Ánimo, Yo he vencido al mundo
George Sosich
¡El año 2020 sí que fue tumultuoso! El coronavirus causó estragos en el mundo. Estamos en los primeros meses de 2021 y la situación todavía no se ha estabilizado. Muchas personas han muerto y siguen muriendo. El virus (y las nuevas mutaciones) continúa propagándose. Hay grandes restricciones para los viajes internacionales; y, claro, eso ha tenido efectos sumamente negativos en las economías, lo que resulta en que muchos hayan perdido su empleo, en el cierre de grandes y pequeñas empresas, y que muchas personas tengan ansiedad y depresión.
Además, la situación política y cultural de varios países se ha deteriorado, mientras el laicismo se ha diseminado y ha echado raíces. Los países occidentales que fueron construidos sobre la base de los principios cristianos prácticamente han abandonado sus amarras cristianas. Las ideas ateas, progresistas, tienen una fuerte presencia y dominan la cultura popular. La globalización se ha convertido en una realidad. En los países occidentales, de manera gradual se retira el apoyo a los cristianos y los dejan al margen del debate público; y poco a poco, se aprueban leyes que contradicen los principios bíblicos y en algunos casos rechazan la publicación o la predicación de esas ideas.
Al reflexionar sobre esas cosas, debo reconocer que a veces me he desanimado y hasta he tenido temor del futuro. He estado abrumado por la aprensión, por una sensación de caer en el lado equivocado del panorama cultural y de lo que es políticamente correcto, digámoslo así; y quise saber cuáles serían las consecuencias para mi esposa, para mí y nuestros jóvenes hijos. Ha sido una lucha permanecer positivo y con esperanza en medio de todo eso.
Un día, hace poco, me encontraba en esa lucha cuando recordé un pasaje de la Biblia: «Yo les he dicho estas cosas para que en Mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo»[1]. Y rápidamente recordé otro: «No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien»[2]. Como siempre, cuando empiezo a desanimarme por algo, el Espíritu Santo me recuerda pasajes de la Biblia que necesito para animarme y que son la clave para encontrar en las Escrituras un asesoramiento que encaja perfectamente en mi situación. ¡Gracias al Señor!
Jesús dijo lo que está escrito en Juan 16:33 durante el magnífico discurso que dio a Sus discípulos después de la Última Cena, la noche antes de ser traicionado y finalmente crucificado. A menudo quedo maravillado por los cinco capítulos completos que Juan el Amado dedicó a las últimas horas que Jesús pasó con Sus discípulos antes de ser crucificado[3].
Esa noche, Jesús enfrentaba lo que sería el tiempo más doloroso y duro de Su vida en la Tierra; y sabía que de modo parecido Sus seguidores pasarían por un tiempo que sería una dura prueba para su alma. Y así, con gran amor y compasión, pasa toda la noche con ellos, dándoles Sus últimas palabras de instrucción y ánimo para prepararlos para lo que tenían por delante.
El primer versículo del capítulo 13 (NVI) nos da una mirada al corazón de Jesús en ese momento. «Se acercaba la fiesta de la Pascua. Jesús sabía que le había llegado la hora de abandonar este mundo para volver al Padre. Y habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin».
Y así, con el corazón lleno de amor por Sus seguidores, empieza humillándose a Sí mismo para hacer el trabajo de un siervo al lavarles los pies, instándolos a hacer lo mismo y servirse unos a otros con amor[4].
Poco después, prepara el corazón de ellos al advertirles que alguien iba a traicionarlo, incluso indicando quién sería[5]. Luego, les da Su nuevo mandamiento, «que se amen los unos a los otros. Así como Yo los he amado»[6]. Además de que esa clase de amor cristiano se convirtiera en un testimonio para el mundo de la verdad del cristianismo, Jesús debe haber sabido que Sus discípulos necesitarían esa hermandad sacrificada y la resultante unidad a fin de soportar los días peligrosos que tenían por delante.
