Amor que echa fuera el temor
Recopilación
«El perfecto amor echa fuera el temor.» ¿No te vendría bien una expulsión de temor? [...] Por temor a que se nos rechace, seguimos a la multitud. Por temor a no ser aceptados, consumimos drogas. Por temor a llamar la atención, nos vestimos igual que todo el mundo. Por temor a diluirnos en la multitud, nos ponemos lo que nadie más se pone. Por temor a dormir solos, dormimos con alguien. Por temor a no ser amados, buscamos amor en todos los lugares en que no debemos.
Dios tira de la cadena y expulsa todos esos temores. Los que viven saturados del amor de Dios no se venden para granjearse el amor de los demás. Ni siquiera se venden para ganarse el amor de Dios.
¿Crees que tienes que ganarte Su amor? ¿Crees que: si dijera menos groserías, si orara más, si bebiera menos, si estudiara más [...], si hiciera un mayor esfuerzo, Dios me amará más? Inhala y olfatea el hedor de Satanás detrás de esas palabras. Todos necesitamos mejorar, pero no hay que conquistar a Dios para ganarnos Su amor. Cambiamos porque ya tenemos el amor de Dios. El perfecto amor de Dios.
El perfecto amor es justamente eso, perfecto, un conocimiento perfecto del pasado y una visión perfecta del futuro. No puedes escandalizar a Dios con tus acciones. Nunca llegará el día en que lo hagas dar un grito ahogado de asombro diciendo: «Qué horror. ¿Viste lo que acaba de hacer ella?» […] Dios conoce todita tu historia, desde la primera palabra hasta el último aliento, y con pleno conocimiento de causa declara: «Tú eres Mía».
Lo que hagas tú puede escandalizarte, mas no a Dios. Con conocimiento perfecto de tu vida imperfecta, Dios se comprometió. [...] ¿Ves lo que hace el amor perfecto? Expulsa el temor a ser juzgados. Es más, purga el temor al día del juicio. Como escribió Juan: «Para que tengamos confianza en el día del juicio, pues como Él es, así somos nosotros en este mundo»[1]. Max Lucado[2]
La fe y el temor
Las dos principales causas de temor y preocupación son el pasado y el futuro —remordimientos por el pasado o miedo al futuro— y la Palabra de Dios nos prohíbe preocuparnos por cualquiera de las dos cosas. Si estás en el Señor eres Su hijo y no hay nada por lo que debas preocuparte.
La preocupación es señal de temor y el temor no es fe. «El temor lleva en sí castigo»[3], y la falta de fe puede ser a veces algo terrible y espantoso. En cambio la fe y la confianza en Dios producen una sensación de reposo físico, paz interior, contentamiento de corazón y bienestar espiritual. La fe es lo que evita las preocupaciones. La fe es lo que aleja el temor. «No se turbe su corazón; crean en Dios, crean también en Mí»[4]. ¡El principio de la fe es el final de la preocupación! Cuando confías en el Señor sabes que Él velará por ti y que no tienes por qué preocuparte.
«No nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio»[5]. ¡Por eso encomienda tus caminos, tu vida, tu mente, tus pensamientos y tu tiempo al único y sabio Dios, nuestro Salvador! «Echa sobre el Señor tu carga, y Él te sustentará»[6]. ¡Sus hombros son tan anchos como para llevar cualquier peso! David Brandt Berg
Permanecer en Su amor
«En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio, pues como Él es, así somos nosotros en este mundo. En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.» 1 Juan 4:17,18
«En esto» alude a lo que venía diciendo anteriormente en el versículo 16b: «Dios es amor, y el que permanece en amor permanece en Dios y Dios en él». «En esto» —o sea, el que permanezcamos en amor a fin de que permanezcamos en Dios y Él en nosotros— «se ha perfeccionado el amor en nosotros». Juan ya lo había dicho antes así: «Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y Su amor se ha perfeccionado en nosotros»[7].
Martyn Lloyd-Jones escribió: «Morar en el amor es la demostración final del hecho de que Dios mora en nosotros y de que estamos en Dios». Se podría decir que Dios es el hogar de una persona, y como la mayoría de la gente prefiere morar en su hogar que en ningún otro sitio, el cristiano desea a Dios por sobre todas las cosas. […]
¿Cómo se perfecciona el amor en los creyentes? Por medio de pruebas, tribulaciones y persecuciones. A los cristianos los ponen a prueba otras personas. ¿Amarán a los que los odian y les hacen maldades? ¿O devolverán mal por mal o guardarán rencores? ¿Servirán a sus semejantes y velarán por su bienestar, o simplemente se llenarán la cabeza de doctrina y se mostrarán fríos en sus afectos?
Está claro que la buena obra que Dios comenzó en Su pueblo, partiendo por la salvación, es una que Dios con el tiempo irá perfeccionando hasta el día de Jesucristo[8]. Esto significa que el propósito último de la salvación no es que el creyente simplemente muera y se vaya al cielo; Dios tiene más bien un propósito continuo con la salvación. Al fin y al cabo, a partir de la salvación la mayoría de las personas siguen viviendo y las Escrituras las alientan a seguir creciendo en su fe, a crecer en santidad. […] Con el paso del tiempo el amor de Dios se perfecciona en ellas mediante todo tipo conflictos interpersonales.
Una de las certezas que se le revelan a cualquiera que lee la Escritura es que todos comparecerán ante su Juez en el día del juicio después de su muerte. Para los incrédulos ese es un día espantoso; la mayoría rehúsa pensar siquiera en ello. Por contraste, los creyentes en Cristo no tienen nada que temer, ya que «el perfecto amor echa fuera el temor». Mejor todavía, tienen «confianza en el día del juicio» toda vez que la presencia permanente de Dios en su vida ha ido perfeccionando su amor a lo largo del tiempo. Así como Dios es perfecto, ¡Su pueblo es perfeccionado en el amor! Los creyentes saben que sus pecados fueron juzgados en la cruz y que Dios continuamente habita en ellos. Esto se evidencia por su fe en Cristo y el amor que se profesan mutuamente. […]
Por tanto, si el perfecto amor echa fuera el temor, nosotros que constituimos el pueblo de Dios debemos asegurarnos de no temerle a nada con que nos pueda agredir el mundo. Si Dios conoce el tiempo que pasaremos en la tierra —desde el día de nuestro alumbramiento hasta el día de nuestra muerte—, ¿qué hemos de temer los que amamos a Dios? ¡Nada! No solo eso, vale la pena regocijarnos cada día, pues el amor de Dios se está perfeccionando en nosotros, santificándonos cada vez más. Dr. D. Lance Waldie[9]
Publicado en Áncora en marzo de 2019.
[1] 1 Juan 4:17.
[2] Lucado, Max, Acércate sediento (Editorial Caribe, 2004).
[3] 1 Juan 4:18.
[4] Juan 14:1 (NBLH).
[5] 2 Timoteo 1:7.
[6] Salmo 55:22 (NBLH).
[7] 1 Juan 4:12.
[8] Filipenses 1:6.
[9] http://www.harvestbiblechurch.net/blog/perfect-love-casts-out-fear
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