Una vida generosa, 1ª parte
Tomado de la serie Roadmap (hoja de ruta)
Como cristianos el dar y ser generosos debieran ser pilares en nuestra vida. Dar a otros no solo está de acuerdo con la Palabra de Dios, sino que además es un buen negocio y muy satisfactorio. La medida en que demos a los demás es una decisión personal, sin embargo, nuestras decisiones en ese aspecto influirán enormemente en el éxito que tengamos y en el testimonio que demos del amor del Señor.
Hay muchas formas en que podemos ejercitar la generosidad; por medio de palabras de aliento, de nuestro tiempo, de nuestro servicio y dinero. Podemos ayudar a otros menos afortunados, y apoyar y participar en la evangelización.
Dar es un principio de vida; es el concepto de ser como Jesús. Él se interesó en los demás, sanó a los enfermos y dedicó tiempo tanto a personas influyentes como a pobres. Jesús amó y fue generoso con todos. De hecho, dio hasta tal punto que a la larga realizó el sacrificio supremo de dar Su vida para que pudiéramos ser salvos.
Cada día tenemos la oportunidad de ser más como Jesús y de dar desinteresadamente a los demás. Podemos dar de nuestro tiempo; reservar un espacio en nuestro apretado horario para concentrar nuestra atención en personas de manera individual. Podemos hacer que se sientan importantes incluyéndolos en nuestro entorno, brindándoles atención y el amor de Dios, aunque solo sea por un momento.
Nunca debemos subestimar el poder que tiene brindar una atención personalizada. De vez en cuando a cada uno se nos debe recordar que somos personas únicas, que importamos y somos amados.
Victor Hugo dijo: «La felicidad suprema en la vida es tener la convicción de que nos aman por lo que somos o, mejor dicho, a pesar de lo que somos».
En el siguiente relato vemos el valor del amor en forma de una atención personalizada:
Un joven profesor de sociología envió a su clase a un barrio pobre de Baltimore con el fin de entrevistar a 200 chicos y predecir cómo sería su futuro. Sus alumnos, impresionados por las condiciones del lugar, predijeron que cerca del 90% de los muchachos entrevistados algún día irían a parar a la cárcel.
Veinticinco años después, el mismo profesor le asignó a otra clase que fuera a averiguar cuál había sido el resultado de las predicciones. De los 190 jóvenes originales que fueron ubicados, solo 4 habían estado alguna vez en prisión.
¿Cuál fue la razón de que la predicción estuviera tan equivocada? Más de cien de los entrevistados recordó que una profesora de secundaria, apellidada O´Rourke, había sido de inspiración para sus vidas. Tras una larga búsqueda ubicaron a Shelia O´Rourke quien ya tenía más de 70 años. Sin embargo, cuando le pidieron que explicara la influencia que había ejercido sobre sus antiguos estudiantes, no supo qué decir.
—Lo único que puedo decir —acotó finalmente—, es que quise mucho a cada uno de ellos. John Kord Lagemann
Como cristianos tenemos el privilegio de poder dar a los demás, cosas de gran valor como consuelo, oración, ánimo y la verdad de la Palabra de Dios. Hemos hallado el secreto a un gozo eterno en Jesús, y tenemos la paz interior de saber que al morir vamos a pasar la eternidad con aquel a quien más amamos en todo el mundo y en todo el universo: Jesús.
A pesar de las dificultades o adversidades que enfrentemos, siempre podemos dar de nuestro tiempo, servicio y amor a los demás, y al hacerlo, el Señor nos lo devolverá, incluyendo el estímulo y sentimiento de realización que anhelamos.
He aquí un ejemplo de este principio, según Billy Graham:
A una mujer que me escribió acerca del aburrimiento que sintió en su vida cuando sus hijos crecieron y se fueron de casa, le contesté: «En el pasado, tu familia inmediata necesitó de la mayor parte de tu tiempo y fuerzas. Ahora puedes extender el alcance de tu amor. Hay niños en tu vecindario que necesitan amistad y comprensión. Hay ancianos cerca de ti que anhelan compañía, ciegos que ni siquiera pueden disfrutar de la televisión que tú encuentras tan aburrida. ¿Por qué no sales y encuentras el gozo de ayudar a los demás?»
Semanas después ella me volvió a escribir: «Probé su consejo y ¡dio resultado! ¡He pasado de la noche al día!» Reverendo Billy Graham.
Estoy seguro de que todos hemos tenidos momentos en que no pensábamos que podíamos dar de nuestro tiempo, que estábamos demasiado ocupados. O dar de nuestro dinero, pues no teníamos. O incluso brindar atención e interesarnos en los demás; estábamos emocional y espiritualmente agotados. Queríamos que otro se encargara de eso, que nosotros dejaríamos huella, pero en otro momento, cuando las cosas se arreglaran y estuviéramos en mejores condiciones para dar.
