Amor incomparable
Recopilación
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[Incomparable Love]
El amor de Dios es inalterable; Él sabe exactamente lo que somos y de todos modos nos ama. De hecho, nos creó porque quería otras criaturas a Su imagen en quienes pudiera verter Su amor y que lo amaran a cambio. Además, Dios quería que el amor fuera voluntario, no obligado, así que nos dio libertad para elegir, la habilidad de decir que sí o que no en nuestra relación con Él. Dios no quiere un amor mecanizado, el que dice que debemos amar a Dios porque es lo que nuestros padres exigen o lo que se predica en nuestra iglesia. Solo el amor voluntario satisface el corazón de Dios. […]
Dios es un Dios de amor, y Él no está ciego a la situación difícil del hombre. No está en la cima de una montaña, mirando las ruinas de nuestra vida, sin gritar una advertencia. Ya que el hombre causó su propio colapso por su rebelión contra el Creador, Dios podría haber permitido que se sumiera en la destrucción.
Desde el principio del recorrido de la humanidad, Dios tenía un plan para su liberación. En realidad, el plan es tan fantástico que en última instancia a cada hombre que acepte Su plan lo eleva mucho más arriba que incluso los ángeles. El absorbente amor de Dios por la humanidad fue demostrado de manera decisiva en la cruz, donde Su compasión fue encarnada en Su Hijo, Jesucristo. La palabra compasión viene de dos palabras del latín que significan «sufrir juntos».
Dios estuvo dispuesto a sufrir con el hombre. En Sus treinta y tres años en la Tierra, Jesús sufrió con el hombre; en la cruz Él sufrió por el hombre. «En Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo consigo mismo» (2 Corintios 5:19). Un versículo importante para aprenderlo de memoria es «Dios demuestra Su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros» (Romanos 5:8).
El amor de Dios no empezó en la cruz. Empezó en la eternidad antes de que se estableciera el mundo, antes de que empezara a moverse el reloj del tiempo de la civilización. El concepto estira nuestra mente hasta sus límites máximos.
¿Se pueden imaginar lo que Dios planeaba cuando la Tierra «no tenía forma y estaba vacía»? Solo había una oscuridad, silenciosa y profunda del espacio sideral que formaba un enorme abismo ante el fulgor del trono de Dios. Dios diseñaba las montañas y los mares, las flores y los animales. Planeaba los cuerpos de Sus hijos y todas sus partes complejas. ¿Cómo podría la creación ser por casualidad?
Antes del primer amanecer, Dios sabía todo lo que pasaría. En Su amor misterioso, lo permitió. La Biblia nos habla del «Cordero que fue sacrificado desde la creación del mundo» (Apocalipsis 13:8). Dios previó lo que Su Hijo iba a sufrir. Se ha dicho que había una cruz en el corazón de Dios mucho antes de que se levantara la cruz en el Calvario. Al pensar en ello, quedaremos conmovidos ante la maravilla y grandeza de Su amor por nosotros. Billy Graham1
Amor incomparable y muerte sin parangón
Difícilmente habrá quien muera por un justo, aunque tal vez haya quien se atreva a morir por una persona buena. Pero Dios demuestra Su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros. Romanos 5:7,8
¿A qué se puede comparar la muerte de Jesucristo? Las palabras de Pablo nos dejan con la lengua trabada para responder; ¡quedamos sin palabras! La muerte de Cristo no se puede comparar porque se basa en el amor de Dios, el cual va más allá de toda comparación. En términos y experiencia humanos, la muerte de Cristo no fue como cualquier otra muerte. El versículo 7 dice: «Difícilmente habrá quien muera por un justo, aunque tal vez haya quien se atreva a morir por una persona buena». ¿Qué quiso decir Pablo con eso? […]
El apóstol construye una situación hipotética, en aras del debate. Hay un hombre justo. […] Él es honrado en las prácticas de sus negocios. Es respetuoso con otros. Es un ciudadano modelo. Pablo dice que difícilmente alguien moriría por ese justo. Podría suceder, pero solo debido al carácter del hombre justo. Por lo menos valdría la pena morir por él. Pero solo unos pocos ofrecerían morir por una persona así.
Pablo continúa diciendo que quizás alguien se atrevería a morir por un buen hombre. Ese buen hombre es diferente del justo. Hay montones de justos. Se encuentran por todas partes. Los hay que son no creyentes y creyentes. Hacen lo que están obligados a hacer. Pero hay algo diferente acerca de un buen hombre. Hace más de lo que exigen las leyes de la tierra. Da más que solo respeto a su prójimo, ¡hace lo puede para promover el carácter y el honor de su prójimo! […] Tal vez alguien estaría dispuesto, debido a su amor por ese hombre, a dar su vida por él. Sin embargo, hasta para eso se necesita gran valentía.
¿Qué quiso decir Pablo? Es difícil encontrar esa clase de amor abnegado entre las personas. Es extremadamente difícil y muy poco frecuente que alguien tenga esa clase de amor por otra persona. Nadie entrega su vida fácilmente.
Tal vez nosotros no nos consideremos a nosotros mismos buenos o justos. Estábamos muy lejos de eso; habíamos renunciado a nuestra comunión con Dios. […] Sin embargo, ahí es donde se manifiesta el amor de Cristo: aunque todavía éramos pecadores, Cristo se entregó a sí mismo por nosotros. Murió para liberarnos. ¡Un amor asombroso!
