Ángeles navideños
David Brandt Berg
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Para los cristianos, todos los días pueden ser Navidad. Jesús nos prodiga Su amor cada día del año. Lamentablemente, no es así para los que aún no han descubierto el verdadero sentido de la celebración.
Hay muchas personas perdidas, que sufren de soledad, opresión, debilidad y agotamiento. Algunos son débiles físicamente; otros anímicamente; y otros en cuerpo, mente y espíritu. Hay quienes viven pisoteados: los pobres, los perseguidos y los hambrientos, las víctimas de la guerra, el crimen y la explotación, la gente a la que nadie quiere y por la que nadie se preocupa, que posee poquísimos bienes de este mundo y carece hasta de lo más esencial. Por otra parte, están los que poseen bienes materiales y que a los ojos de los demás gozan de una situación privilegiada, pero que son prisioneros de sus propios intereses egoístas. Son gente agobiada, apesadumbrada por los problemas, el estrés, los temores y las fobias.
Hay quienes llevan una sonrisa en el rostro, mas sufren por dentro; quienes se encuentran sumidos en un mar de vaciedad; quienes sienten dolor, rencor y remordimiento; quienes están atormentados por su pasado, y quienes temen el futuro. El mundo actual está lleno de gente perdida y desesperanzada. Me recuerda lo que decía una vieja canción de los Beatles: «All the lonely people, where do they all come from? (¿De dónde viene toda esa gente solitaria?)» Mucha de la gente que sufre de soledad, los oprimidos y los desamparados, son fruto de una sociedad en la que cada cual se preocupa de sus necesidades y no se interesa en absoluto por las de los demás. Son víctimas, lamentables consecuencias de vivir al margen del amor, y el producto de un mundo que ha olvidado a su Creador.
Cantidad de sucesos dejan perpleja a la gente. «¿Por qué hay tanto dolor y contiendas? ¿Por qué la matanza de los inocentes? ¿Por qué tantas dificultades y pesares?» Me recuerda el conocido villancico Noche gloriosa: «Noche gloriosa de cielos estrellados en que nació nuestro buen Salvador. Yacía el mundo sumido en el pecado; al llegar Él, puso fin al dolor...»
No obstante, se habla mucho de avances y del mejoramiento de la humanidad, medicina de vanguardia, adelantos tecnológicos, nuevos inventos, formas de gobierno perfeccionadas para labrar un mundo mejor. Nunca antes ha habido tanta confusión, tantas voces que exclaman: «Este es el camino».
La canción sigue: «Se vislumbró un rayo de esperanza; la Tierra vio nacer al Redentor». El mundo necesita con urgencia un rayo de esperanza. Las personas nunca han tenido tanta necesidad de que les hablen del alba radiante y gloriosa que está por despuntar.
El estribillo es también muy revelador: «Dóblese toda rodilla en Su presencia, y escuchen los hombres el coro angelical». El Señor quiere que la gente oiga hoy ese coro angelical, tal como los pastores oyeron a los ángeles que anunciaron el nacimiento de Cristo.
Tú puedes ser uno de esos ángeles navideños enviados por el propio Jesús para proclamar la buena nueva a la gente que vive perdida y solitaria, para transmitir ese rayo de esperanza que el mundo anhela. ¿Quiénes pueden ser mejores instrumentos de Dios que Sus propios hijos, los portadores de Sus palabras de vida, los que conocen Su verdad y se han enriquecido en fe? Ahora que oscurece y que soplan vientos fríos, Sus hijos deben mantener la luz en alto. Si haces resplandecer Su luz sobre la gente, el Señor hará que esa luz cumpla Su propósito en la vida, en el corazón y en la conciencia de las personas.
Más que oír sobre el amor de Dios, el mundo necesita verlo. La gente precisa un ejemplo vivo del amor de Dios. Jesús dijo: «En esto conocerán todos que sois Mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros»[1]. No basta con hablar de amor; Jesús dijo que es preciso tener amor, vivir con amor. Él sabía que el ejemplo es irrebatible.
Así que esta Navidad y a lo largo del año, hazle al Señor los obsequios que más le agradan: regalos de amor. Entrégate a los demás. Transmite el amor y el cariño de Jesús mediante el brillo de tus ojos, de tu mirada de amor y de palabras y gestos amables. Sé la prueba viviente del mensaje, la prueba material de que da resultado.
¿Qué mejor forma de vivir la Navidad cada día del año que entregarse continuamente a los que nos rodean y vivir como Él nos enseñó, mostrar Su amor en multitud de detallitos a lo largo del día, para presentar al mundo una prueba viviente de que el amor de Jesús es eficaz? «Nos enseñó a amarnos como hermanos, y nos legó el Evangelio de paz». Te ha confiado a ti, Su hijo, seguir Su ley, que es el amor. Te encomienda cumplirla y vivir Su amor para que todos los hombres sepan que eres Su discípulo.
¿Qué puedes obsequiarle a Aquel que lo tiene todo? Da amor, no solo al Señor, sino también a quienes tienes a tu alrededor. El quid del Evangelio es el amor. ¿Vas a practicarlo? ¿Se lo vas a comunicar a los demás? Es posible que no te consideres capaz, pero Dios sí lo es, y si lo intentas, te ayudará.
Pide al Señor que te ayude a vivir la Navidad todos los días del año sin excepción, que te ayude a cumplir Su gran mandamiento de amar al prójimo como a ti mismo. Entrégate a los demás. Ora por ellos, dedícales tiempo y atención, bríndales cuidados. Ama a Dios amando a tu prójimo, y tu vida lo dirá todo, porque serás una prueba viviente.
Si vives inmerso en el amor de Dios, descenderá sobre ti Su poder. Y al verter el Señor Su poder sobre ti, Su poder y Su gloria se darán a conocer al mundo por siempre. El poder del amor de Dios. Deja que los demás vean a Jesús en ti. Esa es la esencia de la Navidad. ¡Feliz Navidad!
Tomado de los escritos de David Brandt Berg, publicado en Conéctate en diciembre de 2003. Texto adaptado y publicado de nuevo en diciembre de 2016. Leído por Miguel Newheart.
[1] Juan 13:35
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