
Texto adaptado de la transcripción de un programa de Momentos de meditación. Publicado en Áncora en octubre de 2023.
[1] Adaptado de In the Secret of His Presence, Ellen L. Goreh, 1883.
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