Abrirnos a nuevas posibilidades
María Fontaine
¿Alguna vez, frente a las pruebas, las luchas y situaciones difíciles en las que te encuentres, te preguntas si podrían ser el resultado de algo que hiciste mal? Digamos que tienes una enfermedad y te parece que Dios te castiga porque no has vivido de acuerdo con tus compromisos espirituales. O tal vez veas las dificultades que enfrentas como una señal de fe débil.
Ver lo que te ocurre desde esta perspectiva proviene de suponer que Dios está molesto o enojado por tus errores, defectos y pecados. Estoy segura de que Dios quiere que aprendamos a mejorar, pero si ves Su mano en tu vida como una mano de ira y castigo, pregúntate si eso es coherente con el ejemplo y amor de Jesús. Piensa en todo lo que Él te ha dado y en lo que ha hecho por ti. El Señor no se dedica a hacerte pagar por lo que Él ya pagó. Quiere valerse de todo lo que ocurre en tu vida para sacar resultados positivos, belleza y las cualidades con las que te creó.
Recuerda que Jesús te amó antes de que tú lo amaras a Él[1]. Si Su objetivo fuera castigarte por tus debilidades, fallas y pecados, eso parecería contradecir todo lo que Él ha hecho por ti. ¿Por qué entonces habría venido a la tierra a morir por ti y asumir Él mismo todos tus pecados? Conoce las equivocaciones y pecados de todos nosotros. Sabía que tú y yo cometeríamos errores y que a veces de manera intencional no haríamos caso de Su consejo. Sin embargo, Él nos ama lo suficiente como para vernos con todos nuestros defectos y de todos modos va a tales extremos para rescatarnos. ¿Por qué sería Su propósito hacernos sufrir un castigo por algo que Él ya nos perdonó?
Creo que Jesús está interesado en maximizar nuestras virtudes y bendiciones. Es como nuestro presidente en el reino del Cielo. ¿Qué director general estaría más interesado en las consecuencias y el castigo que en aumentar al máximo las posibilidades? Un buen director general estará concentrado en dotar de medios a quienes trabajan en su empresa de manera que desempeñen mejor sus tareas. Creo que el objetivo de nuestro Señor también es ese. Nos proporciona oportunidades para que hagamos lo mejor posible para Él.
Así pues, si nuestros padecimientos no son un castigo que Jesús nos da por no llegar a ser perfectos, en lo que enfrentamos tiene que haber otro propósito, que va con lo que el Señor es y todo lo que ha hecho por nosotros.
Esta existencia terrenal a veces trae luchas, épocas de soledad, desánimo, tristeza, sufrimiento, frustración y estrechez de horizontes. Otras veces, enfrentaremos gran desesperanza, confusión o nos cansamos de hacer el bien. Sin embargo, siempre tenemos la libertad para optar por acudir a Jesús. Y cuando acudimos a Jesús, incluso en las circunstancias más terribles, eso puede hacer que nuestro entendimiento de Él sea más profundo y mayor, y que nuestra relación con el Señor sea más cercana.
Independientemente de cuántos problemas lleguen, Jesús puede tomar esos reveses y problemas y utilizarlos para Sus buenos propósitos. Quienes lo amamos podemos confiar en que en el momento que al Señor le parezca oportuno de esos problemas y reveses traerá algo mucho mejor a nuestra vida.
Jesús puede hacer que lo que sería un infierno sin Él, se convierta en bendiciones celestiales de una fe más profunda, una resolución más firme y un amor eterno por Él que haga posible que enfrentemos el futuro y llevemos a cabo nuestra misión. Podemos caminar con Él a través de lo que sea, porque el camino por el que nos lleva conduce a una eternidad en Su presencia, a la luz de Su gloria y amor, y a las recompensas verdaderamente grandes e inimaginables que ha prometido[2].
A veces, nuestras luchas debilitantes pueden ayudarnos a ver lo que es más importante. A menudo, la sensación de desesperanza ante las circunstancias, la frustración con la forma en que son las cosas, la imposibilidad de continuar normalmente nuestras actividades, nos ayudan a darnos cuenta de que es necesario tener una comunicación con Jesús que sea más profunda, más sólida, inquebrantable.
Y al igual que el amor de Jesús por nosotros se manifestó al sufrir para ayudarnos, así Su amor en nosotros puede ayudar a otras personas. Cada uno de nosotros es una labor en desarrollo, pero eso no significa que no podamos aprovechar cada pequeño paso que damos como un instrumento para ayudar a otros. Incluso a medida que progresamos hacia victorias espirituales, comunicar nuestra fe puede ayudar a dar asesoramiento, soluciones y esperanza a quienes luchan con enormes contratiempos o épocas de desánimo y pérdida de motivación. A medida que aprendemos más acerca de la libertad, alegría, misericordia y compasión que Jesús nos da, llegamos a entender más claramente Su naturaleza y cómo emular a Jesús en nuestra vida, hoy y por la eternidad.
Artículo publicado por primera vez en agosto de 2015. Texto adaptado y publicado de nuevo en marzo de 2018.
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