Tentaciones en el desierto
Peter Amsterdam
[Temptations in the Wilderness]
Cuando Jesús fue bautizado por Juan el Bautista, la voz de Dios proclamó que Él era Su Hijo (Marcos 1:9–11). Al mismo tiempo el Espíritu Santo le confirió poder para el ministerio de predicar el reino de Dios y cumplir la misión que Su Padre le había encomendado: llevar la salvación a la humanidad.
Los tres evangelios sinópticos hablan de un período de prueba por el que pasó justo después de Su bautismo. El Evangelio de Mateo relata de esta manera lo que sucedió:
Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, sintió hambre. Se le acercó el tentador y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan». Él respondió y dijo: «Escrito está: “No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”».
Entonces el diablo lo llevó a la santa ciudad, lo puso sobre el pináculo del Templo y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, pues escrito está: “A Sus ángeles mandará acerca de Ti”, y “En sus manos te sostendrán, para que no tropieces con Tu pie en piedra”». Jesús le dijo: «Escrito está también: “No tentarás al Señor tu Dios”».
Otra vez lo llevó el diablo a un monte muy alto y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: «Todo esto te daré, si postrado me adoras». Entonces Jesús le dijo: «Vete, Satanás, porque escrito está: “Al Señor tu Dios adorarás y solo a Él servirás”». El diablo entonces lo dejó, y vinieron ángeles y lo servían (Mateo 4:1–11).
El Espíritu Santo, que cuando Jesús fue bautizado descendió sobre Él y permaneció sobre Él (Juan 1:32), lo conduce al desierto para que sea sometido a unas pruebas. El desierto es Su terreno de pruebas antes del inicio de Su vida pública, donde el Diablo trata de desviarlo para que no haga la voluntad de Su Padre. El ayuno de cuarenta días de Jesús hace pensar en el de Moisés y el de Elías; esos ayunos también fueron de cuarenta días (Éxodo 34:28; 1 Reyes 19:8). Las pruebas que Jesús enfrentó también fueron similares a las que afrontó la nación de Israel durante los cuarenta años que estuvo en el desierto; y Jesús responde a cada tentación citando Deuteronomio, vinculando Su experiencia a la de Israel en el desierto.
La primera tentación fue convertir las piedras en pan: «Se le acercó el tentador y le dijo: “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan”». En el original en griego, la expresión «si eres» puede interpretarse como «puesto que eres», así que muy probablemente Satanás reconoce que, por ser Hijo de Dios, Jesús tiene autoridad para ordenar a las piedras que se conviertan en panes.
¿Por qué es esto una prueba y por qué habría estado mal que Jesús convirtiera las piedras en panes? Tiene que ver con cómo va a llevar a cabo Su ministerio, qué clase de Mesías va a ser y cómo usará Su poder y autoridad. ¿Usará Su poder para satisfacer Sus necesidades personales, o lo hará conforme a la voluntad de Su Padre, en sumisión a Él? Jesús, que va a enseñar a Sus discípulos a confiar en que Dios les dé el pan de cada día, ¿confiará en que Su Padre haga lo mismo con Él cuando tiene hambre? ¿Confiará en que Dios le dé comida de la misma manera que alimentó a Israel durante cuarenta años en el desierto?
Al concluir el tiempo que pasó Israel en el desierto, Moisés dijo a los que estaban a punto de entrar en la Tierra Prometida: «Te acordarás de todo el camino por donde te ha traído el Señor, tu Dios, estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no Sus mandamientos» (Deuteronomio 8:2,3).
En el desierto, Dios cuidó y sustentó a Su hijo. ¿Qué va a hacer Jesús, Su Hijo? ¿Confiar en Él? ¿O tratar de resolver la cuestión por Su cuenta? Esa decisión va a determinar Su ministerio y la clase de Mesías que va a ser.
La respuesta de Jesús consiste en citar un pasaje de Deuteronomio 8 que dice que «no solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios». Hará lo que no hizo Israel. Confiará en Dios. Se regirá por la voluntad y las instrucciones divinas. Se está comprometiendo a dejar que el Padre gobierne Su vida.
En el Evangelio de Mateo, la siguiente tentación o prueba es el desafío que le lanza el Diablo a Jesús para que salte desde el pináculo del Templo en Jerusalén, diciéndole que si lo hace, Dios lo protegerá. No se nos explica cómo ha llevado el Diablo a Jesús al Templo; solo dice que lo llevó.
