Como un niño pequeño
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Les aseguro que a menos que ustedes cambien y se vuelvan como niños, no entrarán en el reino de los cielos. Por tanto, el que se humilla como este niño será el más grande en el reino de los cielos. Y el que recibe en mi nombre a un niño como éste, me recibe a Mí. Jesús, Mateo 18:3-5[1]
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Viéndolo Jesús, se indignó, y les dijo: Dejad a los niños venir a Mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios. De cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él. Jesús, Marcos 10:14-15[2]
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Un recién nacido ilustra magníficamente el concepto de la fe y el acto de escuchar a Dios. Cuando llora para que su madre lo atienda, a ésta no se le ocurriría negarse. Un bebé tiene más fe que la que manifestamos nosotros a veces, porque cuando llora, espera que alguien lo escuche. Sabe —porque Dios le dio esa certeza— que si llama, le atenderán. Parte de la base de que su pedido será atendido, y en efecto así sucede.
Una vez que el bebé tiene el pezón de la madre en la boca, automáticamente comienza a mamar. Cuando le pedimos algo a Dios, Él nos lo pone en la boca; pero si no empezamos a succionar, no conseguimos nada. Hace falta fe para ponerse a succionar. Muchas veces el bebé tiene que chupar durante un par de minutos hasta que sale algo. La succión es comparable a la acción de la fe.
¿Qué extrae la leche del pecho? ¡El vacío! Cuando el bebé chupa, crea deliberadamente un vacío en su boca, el cual extrae la leche. Tienes que crear un vacío en tu corazón: «Señor, aquí tienes este espacio vacío. Llénalo Tú».
¿Sabes qué es lo que llena ese vacío? No es el bebé. Lo único que hace el lactante es crear un vacío reduciendo la presión dentro de su boca, y así la leche fluye del pecho de la madre hacia la boca del niño. Al orar, uno crea un vacío. Al buscar la ayuda del Señor, uno crea un espacio que hace falta llenar. Uno crea un espacio vacío, y la presión del Señor lo llena. La fuerza en realidad proviene del exterior, no de adentro. Lo único que uno hace es crear un vacío, el cual atrae la fuerza. David Brandt Berg[3]
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Un amigo cuenta que escuchó la conversación de dos amiguitas, dos niñas que contaban sus monedas. Una señaló: «Tengo cinco centavos». La otra aseguró: «Tengo diez». La primera niña precisó: «No, solo tienes cinco centavos; igual que yo». La segunda niña respondió: «Pero mi padre me dijo que esta noche, cuando llegue a casa, me dará otros cinco centavos. Así que tengo diez centavos». La niña tenía fe; para ella, tenía una prueba de algo que todavía no veía y lo contaba como suyo, porque su padre lo había prometido. Anónimo[4]
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Debemos acudir a Dios como niñitos… debemos apoyarnos en Él y pedir Su ayuda constantemente. Dios debe ayudarnos a hacer todo lo que nos ha pedido que hagamos. Está listo, a la espera y más que dispuesto. Sin embargo, debemos acudir a Él con la humildad de los niños pequeños —con sinceridad, sin pretensiones, con franqueza y actitud abierta— sabiendo que sin Él y sin Su ayuda constante, jamás llegaremos a una mayor obediencia.
En 1 Juan 4:4 el apóstol escribió: «Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo».
El término griego para traducir hijitos o niños en este versículo y en muchos otros también se emplea para traducir «persona amada». Dios quiere que tú y yo sepamos que somos Sus amados.
En 1 Juan 4:4 el apóstol habla de derrotar al enemigo. Una vez más, creo que necesitamos ver que eso solo se logra a medida que acudimos a Dios como niñitos que se apoyan, que son dependientes y confían.
Un buen padre prefiere padecer él mismo que ver sufrir a sus hijos. Vemos este principio parental en acción cuando el Padre envió a Jesús a morir por nosotros, Sus hijos.
«A todos los que lo recibieron, les dio el derecho (el poder) de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en Su nombre»[5].
