Año nuevo; nuevos compromisos
Recopilación
El inicio de un nuevo año es un momento interesante. Lo veo como la línea divisoria entre el pasado y el futuro. A menudo recordamos experiencias del año anterior y miramos hacia lo que traerá el nuevo año. Puede ser alentador ver los desafíos que se enfrentaron, las victorias que se lograron, los progresos que se hicieron, los compromisos que se cumplieron y las bendiciones que tuvimos el año anterior. Asimismo, es un momento para evaluar aspectos en los que esperamos avanzar y en los que aún no estamos a la altura de nuestras aspiraciones. Es posible que hayamos pasado tiempos difíciles, que hayamos tenido dificultades o hasta fracasos rotundos que nos dejaron enseñanzas.
Al inicio del año nos fijamos objetivos o nos comprometemos a hacer algo. Recientemente he pensado y orado acerca de los compromisos que quiero hacer para el año que se inicia. Una conclusión a la que he llegado es que necesito hacer compromisos específicos acerca de mi relación con el Señor, mi fe, mi vida de discípulo y la misión de dar a conocer a Jesús.
Parece que con el ajetreo de la vida, la necesidad de mantenerse al corriente con todo lo que se debe hacer, es muy fácil dejar que nuestra relación con el Señor quede relegada a un segundo plano, salvo en caso de que primero se hagan los compromisos. Todo lo que es importante en la vida requiere tiempo y recursos, y cuando nuestra vida se vuelve muy ajetreada, fácilmente puede disminuir el tiempo y los recursos que dedicamos a asuntos relacionados con nuestra fe, el Señor y la misión. Poco después y casi sin darnos cuenta, oramos muy poco y leemos Su Palabra incluso menos. Con tan poco tiempo para hacer todo lo necesario, es fácil que nuestra relación con Dios se empuje más abajo en la escala de asuntos importantes.
Asimismo, es fácil excusarnos por descuidar la misión. «Estamos demasiado ocupados». «Me concentro en mis estudios, en mi trabajo, en mis hijos, en mi vida». Esta mañana leía el Evangelio de Lucas y llegué a Lucas 10:2 (NTV), que dice: «La cosecha es grande, pero los obreros son pocos. Así que oren al Señor que está a cargo de la cosecha; pídanle que envíe más obreros a sus campos».
En síntesis, ese versículo nos dice que hay muchas personas que necesitan la salvación y que la aceptarían, el problema es que no hay suficientes obreros para hablarles a todas. Se nos pide que oremos para que el Señor que está a cargo de la cosecha envíe más obreros. No solo deberíamos orar por eso, sino que también deberíamos poner esas oraciones en acción al comprometernos a participar en la medida que nos resulte posible, de modo que dejemos huella en la vida de quienes el Señor ponga en nuestro camino. Claro, para eso es necesario que nos comprometamos a hacer nuestra parte.
Las tareas que tienen que ver con mantenernos a nosotros mismos y a nuestra familia, criar y educar a nuestros hijos, atender las necesidades cotidianas, todos esos son deberes esenciales y parte de lo que conlleva crear un mejor futuro en esta vida y en el mundo; sin embargo, también se nos recuerda lo que Jesús dijo a Sus seguidores: «Busquen primeramente el reino de Dios y Su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas»[1].
Hacer compromisos relacionados con nuestra relación con Dios, con la misión y con una vida acorde con nuestros valores fundamentales basados en Sus enseñanzas, puede influir notablemente en nuestra vida cotidiana, durante toda la vida y también en el más allá. El resultado de esos compromisos hará que seamos mejores personas, seres humanos que actuamos más como Dios espera de nosotros, más parecidos a Cristo en nuestras relaciones con los demás y que seamos una mayor bendición para nuestras familias, amigos y seres queridos. ¡Vale la pena comprometerse a eso! Peter Amsterdam
Momento de examinar con cuidado
El final del año siempre es un buen momento para reflexionar y pasar revista a los logros e incluso fracasos del año que termina, dar gracias al Señor por Sus muchas bendiciones y los avances que nos ayudó a hacer y ver qué cambios convendría hacer el año que está a punto de comenzar. Recuerda que lo que te depare el año nuevo dependerá mucho de lo que aportes tú.
