Claves para un sueño apacible
Tesoros
[Keys for Peaceful Sleep]
Cuando me voy a acostar,
escucha, Salvador, mi oración;
soy tu hijito que ahora acude
implorando Tu bendición.
Perdona todos mis pecados
y ayúdame a dormir ahora
en paz y tranquilidad
hasta que llegue la aurora.
Book of Praise for Children, 1875
Cuando nos acostamos para dormir en la noche, podemos dedicar tiempo a agradecer a Jesús por Su amor y gracia, y poner bajo Su custodia nuestro sueño durante la noche. La Biblia dice que Dios mantendrá con perfecta paz a todos los que confían en Él, a los que concentran en Él sus pensamientos (Isaías 26:3). Dejar de pensar en preocupaciones y problemas y fijar nuestros pensamientos en Jesús es beneficioso para dormir plácidamente por la noche; también orar o leer o decir en voz alta una breve oración o pensamientos consoladores tomados de Su Palabra.
En la Biblia hay excelentes versículos sobre el sueño que podemos aprendernos de memoria y recitar, como estos: «En paz me acostaré y dormiré; porque solo Tú, oh Señor, me haces vivir seguro» (Salmo 4:8). «Al acostarte, no tendrás temor alguno; te acostarás y dormirás tranquilo» (Proverbios 3:24).
Al irnos a dormir, también es un buen momento para reflexionar al encontrarnos en cama y estar en silencio (Salmo 4:4), para evaluar la situación y reflexionar en los acontecimientos y logros del día, y en lo que podríamos haber hecho mejor, y lo que aprendimos. Podemos pensar en si ha sido un día dedicado a andar por los caminos de Dios y a vivir de acuerdo a Su Palabra. ¿Cómo he vivido hoy? ¿Me esforcé a fin de vivir para Jesús y los demás?
Cuando luchamos con el insomnio, estos versículos de los Salmos nos dan una imagen de cómo podemos librar nuestra batalla a medianoche: «Muy de mañana me levanto a pedir ayuda; en Tus palabras he puesto mi esperanza. Mis ojos están abiertos en las vigilias de la noche, para meditar en Tus promesas» (Salmo 119:147,148).
El Señor vela por Sus hijos en todo momento del día; nunca duerme. La Biblia dice que «jamás duerme ni se adormece el que cuida de Israel. El Señor es quien te cuida» (Salmo 121:4-5). También leemos en los Salmos que «el ángel del Señor acampa alrededor de los que le temen, y los rescata» (Salmo 34:7). ¡Qué consolador!
«Ahora que me voy a acostar,
te ruego, Señor, que me guardes en paz.
Tu amor me guarde la noche entera,
¡y al despertar la luz del día me espera!»
Grace Bridges, 1932
Oración por nuestros sueños
En la Biblia están registradas varias ocasiones en que Dios se comunicó con las personas por medio de sus sueños. Algunos sueños fueron proféticos (como los que están en el libro de Daniel), y otros expresaron instrucciones específicas que daba Dios. Por ejemplo, a José se le impidió que se divorciara de María cuando un ángel enviado de Dios en un sueño le confirmó que ese embarazo fue obra de Dios y que ella daría a luz a Jesús (Mateo 1:20,21). Después de que Jesús nació, Dios dio a José otros dos sueños, el primero para advertirle y decirle que huyera a Egipto junto con su familia para escapar de Herodes (Mateo 2:13), y luego para comunicarle que Herodes había muerto y que no había peligro para que volviera a su hogar (Mateo 2:19,20).
A veces, Dios habló a alguien por medio de un sueño para dar una advertencia (Génesis 20:3) o para darle ánimo, como en un sueño que tuvo Jacob de una escalera que llegaba al Cielo, en el que Dios prometió bendecirlo a él y sus hijos (Génesis 28:12–15). El Señor se le apareció a Salomón en un sueño durante la noche y le concedió sabiduría y conocimientos como le había pedido (1 Reyes 3:5-15). Otras veces, los sueños fueron proféticos y simbólicos, como el sueño de José y sus hermanos que se inclinaban ante él como gavillas de grano (Génesis 37:6,7).
Por supuesto, la mayoría de nuestros sueños no son proféticos, ni contienen instrucciones específicas de parte de Dios, y a veces nuestros sueños pueden ser preocupantes o inquietantes. Puede haber distintas razones por las que a veces tenemos sueños desagradables. Podría ser que algo nos preocupaba cuando nos fuimos a dormir, y subconscientemente llevamos con nosotros esa serie de pensamientos. Aunque la Biblia registra casos en que los sueños fueron una advertencia de parte del Señor sobre algo que iba a suceder, los sueños de advertencia que provienen del Señor por lo general tienen algo bueno y un significado.
Los cristianos podemos encomendar nuestro sueño al Señor, orar y pedirle al Señor que durmamos bien por la noche, y que nuestros sueños sean apacibles. Dios prometió a Sus hijos que los guardaría, que los protegería incluso mientras duermen. Su presencia te rodea y «Él dará órdenes a Sus ángeles acerca de ti, para que te guarden en todos tus caminos» (Salmo 91:11). Así que «no temerás el terror de la noche», lo que incluye sueños desagradables o pesadillas (Salmo 91:5).
Cuando no podemos dormir de noche o despertamos por haber tenido un sueño desagradable, puede ser una buena oportunidad de orar y encomendar al Señor todas nuestras preocupaciones, cargas e inquietudes. El rey David dijo: «Recostado, me quedo despierto pensando y meditando en ti durante la noche» (Salmo 63:6). La noche es tan tranquila y silenciosa que, cuando no podemos dormir, puede ser un buen momento para tener comunión con Dios. «Bendeciré al Señor, quien me aconseja; aun de noche mi corazón se instruye» (Salmo 16:7).
De día puede ser difícil escuchar «un sonido apacible y delicado», Su suave voz, con todo el ruido y las otras voces, y las preocupaciones de esta vida que compiten por nuestra atención (1 Reyes 19:11,12). Pero la quietud de la noche puede ser propicia para una profunda comunión con el Señor. Leemos en la Biblia que con frecuencia Jesús se levantaba para orar «muy de madrugada, cuando todavía estaba oscuro» (Marcos 1:35), y a veces también pasaba «toda la noche en oración a Dios» (Lucas 6:12). David en los Salmos muchas veces habló de estar en comunión con Dios de noche (Salmo 77:6).
Dios obra por medio de toda circunstancia en nuestra vida para lograr Sus buenos propósitos, incluso cuando no podemos dormir (Romanos 8:28). Puede valerse de los momentos en que nos cuesta dormir para llevarnos hacia Él, a medida que dedicamos tiempo a estar en comunión con Dios, lo reconocemos en todos nuestros caminos y nos acercamos a Él. Sean cuales sean las circunstancias que enfrentemos, podemos confiar en que Dios siempre está con nosotros, y que Él nos guardará en la noche.
Que duerma tranquila, mi Salvador,
sin malos sueños, con paz y descanso.
Enseña a mi corazón, a mi ser,
que a medianoche «todo está bien».
Mi confianza está en Ti, se alejan
mis preocupaciones y tristezas;
hasta el inicio del alba esperaré,
tras la noche, diré: «todo está bien».
Lucinda M. Beal Bateman, 1886
¡Que Dios te bendiga y te conceda un buen descanso y sueños placenteros!
Tomado de un artículo de Tesoros, publicado por La Familia Internacional en 1987. Adaptado y publicado de nuevo en enero de 2025.
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