El amor de Dios por la humanidad
Recopilación
[God’s Love for the Human Race]
Y entonaban este nuevo cántico: «Digno eres de recibir el rollo escrito y de romper sus sellos, porque fuiste sacrificado, y con Tu sangre compraste para Dios gente de toda tribu, lengua, pueblo y nación». Apocalipsis 5:9
Dios nunca menciona el color de la piel de un grupo en la Biblia. [...] Los grupos de personas se identifican por su procedencia geográfica, su idioma o su línea familiar, pero nunca por el color de su piel. Dios nunca comete errores, por lo que solo puedo suponer que lo hace de forma intencional y estratégica. Nunca quiso que clasificáramos grupos de personas por la cantidad de pigmentación de su piel. […]
La tez de una persona solo se menciona unas pocas veces, y en esos casos se refiere a características cosméticas y no indica un favoritismo o maldición por parte de Dios. Un ejemplo es el término «rubio», que se usa para describir a Esaú, David y Salomón. Rubio es un tono claro, fresco o de buen parecer, hermoso. [...]
En cada célula humana hay entre 25.000 y 35.000 genes, y hay hasta cuarenta billones de células en el cuerpo humano. Entre unos 100 y 378 genes participan en la producción de melanina, el pigmento que da color a la piel. Incluso cuando usas el número superior, es infinitésimo en comparación con la cantidad de genes que hay en cada célula. Esa misma melanina también determina el color de nuestro cabello y ojos.
Con Su característica perfecta, Dios creó una fórmula tan pequeña que solo se puede observar con microscopios de alta eficiencia, solo para crear variedad en Su preciada creación. No fue por casualidad, Él lo elaboró todo para que cada ser humano fuera único. Programó en Adán y Eva, los primeros seres humanos, los genes de los cuales provienen todas nuestras variaciones. Era lo que Él quería hacer. […]
Cada etnia es la hermosa obra de la mente creativa de Dios. Su abundante creativa va más allá de nuestra comprensión humana. Su personalidad es creativa, por lo cual no la puede contradecir. La diversidad es una manifestación para el mundo de la naturaleza creativa de Dios. Los diferentes colores de piel le dan la gloria por la inmensidad de Su imaginación. La evidencia de todo eso, la presenciamos no solo en los seres humanos. La diversidad se hace aparente en toda Su creación. Los árboles. Las flores. Las aves. Los caballos. Los perros. Todos glorifican a Dios. Por lo que la variedad del color de la piel y la que presenciamos en todo el planeta, debe celebrarse. […]
Colosenses 3:11 declara: «En esta nueva vida no importa si uno es judío o gentil, si está o no circuncidado, si es inculto, incivilizado, esclavo o libre. Cristo es lo único que importa, y Él vive en todos nosotros». Y Romanos 10:12-13 dice: «No hay diferencia entre judíos y los que no son judíos, pues el mismo Señor es Señor de todos y bendice abundantemente a cuantos lo invocan, porque “todo el que invoque el nombre del Señor será salvo”».
Y noten lo que no menciona. No categoriza a ningún grupo por el color de la piel. ¿Por qué? Porque los ama a todos por igual. Creó a cada uno hermoso y único de acuerdo con Su infinita mente creativa. Como seguidores de Cristo, somos llamados a ser como Jesús, por lo que debemos luchar con celo para evitar catalogar a las personas por el color de su piel. Kristen Terrette1
¿Qué dice la Biblia acerca del racismo?
Lo primero que hay que entender en esta discusión es que sólo hay una raza: la raza humana. Los caucásicos, los africanos, los asiáticos, los indios, los árabes y los judíos no son razas diferentes. Más bien, son diferentes etnias de la raza humana. Todos los seres humanos tienen las mismas características físicas (con variaciones menores por supuesto). Más importante aún, todos los seres humanos fueron creados a imagen y semejanza de Dios (Génesis 1:26–27). Porque tanto amó Dios al mundo que envió a Jesús a dar Su vida por nosotros (Juan 3:16). El «mundo» obviamente incluye todos los grupos étnicos.
