Cavilaciones sobre los reyes magos
Phillip Lynch
Una parte de la historia de la Natividad que siempre me ha fascinado es la visita de los reyes magos.
El Evangelio de Mateo es el único que menciona a esos misteriosos hombres popularmente llamados reyes, pero que la Escritura denomina magos o sabios y sobre los cuales apenas nos da detalles.
Después que Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, llegaron a Jerusalén unos sabios procedentes del Oriente. «¿Dónde está el que ha nacido rey de los judíos? —preguntaron—. Vimos levantarse su estrella y hemos venido a adorarlo». Cuando lo oyó el rey Herodes, se turbó, y toda Jerusalén con él. Así que convocó de entre el pueblo a todos los jefes de los sacerdotes y maestros de la Ley, y les preguntó dónde había de nacer el Cristo. «En Belén de Judea —le respondieron—, porque esto es lo que ha escrito el profeta:
»“Pero tú, Belén, en la tierra de Judá, de ninguna manera eres la menor entre los principales de Judá; porque de ti saldrá un príncipe que será el pastor de mi pueblo Israel”.
Luego Herodes llamó en secreto a los sabios y se enteró por ellos del tiempo exacto en que había aparecido la estrella. Los envió a Belén y les dijo: «Vayan e infórmense bien de ese niño y, tan pronto como lo encuentren, avísenme para que yo también vaya y lo adore». Después de oír al rey, siguieron su camino, y sucedió que la estrella que habían visto levantarse iba delante de ellos hasta que se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de alegría. Cuando llegaron a la casa, vieron al niño con María, su madre; y postrándose lo adoraron. Abrieron sus cofres y le presentaron como regalos oro, incienso y mirra. Entonces, advertidos en sueños de que no volvieran a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino[1].
Lo primero que nos dice Mateo es que vinieron de Oriente, un término muy amplio. Podrían haber venido de una región tan cercana como Mesopotamia o de un lugar tan lejano como lo que hoy es la India o Asia Central. La creencia generalizada es que vinieron de Persia, que en aquel entonces era territorio del Imperio parto, implacable enemigo de Roma.
Unos dos años transcurrieron desde el momento en que los sabios vieron por primera vez la estrella y la fecha en que llegaron a Jerusalén. Cabe inferirlo porque Herodes se enteró por ellos de cuándo había aparecido la estrella, y luego, en su tentativa de matar al «rey de los judíos», ordenó la muerte de todos los niños varones menores de dos años que había en Belén y sus alrededores.
¿Pudiera ser que les tomó dos años viajar de Persia a Jerusalén? La distancia de Teherán a Jerusalén es de aproximadamente 1.600 km. Un dromedario bien cargado puede cubrir hasta 65 km en un día. Así que una caravana de camellos que recorriera esa distancia en línea recta haría el viaje en unos 25 días. Aun si hubieran avanzado la mitad de esa distancia cada día o tomado una ruta menos directa, habrían tardado apenas 50 días. Eso podría indicar que venían de mucho más allá de Persia. Es de suponer que viajaron más bien despacio, que dieron un rodeo o que tardaron bastante en emprender el viaje. Yo presumo que ocurrieron las tres cosas, aparte que se vieron en la necesidad de cruzar la frontera entre dos imperios hostiles que estaban frecuentemente en guerra.
Si bien los sabios persas eran conocidos por su afición a estudiar las estrellas, me pregunto cómo llegaron a la conclusión de que el astro que avistaron señalaba el nacimiento del «rey de los judíos». En ningún pasaje de los libros sagrados hebreos figura que tal rey sería anunciado por una nueva estrella. ¿Había acaso alguna mención de ello en las propias tradiciones de los magos? ¿Qué significación podía tener para ellos el nacimiento de un rey en un pequeño reino enemigo situado al oeste de su tierra, hasta el punto de que se sintieron impulsados a embarcarse en un largo y peligroso viaje para verlo? ¿Qué conocimientos secretos poseían?
