Abnegación y servicio
Recopilación
Hace poco, estudiamos la vida de algunos hombres y mujeres ilustres de Dios que nos precedieron. Muchos hicieron sacrificios enormes porque eran necesarios para realizar la obra en el momento y lugar en que vivían, o sencillamente porque eso fue lo que les pidió el Señor. Es verdad que a veces Él también pide a Sus seguidores sacrificios muy costosos. Ahora bien, en muchos casos los sacrificios que hacemos en la actualidad son distintos a los de ellos. Los sacrificios, cuando el Señor nos los pide, son parte de nuestra vida a Su servicio.
El mismo principio se aplica a lo que sufrieron en el plano físico muchos misioneros de la Historia, que fueron de los primeros en llevar el mensaje del cristianismo a otras tierras. Esos hombres y mujeres de Dios se merecen nuestro respeto por su obediencia en seguir al Señor por mucho que les costara.
Felizmente, nuestra vida a Su servicio no se limita a hacer sacrificios. Y en la mayoría de los casos, no lo tenemos tan difícil. Tenemos bastante trabajo y surgen obstáculos y dificultades, pero si se tiene la actitud debida, es fácil darse cuenta de que tenemos bendiciones y beneficios. Peter Amsterdam
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A menudo Dios nos lleva a un terreno en el que tiene mayores razones de las que conocemos. Dios obra continuamente en este mundo y tenemos el privilegio de desempeñar un papel en particular, pero es en el contexto de un panorama general.
En la Biblia hay muchos personajes importantes, personas normales que obraron portentos porque conocían a su Dios. Dios tiene planes para nuestra vida y cuando nuestro corazón y mente están en sincronía con Él, se valdrá de nosotros de un modo extraordinario. La sensibilidad y la obediencia a Su plan asegurarán la consecución de Su guía personal. Es posible que nunca conozcamos la cadena de acontecimientos que Dios organizó para ponernos en algún lugar en un momento determinado a una escala mucho mayor de lo que conocemos. Es posible que se salve una vida, que se construya un refugio, que se evite una tragedia debido a que Dios dirigía nuestro camino.
Aunque tal vez no conozcamos el resultado final, o solo lo veamos en retrospectiva, los planes de Dios para nuestra vida están unidos intrincadamente a Sus planes para el mundo. Es necesario ver más allá de lo trivial hasta lo magnífico y ver el propósito divino. Charles Price
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Jamás haremos de este mundo el lugar perfecto; eso solo sucederá cuando Cristo regrese en gloria. Sin embargo, somos llamados a hacer de este mundo un lugar mejor, hacer todo lo posible por aliviar el sufrimiento humano y combatir la injusticia social. Los cristianos, más que nadie, deberíamos hacer frente a problemas inextricables que asolan a la raza humana, como la pobreza, la enfermedad, la ignorancia, el hambre, el daño al medio ambiente, el racismo, la violencia y la guerra. Es posible que Dios les pida que ataquen esos problemas directamente ya sea de manera individual o a una escala mucho mayor. Como mínimo, que apoyen a quienes procuran paliar esos problemas en el nombre de Cristo, y que lo hagan tanto con sus oraciones como con apoyo económico. Al hacerlo, manifestamos a otros la compasión de Cristo y además es posible que se abra la puerta para el Evangelio. Jesús dijo: «Quien dé siquiera un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños por tratarse de uno de Mis discípulos, les aseguro que no perderá su recompensa»[1].
[…] No basta con llevar una buena vida. Además, las personas necesitan entender lo que es el Evangelio, y únicamente lo entenderán si alguien lleva ese mensaje. El Evangelio tiene contenido, y debe comunicarse de modo que la gente entienda. Pablo preguntó: «¿Cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán si no hay quien les predique?[2] Predicar no está limitado a un discurso solemne o a un sermón. La palabra que empleó Pablo en ese pasaje significa anunciar o comunicar un mensaje, y sucede cuando hablamos de Cristo con alguien, ya sea en la iglesia, al beber una taza de café, en un hospital o dormitorio, en un campamento de verano, o incluso a una altura de 12.000 metros, a bordo de un avión. Billy Graham[3]
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Hay momentos en que es preciso sacrificarnos y sufrir, pero no hay por qué hacerlo a propósito, de manera farisaica, solo para adquirir méritos personales. Cuando lo hacemos es de un modo casual porque el Señor lo permite; no necesariamente porque lo pidamos o lo deseemos ni porque nos creamos más perfectos al hacerlo.