Dios no hace acepción de personas (Deuteronomio 10:17; Hechos 10:34; Romanos 2:11), y nosotros tampoco deberíamos hacerlo. [...] Todas las formas de racismo, prejuicio y discriminación son insultos a la obra de Cristo en la cruz. Jesús nos manda amarnos los unos a los otros como Él nos ama (Juan 13:34). Si Dios es imparcial y nos ama con imparcialidad, nosotros debemos amarnos los unos a los otros con ese mismo criterio superior. […]
Que Gálatas 3:28 se cumpla plenamente [en nuestra vida]: «Ya no hay judío ni griego, no hay esclavo ni libre, no hay varón ni mujer; porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús». GotQuestions.org2
La creación diversa de Dios
No existe ninguna escritura específica que explique por qué Dios creó a las personas con diferentes colores de piel. Ni tampoco por qué creó diferentes alturas o rasgos faciales. O por qué creó miles de especies de animales, aves, peces, insectos, flores y demás.
Pero hay una comprensión implícita de la personalidad de Dios que se manifiesta en Su diseño de este mundo: la diversidad. Dios ama la diversidad. Imagínense a Dios al principio, cuando creó este universo. ¿Por qué habría de crear un solo color si podía crear muchos? ¿Por qué habría de crear un solo animal si podía crear muchos?
Existe la singularidad. Cada uno de nosotros, aquí en la tierra, desde el pasado, al presente y hasta el futuro, somos únicos. Dios es el mejor artista, escultor, compositor y creador. Él es el creador de toda la creación. Noten cómo todos los colores del mundo se combinan de infinitas maneras para crear arte y belleza. Los sonidos de infinitas combinaciones de tonos crean arte y música.
El tono de la piel es solo uno de los muchos bloques que usa para crear belleza en la diversidad y la singularidad. Colin Wong3
De tal manera amó Dios
Creo que una de las cosas más destructivas para la unidad y nuestra relación con los demás es la tentación de catalogar. Lo hacemos cuando imponemos una característica uniforme, por lo general negativa, a todo un grupo de personas. Catalogamos a las personas según unos cuantos atributos o la falta de ellos; y en el proceso ignoramos muchos otros elementos que son parte de la persona única que es cada uno. Eso puede obstaculizar que descubramos muchas cualidades valiosas que tienen.
Si catalogamos a la gente, si pensamos que alguien o un grupo son todos de izquierda o derecha, liberales o conservadores, religiosos o laicos, o que pertenecen a una religión u otra, negros o blancos, o cualquier color intermedio, jóvenes o viejos, ricos o pobres, cultos o sin educación, en nuestra mente creamos una imagen que influye en la manera en que los vemos en todo. La manera en que encasillamos a las personas por sus creencias, opiniones, características o filiaciones a menudo se basa en si estamos o no de acuerdo con ellas en alguna cuestión.
Catalogar a los demás está mal porque cada persona es un ser único. Las personas pueden tener algunas cosas en común con otras, pero también tienen muchas diferencias en lo que piensan o creen, además de diferentes motivaciones para sus actos. Catalogar es más destructivo cuando reaccionamos emocionalmente, porque es mucho menos probable que pensemos bien las cosas, que oremos para que todo salga bien y que dejemos de lado nuestras ideas preconcebidas.
En última instancia, encasillar a las personas puede resultar en prejuicio, odio, respuestas reaccionarias y opresión, pobreza, brutalidad, violencia colectiva, guerra y devastación. Como cristianos que creemos que Dios hizo a cada persona a Su imagen, debemos hacer un esfuerzo para ver a cada persona con la que tenemos contacto como alguien único, con virtudes, cualidades y la posibilidad de llegar a ser todo lo que Dios quiso que fuera cuando la creó. Cuando optamos por reconocer la huella de Dios en alguien y el respeto que se merece como una creación individual de Dios, vivimos según los principios que ejemplificó Jesús con tanto sacrificio.
Hace poco, alguien lo expresó así: «La medida de tu amor por Dios es cuánto amas a los demás, a tu prójimo, al hombre de la calle, incluso a tu enemigo». Como cristianos, amamos a Jesús y queremos ayudar a los demás, y todos queremos seguir a Jesús lo mejor que podamos. Queremos la verdad y queremos «vencer con el bien el mal» (Romanos 12:21). En ese proceso queremos aprender lo más posible. Nos necesitamos unos a otros, y sobre todo necesitamos a Dios para aprender lo más posible. Debemos respetar el hecho de que cada persona aporta algo que puede mejorar nuestro entendimiento general.
Jesús dijo: «Cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos a Mí mismo» (Juan 12:32). Los demás deben ver a Jesús en nuestra vida, nuestras palabras y nuestras acciones, y en el amor que demostramos unos por otros. No tenemos que ser iguales, pero tenemos que ver la homogeneidad del Espíritu de Dios en cada uno de nosotros. María Fontaine
Publicado en Áncora en junio de 2024.
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