¡Aleluya!
Philip Yancey
En una memorable noche que pasé en Londres, la teología radiante y espléndida del Mesías se abrió paso hacia mi conciencia, algo aturdida por el jet lag. Naturalmente, había escuchado el Mesías de Handel varias veces. Pero esta vez —a lo mejor tuvo que ver con el estado en que me habían dejado la falta de sueño y el exceso de cafeína, o tal vez la influencia del escenario londinense o la propia interpretación de la obra— algo me transportó más de cerca, mucho más de cerca, a la época en que vivió Handel. El evento se convirtió, no en una simple ejecución sino en una especie de epifanía, una asombrosa revelación de la teología cristiana. Me sentí capaz de ver más allá de la música y experimentar el alma de la obra.
…De la tensión musical de Handel de pronto emergen palabras dulces y conocidas, que resuelven de manera sorprendente la contradicción de un gobernante poderoso pero a la vez consolador: «He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel, esto es, “Dios con nosotros”». El Dios que viene a la Tierra no aparece en medio de un ciclón vertiginoso, ni en medio de un fuego devastador. Nos llega en la forma más pequeña que podríamos imaginar: un embrión, luego un feto que va creciendo, célula por célula, dentro de una humilde virgen adolescente. En Jesús, Dios encontró por fin la manera de acercarse a los seres humanos sin que estos temieran: un bebé indefenso amamantándose del pecho de su madre.
Para acceder al artículo completo (en inglés), haz clic en el este enlace. El artículo es bastante extenso, pero es muy interesante y arroja luz sobre una famosa composición.
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