Procura dedicar tiempo a la reflexión. Dedica un rato a repasar los compromisos que hayas adquirido con el Señor. Pasa un tiempo preguntándole cómo andas y escuchándole. Y luego toma medidas para que el año nuevo sea aún mejor.
No te ancles en el pasado, ya sea el año anterior o apenas ayer. Hoy es otro día, una nueva oportunidad de cambiar de personalidad. Cambia hoy mismo, y verás lo que hace el Señor contigo. ¡Feliz Año Nuevo! David Brandt Berg
*
Como un libro abierto el Año Nuevo veo,
y en la portada escrito «Mi vida» leo.
Abro el volumen y echo una ojeada:
las páginas están en blanco, no dice nada.
Pues soy escritora, y la pluma en mis manos
escribe lo que leerán otros humanos.
¿Cómo será el libro en que escriba mi vida
para que un día por otros sea leída?
Una página escribo cada jornada;
¿valdrá la obra algo cuando esté terminada?
Ayúdame, Señor, a no hacer borrones
y vivir lo que querría escribir en estos renglones.
Gertrude Laura Gast
*
El fin de año nos ofrece una buena oportunidad de mirar hacia atrás y dar gracias al Señor por todo lo que nos ayudó a realizar. El final de un año y el comienzo del siguiente es también un buen momento para mirar hacia adelante, para inspirarse y motivarse con lo que el Señor se propone hacer en los meses que vienen, y no hay nada como la Palabra para proporcionarnos esa inspiración y ese incentivo. María Fontaine
*
Mi deseo es ser como Tú, Señor.
Mi deseo es ser como Tú.
Tu Espíritu me llena,
Tu amor me inunda
y me ayuda, Señor, a ser como Tú.
Al comienzo del año, lo que más deseamos es ser como Jesús y también ayudar a los demás a ser como Él. Pero no podrán ser como Él si no les indicamos cómo pueden hacerlo y les damos ejemplo. Ése es el plan del Señor. Como dijo San Pablo: «¿Y cómo pueden creer en Él si nunca han oído de Él? ¿Y cómo pueden oír de Él a menos que alguien se lo diga?»[2] Lo lamentable es que si nosotros no seguimos al Señor debidamente, es posible que los demás no tengan oportunidad de oír ni de creer. María Fontaine
*
La última noche del año viejo, antes que se inicie el otro, es un buen momento para detenerse a pensar: «¿Qué progresos he realizado este año? ¿He hecho todo lo que he podido por Jesús, teniendo en cuenta todo lo que Él ha hecho por mí? ¿Ha sido verdaderamente un año que le he dedicado al Señor, en el que he vivido para Él mediante Su poder, Su fortaleza y Su guía? ¿Lo he aprovechado para hacer Su voluntad? ¿He observado en mí los frutos del Espíritu, los frutos de obedecer Su Palabra? ¿Ha sido un año por el cual me siento agradecido por tener la certeza de haber complacido al Señor?»
Dale gracias al Señor y recuerda todo lo bueno que te ha acontecido. De lo que ha ocurrido durante el año pasado, ¿qué es lo que más agradeces? ¿Cuál es tu oración o tu esperanza para el año nuevo? ¿Qué versículo invocas para el año que comienza?
Ayúdanos, Señor, al iniciar este año, a mirar hacia adelante con fe. Danos fuerzas para hacer lo que Tú quieras que hagamos. Guíanos, oriéntanos y no permitas que nos apartemos de Tu voluntad, Señor. Danos un buen año y, pase lo que pase, ¡haz que lo vivamos plenamente para Ti!
Comienza un nuevo año; oh Maestro, te pido que sea —al predicar y ganar—, otro año para Ti. David Brandt Berg
Publicado en Áncora en enero de 2017.
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