Los hijos son herederos. Joyce Meyer[6]
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En la actualidad, la nuestra es una generación de personas agotadas y muy exigentes. Somos expertos, pero no damos un ejemplo… Queremos que nos enseñen como si fuéramos filósofos, no infantes, como eruditos, no niñitos… No entendemos los secretos que Dios ha escondido de los sabios y los prudentes y que ha revelado a los niñitos. Tratamos de ser sabios, nobles, poderosos; pero no muchos sabios, nobles ni poderosos han sido elegidos por Dios. Es posible que un hombre llegue a ser como un niñito, pero no muchos lo hacen. En muchos casos, inclusive teólogos no han entendido algunas verdades profundas, mientras que un alma sencilla de entre los santos de Dios ha entendido la enseñanza oculta, la ha puesto en práctica y se abrió paso hacia lo mejor del Cielo. Esposa de Charles E. Cowman[7]
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Mientras más conocimiento tenemos de Dios, más confiamos en Él sin reservas; mientras más avanzamos en teología, más sencilla e infantil se vuelve nuestra fe. J. G. Machen
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La oración es… el llanto que derraman los niños ante el Padre con la fe de que el gran corazón Paternal se complace más en dar que ellos en recibir. Si un padre terrenal sabe dar buenos regalos a sus hijos, cuanto más el Padre celestial dará cosas buenas a los que se lo pidan. Virginia Brandt Berg[8]
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Veamos la diferencia entre una fe como la de un niño y una fe infantil. Una fe como la de un niño es una fe que confía plenamente en Dios como en nuestro Padre celestial amoroso, y Jesús nos recomienda que tengamos una fe así. En cambio, una fe infantil sería inmadura, irreflexiva; y no se nos recomienda tener una fe así. Por el contrario, Pablo dice: «No sean niños en su modo de pensar. Sean… adultos en su modo de pensar»[9]. Si una fe sencilla significa una fe irreflexiva, ignorante, entonces no deberíamos desear algo así… La fe cristiana no es apática, clínicamente muerta, sino una fe viva, inquisitiva. Anselmo dijo que nuestra fe busca el entendimiento. William Lane Craig[10]
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Hijo amado, no temas lo desconocido
ni alguna nueva exigencia de la vida;
por lo que ignoras no estés muy afligido.
Recuerda: Yo conozco la verdad escondida.
Hoy no puedes ver el significado oculto
de lo que he mandado, pero lo entenderás
si prosigues solo con fe, te lo aseguro.
Apóyate en Mi promesa siempre eficaz.
«Un paso», repites y avanzas con denuedo;
con fe, ver un poquito es suficiente, vamos.
Te diré qué hacer más adelante; no te suelto.
Tu Señor te guía a diario, paso a paso.
No cuentes temeroso a todos tus adversarios.
No desobedezcas. Enfrenta todo peligro.
Sortearás obstáculos que sean necesarios,
pues Yo, el Fuerte, sin falta te abriré camino.
Emprende, alegre, la tarea que te he dado;
no te hace falta nada más que Mi promesa.
Sea cual sea el futuro, estoy a tu lado.
Te acompaño; iré delante de ti con presteza.
Frank J. Exley
Publicado en Áncora en mayo de 2013. Leído por Andrés Nueva Vida.
Traducción: Patricia Zapata N. y Antonia López.
[1] NVI.
[2] RV 1960.
[3] Escucha palabras del Cielo (Aurora Production, 2010).
[4] Otterbein Teacher—Encyclopedia of Illustrations, nº3352.
[5] Juan 1:12 NBLH.
[6] Enjoying Where You Are on the Way to Where You Are Going (FaithWords, 2002).
[7] Streams in the Desert, Volume 2 (Zondervan, 1977).
[8] https://anchor.tfionline.com/es/post/actitud-expectante/
[9] 1 Corintios 14:20 NVI.
[10] http://www.reasonablefaith.org/in-intellectual-neutral#ixzz2IN6sfr9t.
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