Enseñanzas de la cruz
Virginia Brandt Berg
[Lessons from the Cross]
Ahora que nos acercamos al viernes santo, recordemos la cruz de Cristo. En Lucas 23, versículo 34, encontramos las siguientes palabras: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen».
Muchas de las expresiones vertidas por Jesús en la cruz fueron expresiones de Su extraordinario amor. Oró por Sus enemigos al decir: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» en la hora triunfal de ellos sobre Él y padeciendo la vergüenza y el sufrimiento que le infligieron. A pesar de todo, derramó Su amor al orar por ellos, lo cual es un llamado para que actúe de igual manera todo el que crea en un Cristo crucificado. Jesús dijo: «Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen y orad por los que os ultrajan y os persiguen» (Mateo 5:44).
Luego aquella otra expresión de amor en la cruz: «Mujer, he ahí tu hijo y [a Juan] he ahí tu madre». El mismo amor que se preocupaba por Sus enemigos, cuidaba de Sus amigos. Jesús sabía de la angustia que debía sentir su madre viuda y la encomendó al cuidado de Juan, el discípulo amado. De igual manera, nosotros que somos discípulos de Cristo no solo debemos orar por nuestros enemigos, sino también demostrar amor amando a los que nos rodean.
Luego leemos sobre el ladrón que colgaba en la cruz contigua a Jesús, quien dijo: «Nosotros justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos, más este ningún mal hizo». Y continuó: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en Tu reino». A lo que Jesús le respondió: «De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso». (Ver Lucas 23:41-43). Jesús demostró amor por el ladrón arrepentido. El hombre apeló a la misericordia de Cristo para que se acordara de él y ¡qué respuesta recibió de inmediato!
Entonces, ya sea que fuera el amor que ruega por los enemigos o el amor que se preocupa por sus amigos, o un amor que se regocija por un pecador arrepentido, Cristo demostró que la cruz era una cruz de amor y que el Jesús crucificado es la personificación del amor que sobrepasa todo entendimiento. (Ver Efesios 3:17-19.)
Con todo lo que le debemos al amor encarnado en la cruz, que Dios nos ayude a tener la mente del Cristo crucificado, que ese amor no sea solo para nosotros, sino que nos guíe a amar a otros y a tener interacciones amorosas con el mundo que nos rodea.
Por un tiempo viví con una persona que era perfecta, socialmente hablando. Leía continuamente la Biblia y asistía sin falta a la iglesia. Sin embargo, era tan fría como un cubo de hielo. Estaba resentida, y ese resentimiento se había convertido en un rencor de por vida contra cierta persona. Aquello pareció drenar el amor y la alegría de su vida.
Con frecuencia, cuando pienso en esa persona, me recuerda la historia de un niño que estaba en un orfanato y una pareja de mucho dinero fue para adoptarlo, puesto que se decidió que el niño podía ir con ellos. Empezaron a decirle lo que iba a tener, cuáles serían sus posesiones en una grande y hermosa casa, que algún día iba a tener un poni de verdad, que le iban a conseguir un reloj de pulsera cuando creciera, etc. Sin embargo, su pequeño corazón solo anhelaba una cosa. Cuando terminaron de hablarle de lo que le iban a dar y de lo que iban a hacer por él, el pequeño alzó la vista con un ruego en sus ojos, y dijo: «¿Me pueden dar un poco de amor?»
Yo solía pensar en esa historia mientras vivía en la casa de aquella mujer por un tiempo: «¿Me podrías dar solo un poco de amor?» Porque yo estaba pasando una gran prueba por aquella época.
El amor humano tiene debilidades, pero el amor cristiano es divino, algo que Dios da. Romanos 5:5 dice: «El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado». Y 1 Pedro 3:8 dice: «Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables». Un amor fraternal divino unirá a los cristianos en una familia sólida. Judas 1:21 dice: «Conservaos en el amor de Dios».
Mientras los cristianos anden en amor podrán fraternizar con su Padre celestial. Pero Satanás emplea muchos trucos y se esfuerza por alejar a los cristianos de los lazos de amor y lo hará, siempre que pueda.
Si quieres crecer espiritualmente, manifiesta amor y procura continuamente llevar a la práctica el amor de Cristo que vive en tu corazón. Pero cuando el cristiano empieza a criticar y pierde su espíritu amoroso, deja de crecer, puesto que ya no anda en amor.
El cristiano necesita velar y orar. No velar y criticar, sino ¡velar y orar! Amados, quienes se equivocan no necesitan críticas, sino oración y mucho, mucho amor. La Palabra de Dios dice en Romanos 12:10: «Amaos los unos a los otros con amor fraternal, en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros».
En Hebreos 10:24 la Palabra de Dios dice: «Considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras». Y yo podría añadir lo siguiente: Que el amor engendra amor. Una persona que ande en amor animará a otros a hacer lo mismo. Es algo muy contagioso, el amor de Cristo en acción. Y pasa de un corazón a otro.
La Palabra de Dios dice en 1 Pedro 4:8: «Ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados». El amor no habla acerca de los errores de los demás. Las Escrituras nos dicen que el amor cubre con un velo de silencio los errores de los demás.
Que Dios te bendiga a medida que se acerca el viernes santo y piensas en Jesucristo, que manifestó un gran amor desde la cruz.
Texto adaptado de la transcripción de un programa de Momentos de Meditación. Publicado en Áncora en abril de 2025.