Debe haber conmocionado enormemente a los discípulos que les dijeran que Jesús sería traicionado; y en el primer pasaje del capítulo 14 Jesús los insta a no dejar que su corazón se turbe y les da la buena noticia de que Él irá al Cielo antes que ellos a fin de prepararles el hogar hermoso y eterno que los espera[7], que Él no los dejaría sin consuelo[8], y que les daría paz en medio de sus problemas[9].
El capítulo 15 comienza con un llamado a seguir firme y a llevar fruto al permanecer en la vid, que es Él mismo, y una firme promesa de que Él respondería sus futuras oraciones fervientes si lo hacían[10]. Y les hizo otro llamado, amarse unos a otros[11], y les dijo que no se desanimaran porque el mundo los odiaría, pues sería una señal de que imitaban a su Maestro[12].
En el capítulo 16 Jesús reconoce que al oír todo eso, el corazón de Sus discípulos se llena de tristeza, y los anima diciéndoles que no los dejará sin un pastor, porque Él seguirá guiándolos por medio del Espíritu Santo[13]. Más adelante, los consuela diciéndoles que su tristeza se convertirá en alegría y regocijo y que deberían animarse porque Él vencería al mundo y les daría paz[14]. ¡¿La traición de la que sería objeto el Señor, y Su muerte, y la futura persecución por parte de sus enemigos resultaría en paz, alegría y regocijo?! Debe haberles parecido muy contrario a sus temores naturales de esas cosas. Sin embargo, ciertamente los discípulos deben haberle creído a Jesús, y nosotros también debemos hacerlo.
Finalmente, en el capítulo 17, Jesús ora por Sus seguidores. No ora que escapen completamente de las futuras dificultades, sino más bien que Su Padre vele por ellos cuando pasen por esas cosas[15]. Es una bella oración; y terminar la conversación de esa manera debe haber dado un gran consuelo a Sus discípulos.
Al imaginarme en el lugar de los discípulos en ese momento, entiendo mejor esos pasajes y cuánto debe haber significado para ellos que les dieran esa advertencia y los animaran así. Deben haber sentido el cuidado y el amor del Señor por ellos y, a pesar de las malas noticias de lo que sucedería, seguramente se sintieron fortalecidos.
No estoy del todo seguro de cómo será el desarrollo de los acontecimientos del presente, ni lo que traerá el futuro, pero si los tiempos que vivimos siguen empeorando, entonces esos pasajes serán un gran consuelo para mí. En ellos está el asesoramiento, la instrucción y el consuelo que necesito para enfrentar lo que depare el futuro. No solo puedo consolarme al reconocer la presencia de Jesús y Su Espíritu, ¡también puedo regocijarme y estar alegre! No tengo que dejar que el mal venza mi espíritu, sino que puedo tomar el empeoramiento de la situación del mundo como una oportunidad de vencer el mal con el bien, al dar testimonio a los que me rodean, quienes tal vez también pierdan las esperanzas ante la situación, pero no tienen a Jesús para que los consuele.
Estoy feliz de que el Espíritu Santo me recordara esos versículos[16]. Aunque a veces soy incrédulo e infiel, Él sigue siendo fiel[17]. «El que da testimonio de estas cosas, dice: “Sí, vengo pronto”. Amén. ¡Ven, Señor Jesús!»[18]
[1] Juan 16:33 (NVI).
[2] Romanos 12:21 (NVI).
[3] Juan, capítulos 13-17.
[4] Juan 13:4–17.
[5] Juan 13:21–26.
[6] Juan 13:34–35.
[7] Juan 14:1–4.
[8] Juan 14:18.
[9] Juan 14:27.
[10] Juan 15:1–10.
[11] Juan 15:17.
[12] Juan 15:18–25.
[13] Juan 16:6–13.
[14] Juan 16:20–22, 33.
[15] Juan 17:15.
[16] Juan 14:26.
[17] 2 Timoteo 2:13.
[18] Apocalipsis 22:20 (NVI).
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