Cristo no vino a este mundo para llevar a los justos al arrepentimiento, sino a los pecadores. No vino a buscar a los buenos, vino por los perdidos. Cristo murió por los impotentes y los impíos. Nuestra única esperanza de salvación está en el amor de Dios, manifestado en la muerte incomparable de Jesucristo. […] ¡Qué muerte! ¡Qué amor! ¡Qué Dios y Salvador! Ryan Kampen2
Bendito serás más que todos los pueblos
A veces las batallas que libramos en el mundo pueden hacérsenos muy penosas y descomunales. Es más, hay casos en que en efecto son penosas y descomunales. ¡La vida desde luego no es fácil para ninguno de nosotros! De todos modos, hay que tener presente que si se comparan con las angustias, la abrumadora soledad y desánimo, la desesperación y falta de amor y de una razón para vivir que afrontan muchas personas que no conocen al Señor, que no se aferran a la promesa de una eternidad con Dios, nuestros problemas parecen menos graves.
Como somos hijos de Dios, disfrutamos la bendición de la compañía constante de Su Espíritu y de la cercanía de amigos y seres queridos que comparten nuestra fe. Confiamos en el amor incondicional del Señor y sabemos que aunque cometamos muchos errores, siempre podemos contar con Su perdón en tanto que acudamos a Él y se lo pidamos.
Muchos no hemos aprendido todavía a no sucumbir a los sentimientos de culpabilidad, remordimiento y condenación, a pesar de nuestro conocimiento del perdón y amor incondicional del Señor, pero estamos aprendiendo y, por fe, sabemos que no debemos estar abrumados por sentimientos de culpa, rencores, remordimientos y condenación. Podemos invocar la Palabra de Dios, que dice: «Ya no hay ninguna condenación para los que están en Cristo Jesús, pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida te ha liberado de la ley del pecado y de la muerte» (Romanos 8:1,2).
De modo que si están cansados de los padecimientos y tribulaciones que afrontan en la vida terrenal, recuerden que en comparación con la gente perdida del mundo que no conoce al Señor, y que a veces no tiene nada que comer ni un techo sobre su cabeza, ¡nosotros Sus hijos somos bendecidos! Jesús murió para salvarnos y para que así lo ayudáramos a salvar a otros.
Como discípulos del Señor, se nos pide ir al mar de la humanidad, a buscar a los perdidos, a los que se hunden y se ahogan a fin de ofrecerles vida, esperanza y verdad. Tenemos las inmensas riquezas de Dios para compartir con la gente del mundo que se encuentra perdida y agonizante: las riquezas de Su amor, Su Palabra y nuestro conocimiento del maravilloso futuro que Él ha prometido a todos Sus hijos. Se nos pide que compartamos lo que hemos recibido con la gente agonizante y desesperada de este mundo que ha perdido esperanza de encontrar consuelo, o que no sabe que Dios la ama o que el Cielo la espera. Todas esas personas que mueren mil veces antes de que su cuerpo físico por fin encuentre descanso en la tumba necesitan con urgencia el amor y la verdad de Dios. ¿Harán ustedes todo lo posible por compartir con ellos la alegría duradera, la paz interior y la vida eterna que tienen en Jesús?
¿Les gustaría vivir sin un propósito, sin esperanza para el futuro, sin nadie a quien acudir cuando tuvieran miedo, nadie que los consolara cuando se sintieran tristes, nadie que se ofreciera a ayudarlos cuando se sintieran confusos, ninguna forma de librarse de la carga de la condenación, sin saber cómo superar la muerte de un ser querido, sin tener ninguna idea del lugar adonde fue ni de si lo volverán a ver alguna vez, sin saber cómo afrontar una pérdida, una lesión o un daño físico, una enfermedad, una catástrofe, sin nadie que los ayudara cuando estuvieran solos?
Si alguien nos ayudó a encontrar a Jesús y Su salvación, ¿cómo podemos dejar de hacer lo mismo por los demás? Jesús los amó tanto a ustedes que dio la vida por salvarlos, pero también los amó a ellos y dio la vida por ellos. Gracias a alguien cada uno de nosotros conocimos a Jesús, ¡y ahora tenemos el deber de transmitir el mensaje a otros! El Señor quiere que nos interesemos sincera y profundamente por los demás, que seamos conscientes de que viven en medio de un torbellino de confusión, sin amor, y que en Jesús y Su Palabra tenemos las respuestas que ellos necesitan.
El Señor nos promete que si damos a los demás obtendremos grandes ganancias. «Recuerden que el Señor los recompensará con una herencia y que el Amo a quien sirven es Cristo» (Colosenses 3:24). ¡Qué ciclo tan hermoso! A medida que demos Su amor y verdad a los demás, por Su parte, el Señor promete darnos a nosotros fuerzas, fe y alegría. La consecuencia será que muchas personas nos verán y sabrán que hemos estado con Jesús y también desearán conocerlo. María Fontaine
Publicado en Áncora en marzo de 2024. Leído por Gabriel García Valdivieso.
1 Billy Graham, Hope for the Troubled Heart: Finding God in the Midst of Pain (National Geographic Books, 1 de agosto, 1993).
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