Caminando hacia los leprosos
Steve Hanuman
Jesús caminó hacia los leprosos. Debió haber sido una escena impresionante: nuestro Señor acercándose a las mismas personas de las que todos los demás huían. Pero sinceramente debo admitir que yo nunca pude empatizar del todo con alguien enfermo de lepra. No podía siquiera imaginar su absoluta desesperación por encontrar una cura. ¡No hasta convertirme en quien busca curación con desespero!
Soy un estadounidense ingresado por primera vez en un hospital. Las instalaciones parecen estupendas, pero están llenas de personas ajetreadas, en el centro de la ciudad de Osaka, Japón.
Hace una semana me sometí a cirugía para extirparme la próstata. Las estadísticas afirman que uno de cada ocho hombres es diagnosticado con cáncer de próstata en algún momento de su vida. Siempre pensé que sería uno de los siete afortunados, pero esta vez me tocó a mí. He aprendido que, para evitar los coágulos de sangre, es importante empezar a caminar poco después de la operación. Mi doctor incluso vino a mi habitación y me instó a caminar lo antes posible. Así que eso hice.
Creo que el pasillo del hospital tiene unos 250 metros de diámetro. Como solía jugar al fútbol americano en la secundaria, puedo imaginar que los 250 metros son unos dos campos y medio. En el equipo de fútbol, solía ser el más rápido de todos porque también era el más pequeño. ¡Tenía que ser rápido para evitar los golpes de jugadores tres veces más grandes que yo!
Pero en un abrir y cerrar de ojos tengo 61 años, estoy conectado por catéter a una bolsa que recoge orines y me estoy aferrando a un andador. Y puesto que el pasillo del hospital se me hace un campo de fútbol americano, me he estado preguntando: ¿Dónde está aquel jovencito que corría más rápido que todos los demás sobre el césped? Y me respondo: ¡Se ha largado, amigo! Y termino riéndome en voz alta de mi propia ocurrencia.
Una de las formas de afrontar mi semana en el hospital ha sido recurrir un poco al humor. Frente a tanto sufrimiento, no es fácil encontrar una buena fuente de risa. ¡Así que he decidido que mi propia situación será lo que me levante el ánimo! Como dije antes, esta es mi primera vez en un hospital. Y durante esta semana, he reunido incontables vivencias en las que he hecho el ridículo y no he sabido qué hacer o que no he entendido muy bien lo que los doctores y enfermeras intentan decirme, puesto que no hablo japonés con fluidez.
Cuando doy vueltas por los pasillos del sexto piso del hospital Osaka Keisatsu, hay muy poco de lo que puedo reírme. La mayoría de los pacientes son personas mayores en estado precario de salud. Veo los enfermos a los que se refiere la Biblia. Para ser sincero, su sufrimiento me rompe el corazón cada vez que recorro los pasillos. Como intento completar entre 30 y 40 vueltas al día, estoy viendo mucho sufrimiento.
Jesús caminó hacia los lisiados.
Nuevamente, para ser sincero, nunca pude sentir verdadera empatía hacia los enfermos que menciona la Biblia hasta que vi que todos los que me rodeaban en el hospital estaban enfermos. Hasta que casi me volví uno de ellos. Hay algunas personas que no se pueden levantar y que solo miran por la puerta de sus habitaciones. Cada vez que paso, hacemos contacto visual. Les sonrío y oro por ellos. Ellos no responden a mis sonrisas, aunque me miren fijamente. Parece que soy el único extranjero en el hospital, así que debe parecerles extraño ver a alguien de otro país sonreírles y dar vueltas y más vueltas por los pasillos. Ahora que lo pienso, ¡supongo que es bastante extraño! Pero voy a seguir caminando y orando por las personas que veo.
Algunos pacientes parecen desahuciados. Por su aspecto, parece quedarles semanas o incluso días de vida. Es probable que a muchos los acaben de operar y están muy débiles. En general, las japoneses suelen sufrir en silencio, y eso solo me rompe el corazón aún más.