¡Mi Dios no es triste! Mi Dios es feliz, y quiere que tú y yo también lo seamos. Esta es la razón de todo: librarnos del sufrimiento, del dolor, de la muerte y de las lágrimas traídos al mundo por el Enemigo y los pecados del hombre. Jesús dijo: «He venido para que tengáis vida, y para que la tengáis en abundancia»[4]. Y «estas cosas os he hablado, para que Mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido»[5].
En muchos casos, la idea que el mundo tiene de la justicia es muy distinta de la de Dios. A menudo, el mundo considera equivalentes la bondad y la perfección. Pero el Señor dijo que el pecador estaba más cerca de Dios que los sacerdotes y fariseos que se creían más santos que nadie. Les dijo: «De cierto, de cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al Reino de Dios»[6]. Y es que el camino divino para subir es hacia abajo.
La idea que Dios tiene de la rectitud es la del pecador perdido, humilde y amoroso que sabe que necesita a Dios y depende de Él para salvarse; y no los fariseos santurrones e hipócritas que se creen capaces de salvarse por su propia bondad. Jesús dijo: «Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento»[7]. David Brandt Berg
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La gente habla del sacrificio que hice al pasar gran parte de mi vida en África. ¿Puede calificarse de sacrificio lo que no es más que una pequeña retribución por todo lo que debemos a Dios? ¿Puede llamársele sacrificio a lo que implica como recompensa una actividad saludable, la satisfacción de estar obrando bien, la paz interior y la esperanza del glorioso destino que nos aguarda al cabo de esta vida?
De ningún modo puede considerarse sacrificio. Digamos, más bien, que es un privilegio. De cuando en cuando la ansiedad, la enfermedad, el sufrimiento o el peligro, así como la carencia de las simples comodidades de la vida, pueden entorpecer nuestra marcha, hacer vacilar nuestro espíritu y decaer nuestro ánimo. Pero que solo sea por breves momentos.
Son cosas en nada comparables con la gloria que después se nos revelará y que habrá de manifestarse en nosotros. ¡Jamás he realizado sacrificio alguno! No debemos siquiera mencionar esa palabra ante la memoria del enorme sacrificio realizado por Aquel que abandonó el trono de Su Padre en las alturas para venir a entregarse a nosotros. David Livingstone
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El que abniega en su propio perjuicio
con el objeto de labrar el éxito ajeno,
es un auténtico discípulo
de nuestro Salvador y credo.
Al entregarnos con desinterés y amor,
nos hacemos tesoro en el Reino de Dios
para alcanzar un fin mayor.
En las manos nudosas, desgastadas,
yace oculto el auténtico arte de vivir
que dominan quienes han aprendido
que al dar hay un gran porvenir.
Todo sacrificio hecho en la Tierra
en nombre de nuestro Señor amado
garantiza a quien lo practica un sitial
en la galería de los famosos de Su reinado.
¿Quién afirmará cuál es el mayor talento,
o quién será el mayor a los ojos del Padre
en Su Reino y también en Su pensamiento?
Helen Steiner Rice
Publicado en Áncora en septiembre de 2014.
Traducción: Patricia Zapata N. y Antonia López.
[1] Mateo 10:42 NVI.
[2] Romanos 10:14 NVI.
[3] The Journey (Nashville: Thomas Nelson, 2006), 283–284.
[4] Juan 10:10.
[5] Juan 15:11.
[6] Mateo 21:31.
[7] Mateo 9:12–13.
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