Jesús ha respondido a la primera tentación con un pasaje de las Escrituras, y esta vez el Diablo le cita el Salmo 91:11,12: «A Sus ángeles mandará acerca de ti» y «En las manos te llevarán para que tu pie no tropiece en piedra». ¿Por qué ha llevado el Diablo a Jesús al Templo y por qué lo desafía a arrojarse? Lo está desafiando a poner a prueba la protección divina, a forzar a Dios a hacer un milagro de protección en vez de confiar simplemente en Sus promesas.
Jesús no desaprueba que Satanás cite las Escrituras, pero responde con otro pasaje que muestra que el Diablo hace mal uso de ellas. Dicho pasaje es Deuteronomio 6:16, y el versículo dice: «No tentaréis al Señor, vuestro Dios, como lo tentasteis en Masah».
Se refiere a un incidente en que el pueblo de Israel se quejó a Moisés en el desierto de que no había agua para beber. Moisés respondió: «¿Por qué disputáis conmigo? ¿Por qué tentáis al Señor?» Seguidamente Dios le indicó a Moisés que lo esperaría sobre la peña de Horeb, le dio instrucciones para que golpeara la roca y le dijo que saldría agua de ella. Moisés «dio a aquel lugar el nombre de Masah y Meriba, […] porque tentaron al Señor al decir: “¿Está, pues, el Señor entre nosotros o no?”» (Éxodo 17:2–7).
Poner a prueba al Señor como planteaba el Diablo habría evidenciado falta de fe por parte de Jesús, como lo hizo en el caso de Israel. Jesús confía en Su Padre. No tiene necesidad de que Él le manifieste milagrosamente Su amor y protección. Tiene la tranquilidad y la seguridad de que Su vida está en manos de Su amoroso Padre.
Para la tercera prueba, «lo llevó el diablo a un monte muy alto y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: “Todo esto te daré, si postrado me adoras”». Lucas expresa de esta manera la tentación de Satanás: «A Ti te daré todo el poder de estos reinos y la gloria de ellos, porque a mí me ha sido entregada y a quien quiero la doy. Si Tú, postrado, me adoras, todos serán Tuyos» (Lucas 4:6,7).
Una vez más, Jesús responde con un pasaje de las Escrituras: «Vete, Satanás, porque escrito está: “Al Señor tu Dios adorarás y solo a Él servirás”» (Mateo 4:10).
Este versículo está en Deuteronomio 6, donde Moisés, cuando se disponían a entrar en la Tierra Prometida, advierte a los israelitas contra la idolatría. Satanás le ofrece a Jesús poder, autoridad y la gloria del mundo a cambio de que le rinda culto y lo sirva. Al rechazar esa oferta, Jesús se muestra fiel a Su Padre y al plan de este para redimir al mundo. No está interesado en el poder mundano, sino más bien, ha escogido recorrer la senda en la que Dios lo ha puesto para que se entregara por la salvación de la humanidad. Aunque el Diablo le ha ofrecido este mundo y toda su gloria, al escoger a Su Padre más tarde podrá decir: «Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra» (Mateo 28:18).
Mateo escribe: «El diablo entonces lo dejó, y vinieron ángeles y lo servían» (Mateo 4:11). El relato de Lucas termina con esta frase: «Cuando acabó toda tentación el diablo, se apartó de Él por un tiempo» (Lucas 4:13). Ha terminado el período de pruebas. Jesús ha demostrado ser digno y fiel al Padre, y son enviados ángeles a servirlo y atender Sus necesidades.
La información sobre la tentación de Jesús en el desierto solo podría proceder de Él mismo, pues no había nadie más presente. En algún momento de Su vida pública debió de contarles a Sus discípulos esta experiencia. El hecho de que el Diablo se aparte no significa que Jesús nunca más vaya a ser tentado por él, sino que ha superado las pruebas y frustrado las tentativas de Satanás de descarriarlo al principio de Su ministerio. En los Evangelios hay otros pasajes en los que Jesús relata encuentros con Satanás o tentaciones que él le puso (Mateo 16:21–23).
Jesús permaneció siempre fiel a Su Padre, incluso hasta morir en la cruz; y por medio de la cruz derrotó a Satanás de una vez por todas y terminó Su misión de cumplir el plan de salvación dispuesto por Dios. A nosotros, Sus seguidores, se nos ha encargado continuar Su labor de ir en busca de los perdidos, llevarlos a la salvación y proclamar Su mensaje al mundo (Lucas 19:10; Marcos 16:15; Juan 20:21).
Publicado por primera vez en marzo de 2015. Adaptado y publicado de nuevo en noviembre de 2025.
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