Mateo dice que vieron a María y al niño «en la casa»[2], no en un establo como se suele representar. Lucas también nos indica que, desde el nacimiento de Jesús, José y María llevaban una vida normal. Cuando su hijo tenía ocho días, lo circuncidaron[3]. Cuando cumplió 40 días, lo llevaron al Templo de Jerusalén para dedicárselo a Dios y ofrecer el acostumbrado sacrificio ritual para la purificación de María después del parto[4]. Es evidente que Herodes aún no había ordenado el brutal exterminio de los menores, de lo que se deduce que todavía no estaba al tanto del nacimiento de aquel nuevo «rey de los judíos» y por ende que los reyes magos todavía no lo habían visitado.
Y ¿qué de la estrella? Me da la impresión de que cada año leo algún artículo acerca de personas que han estudiado minuciosamente los datos astronómicos de la época en que Jesús nació, tratando de localizar un cometa, una supernova o algún otro fenómeno astral que podría corresponder a la estrella de Navidad. Dudo que alguna vez encuentren algo, ya que esa estrella fue diferente de cualquier otro cuerpo celeste que haya habido. Mateo dice que los sabios la habían avistado desde su observatorio en Oriente y que descifraron su significado. Pero luego pareciera que no la volvieron a ver hasta que estaban yendo de Jerusalén a Belén, población situada a poco más de una hora en camello. Cuando los reyes magos se acercaban a Belén, la estrella reapareció y «se detuvo sobre donde estaba el niño». ¿Qué estrella aparece de repente y se detiene sobre una casa? ¿Será que después de todo no se trataba de una estrella?
El Evangelio de Lucas dice que una luz muy brillante apareció en el cielo la noche del nacimiento de Cristo:
Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño. Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor. Pero el ángel les dijo: «No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor. Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre». Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios[5].
¿Pudiera ser que la «multitud de las huestes celestiales» iluminó con tanta intensidad el cielo nocturno que aquellos sabios astrónomos se confundieron y creyeron que se trataba de un deslumbrante nuevo cuerpo celeste? Lucas dice que, después que el coro celestial terminó de cantar, se elevó hacia el cielo. No olvidemos que los magos afirmaron haber visto a la estrella levantarse. ¿Pudiera ser eso el resplandor que apareció sobre la casa de José y María? ¿Por qué no? Por lo visto, ese matrimonio recibía con frecuencia visitas de ángeles[6].
Por último están los regalos. El hecho de que hubo tres regalos dio origen a la tradición de que eran tres reyes magos. La verdad es que puede que fueran apenas dos, o todo un grupo. Entiendo por qué le regalaron oro; pero ¿para qué incienso y mirra? Esas dos sustancias resinosas eran más caras por unidad de peso que el oro, y se obtenían de árboles cultivados, entre otros lugares, en lo que hoy es Yemen. Existía una conocida ruta comercial llamada la Ruta del Incienso que iba desde los puertos de Yemen a la ciudad de Petra, excavada en la piedra, y de ahí hacia el oeste. Tal vez ese fue el camino que tomaron los magos.
Los judíos incluían incienso y mirra en la mezcla de resinas y hierbas que quemaban sobre el altar del incienso en el Templo. Se trataba de una mezcla reservada para Dios, tanto así que cualquier judío que siguiera la misma receta y quemara la mezcla en su casa había de ser exiliado. Tal vez los magos pensaron que la naturaleza exótica de aquellos regalos complacería a un rey de lejanas tierras. Es, desde luego, significativo que lo adoraran ofreciéndole el incienso que se utilizaba para rendir culto a Dios en el Templo. No sé muy bien qué uso pudieron dar a esas resinas José y María. Tal vez las vendieron en Egipto para cubrir sus gastos de subsistencia. De algún modo tuvieron que pagar su estadía allá.
En todo caso, los magos fueron a Belén, adoraron al niño y, después de recibir instrucciones del Omnisciente, se marcharon por otro camino, hacia el levante, y así escribieron un capítulo más de la mayor historia del mundo.
[1] Mateo 2:1–12 (NVI)
[2] Mateo 2:11
[3] V. Lucas 2:21
[4] Lucas 2:22–24
[5] Lucas 2:8–13
[6] V. Mateo 2:13,19,20
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