Aguantar bien
William B. McGrath
Me gusta traer a la memoria las ocasiones especiales en que recibí respuesta del Señor a mis oraciones. Una de esas ocasiones fue cuando sufrí una fuerte recaída de hepatitis mientras visitábamos a los familiares de mi esposa. Aunque no quería aceptar que estaba enfermo, sabía que estaba en un aprieto. Le pedí al Señor que me curara y justo después me puse a nadar en una piscina. Me sentía débil, enfermo y con varios síntomas de la enfermedad, pero nadé un rato de forma vigorosa y al salir me sorprendí al notar que estaba completamente curado. Así de rápido.
Además de evocar respuestas destacadas e inmediatas a la oración, he comprendido que las respuestas más significativas a mis oraciones se produjeron con el paso del tiempo. No fue cuestión de aguardar una respuesta sino también de aprender a lidiar con el problema y esperar de manera victoriosa. Ese podría ser un motivo por el que el Señor no responde nuestras oraciones de manera inmediata y en el plazo que nos gustaría. Nuestra vida requiere de luchas a largo plazo, porque nos fortalecen.
Recuerdo pedirle al Señor una y otra vez durante años que me ayudara a corregir una situación o problema. Durante ese tiempo, le pedía cortésmente que interviniera y le preguntaba el motivo por el que tenía que seguir lidiando con una relación interpersonal que me parecía injusta, una enfermedad o una debilidad espiritual. Resulta maravilloso ver que el Señor resuelve esos asuntos importantes, pero la respuesta puede tomar mucho tiempo, incluso años o décadas.
Yo creo que sobrellevar las dificultades o aflicciones y mantener una buena actitud a pesar de los problemas es parte de Su enseñanza. A Él le interesa el desarrollo personal y la fuerza interior. A veces eso simplemente implica sobrellevar las dificultades durante largos periodos de tiempo. Él nos acompaña cuando pasamos por las aguas o las llamas de la dificultad[1], como dice la Biblia. Y al final los problemas no nos superan, sino que aprendemos a ser más como Él: tolerantes, compasivos y mucho más. Al igual que el proverbial grano de arena que se transforma en perla en el interior de una ostra, los constantes problemas pueden transformarnos desde el interior y sacar a relucir virtudes en nosotros.
Muchas de las figuras más conocidas de la Biblia sufrieron problemas durante años, pero fueron recompensados de manera especial y relacionada a la dificultad. José fue exiliado por sus hermanos envidiosos solo por atreverse a soñar, pero los sueños que le dio el Señor se hicieron realidad. Moisés tuvo que huir para salvar su vida luego de matar a un egipcio en el celo por ayudar a su pueblo. Se mantuvo escondido, hasta que muchos años después Dios lo llamó para volver a Egipto y ser Su instrumento para salvar a la gente que había querido liberar años atrás. Sara, que anhelaba un niño en su juventud, no quedó encinta hasta llegar a la tercera edad. Probablemente eso fue una lucha para ella durante mucho tiempo. Pasaron décadas hasta que el Señor le prometió que daría a luz un hijo en su vejez, cuando ya se le había pasado la edad de tener hijos. Parece que el Señor le hizo un gran honor y le demostró favor de manera relacionada a la situación con la que había lidiado durante tanto tiempo.
Hoy al igual que ayer, el Señor responde de manera portentosa a la oración en la última etapa de nuestra vida, y cumple nuestros mayores anhelos. Puede que no sea a la misma escala de lo que hizo por José, Moisés o Sara, pero puede ser algo maravilloso, una señal de Su favor. El Señor sabe lo que es importante para nosotros y a lo que hemos renunciado para servirle o complacerle, o los problemas con los que hemos lidiado durante años, y nunca dejará de demostrar Su amor y aprecio por nosotros, tanto en esta vida como en la siguiente. Y significará mucho para nosotros.
En Salmo 84:5-7 vemos a una persona cuya fortaleza es Dios, una persona que abraza los caminos de Dios en su corazón, que atraviesa el valle de Baca y cava un pozo en ese lugar. Los estudiosos de la Biblia aseguran que no se ha encontrado la ubicación del valle de Baca. Podría tratarse de un valle simbólico, del campo de batalla que el pueblo de Dios atraviesa una y otra vez durante su vida en la Tierra. ¿Qué puede hacer uno luego de expresarle al Señor el problema y de continuar batallando día tras día? Cavamos un pozo en ese lugar (nos acercamos más al Señor) y aprendemos a sobrellevar con valentía las dificultades. También podríamos preguntarle al Señor cuáles actitudes y hábitos de pensamiento desea que cambiemos y las lecciones que Él desea que aprendamos. Luego, años después, podremos llegar a ver como Él soluciona el problema y nos brinda una recompensa especial relacionada con la dificultad.
Isaías 58:11 nos dice: «En las sequías el Señor saciará tu alma», durante los meses o años que dure la dificultad. También Isaías 30:20-21 nos asegura: «Aunque el Señor os dará pan de congoja y agua de angustia, con todo, tus maestros nunca más te serán quitados, sino que tus ojos verán a tus maestros. Entonces tus oídos oirán detrás de ti la palabra que diga: “Éste es el camino, andad por él y no echéis a la mano derecha, ni tampoco os desviéis a la mano izquierda”». Los años cavando pozos nos enseñan a caminar en intimidad con Dios y a reconocer Su voz y guía con mayor claridad.
«El sufrimiento es una escuela en la que sus estudiantes aprenden lecciones sobre ellos mismos, sobre Dios y sobre la vida que no habrían aprendido de otra manera. Al mirar atrás y rememorar lo aprendido, el sufriente puede asegurar a quien permitió el sufrimiento: “Eres bueno y todo lo que haces es justo”» Timothy Keller.
[1] V. Isaías 43:2.
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