A decir verdad, he estado sintiendo pena de mí mismo por estar enfermo, pero la verdad es que tengo muchas bendiciones. Puedo caminar por mi cuenta. Tengo esperanzas de seguir viviendo en este mundo. En cambio, el tiempo de muchas de esas personas parece a punto de terminar y padecen muchos sufrimientos.
Hoy, mientras caminaba por segunda vez por los pasillos después de almorzar, se formó una frase poderosa en mi mente: Jesús caminó hacia los leprosos.
Estaba mirando a las mismas personas muy enfermas, y aquella frase se repetía una y otra vez en mi mente: Jesús caminó hacia los leprosos. Luego empezaron a formarse otras frases en mi mente. Jesús fácilmente pudo haber sido rey de este mundo terrenal, pero prefirió servirnos.
Aquellas frases se sucedían en mi mente una y otra vez. Jesús caminó hacia los leprosos. Jesús caminó hacia los ciegos, los enfermos y los lisiados. Jesús pudo tener todas las riquezas de este mundo, pero prefirió caminar en sandalias y desechar las posesiones terrenales. Aquellas alusiones a Jesús, que había escuchado en tantas ocasiones, de pronto cobraron vida y se volvieron poderosas para mí al ver a cientos de personas enfermas en el sexto piso del hospital, adoloridas y sin poder levantarse de la cama.
Sigo caminando hasta que veo a Dou Gan san hacerme señas desde su habitación. Dou Gan san es un amigo que he hecho en el hospital, que hace poco le pusieron una prótesis de cadera. Muchas veces caminamos juntos. Siempre está alegre y sonriente. Pero hoy se ve un poco triste.
«¿Cómo te encuentras, Dou Gan san?» Me dice que tiene mucho dolor muscular en la zona donde le implantaron una cadera de cerámica. «Me estoy haciendo viejo», bromea.
Dou Gan san tiene 69 años, su espíritu es maravilloso y me he encariñado con él. Anoche me dijo lo mismo, pero hoy parece que el dolor se ha intensificado. Parece un poco asustado y de pronto señala al cielo y dice: «Dios». Le respondo: «¡Exactamente! Oremos.»
Oramos juntos por su curación y alivio del dolor. Le aseguro que continuaré orando por él. Me sonríe y con un poco de vergüenza en la mirada, me dice: «¡Gracias, Steve!» Luego llega el doctor para hacerle la revisión diaria.
Estoy agradecido de haber tenido oportunidad de orar con mi nuevo amigo, pero también me pregunto: ¿Por qué sólo buscamos a Dios cuando estamos sufriendo o atemorizados?
En mi caso, desde que me diagnosticaron cáncer, he buscado más que nunca la misericordia, sanación y gracia de Dios. Mis oraciones se han vuelto más largas y profundas, y mi relación con Dios se ha fortalecido. He aprendido a volverme enteramente dependiente de Dios durante esta crisis de salud. A cambio, he obtenido una profunda sensación de paz interior. Ahora que parece que voy a sobrevivir, no dejo de decirme a mí mismo que no quiero perder nunca esta sensación de cercanía y dependencia en Dios. Con frecuencia oro para no dar por sentado el inmenso amor de Dios en mi segunda oportunidad de vivir libre de cáncer[1].
Jesús sanó a muchos enfermos y desvalidos en el curso de Su ministerio. Ahora, en este atiborrado hospital del Japón, ¡también me ha sanado a mí! Pero es solo ahora, luego de recuperarme de un cáncer en fase 3, que entiendo que Él ha estado curándome, amándome y cuidándome desde el día en que nací.
Sea cual sea la aflicción que tengas, ya sea mental, espiritual o física, llévasela a Jesús. Pon tus enfermedades a Sus pies.
Vino a Él un leproso que, de rodillas, le dijo:
—Si quieres, puedes limpiarme.
Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano, lo tocó y le dijo:
—Quiero, sé limpio.
Tan pronto terminó de hablar, la lepra desapareció del hombre, y quedó limpio. Marcos 1:40-42
Creo que todos deberíamos tener la completa certeza de que Jesús nos curará, sin importar cuál sea nuestra aflicción. Podemos contar con que nos limpiará, sanará y renovará en el tiempo y la forma perfectos.
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