Pero en realidad, el Señor no va a dejar que nos saquemos la responsabilidad de encima tan fácilmente. Él se desvió de Su camino para amar y animar a una mujer junto al pozo[1]. Estaba cansado, exhausto, y pese a ello «a todos sanó»[2]. Hizo el sacrificio supremo al dar Su vida por nosotros, entonces ¿cómo no podríamos dar a aquellos que necesitan de nuestro amor, ayuda, servicio o ánimo?
Consideremos lo siguiente:
Cierta vez, cuando el señor LaGuardia, el famoso antiguo alcalde de Nueva York, presidía una reunión en un tribunal de justicia, le trajeron a un anciano tembloroso acusado de hurtar una barra de pan. El anciano dijo que su familia estaba pasando hambre.
—Bueno, tengo que castigarle —dijo el señor LaGuardia—. La ley no hace excepciones y no tengo más remedio que ponerle una multa de 10 dólares.
Luego añadió, tras llevarse la mano al bolsillo:
—Aquí están los diez dólares para pagar su multa. La multa queda cancelada.
Acto seguido, tras echar el billete de diez dólares en su famoso sombrero de gran tamaño, dijo:
—Y lo que es más, voy a ponerle una multa de cincuenta centavos a todos los presentes por vivir en una ciudad donde un hombre tiene que robar pan para poder comer. Señor Bailiff, recoja las multas y déselas al acusado.
Se pasó el sombrero y el hombre, sin dar crédito a lo que sucedía, con una mirada celestial, abandonó el tribunal con $47,50 dólares. Autor desconocido.
A todo cristiano se le presentan, a lo largo de su vida, muchas ocasiones de bendecir a otros. Y cuando lo hacemos, lo maravilloso es que el Señor nunca deja de devolvérnoslo. No podemos dar más que Dios. La Biblia dice: «El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará»[3].
A continuación tenemos un ejemplo de esto mismo:
Hace ocho años, Susana recibió una carta de Elena, una antigua amiga. La sobrina de Elena tenía un cuadro muy severo de anorexia; iba a morir a menos que recibiera un tratamiento intensivo en una clínica carísima a miles de kilómetros de distancia de su hogar. Sin embargo, el costo del programa estaba muy por encima del presupuesto de su familia, dado que el padre estaba desempleado y también tenía problemas de salud. De modo que la familia envió una carta a familiares y amigos solicitando dinero.
Susana estaba tanto conmovida como un poco sorprendida, porque la gente, incluso familiares, rara vez solicita ayuda tan abiertamente. Con tres hijos, les resultó difícil a Susana y a su esposo decidir cuánto dar. «Al final dimos $500 dólares, lo cual parecía muy poco y al mismo tiempo demasiado para nosotros», dice Susana.
No obstante, otros también respondieron generosamente. La pequeña fue admitida en un programa especializado y sobrevivió. «De no haber sido por la carta que enviaron, ella no lo habría logrado», acotó Susana.
Tres años más tarde, el esposo de Susana perdió su empleo y al mismo tiempo estaba muy delicado de salud. Estuvo más de un año sin trabajo y la familia de Susana se vio obligada a vivir de los ahorros que al poco tiempo desaparecieron. Aunque Susana tenía trabajo, se estaban inquietando mucho por su situación económica.
Entonces, un día les llegó por correo una tarjeta de una señora a quien Susana no conocía. Era la madre de Elena, la abuela de la chica anoréxica. Escribía para decir que se había enterado de que Susana y su esposo estaban pasando un momento difícil y que deseaba ayudar. Prosiguió diciendo que sabía lo que era atravesar por dificultades económicas.
Susana nos dijo: «Aquella asombrosa mujer, que había criado sola a sus tres hijos con un trabajo de bajo salario, nos envió un cheque por $2000 dólares.»
Cuando llegamos a comprender el pleno poder que tiene la bondad, comprenderemos que, al tratar a otros con amabilidad, respeto y generosidad, nuestros actos serán recompensados, de un modo u otro, con intereses. Linda Kaplan Thaler y Robin Koval[4].
*
Dad y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebozando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir. Lucas 6:38
*
Dar amor a otra persona aporta su propia satisfacción. No solo se siente la satisfacción de iluminar el día a alguien y aliviar su carga, sino que es entonces cuando la ley de las recompensas divinas entra en juego, así como reza el popular adagio: «Si das, recibirás».
Si has estado buscando a alguien que te haga feliz, tal vez debas buscar a alguien a quien tú puedas hacer feliz, ¡entonces la felicidad te encontrará a ti! Pues todo lo que el hombre sembrare, eso mismo cosechará. Es una de las leyes de Dios y del mundo espiritual, que son tan definitivas y ciertas como las leyes de la física, como la ley de la gravedad. Sin embargo, las leyes del espíritu ¡siempre dan resultado! Siempre funcionan, ya sea a tu favor o en contra tuyo, según la manera en que las hayas obedecido, según las obedezcas o no.
Si quieres ser feliz y hacer felices a los demás, busca la satisfacción en el espíritu de Dios. Porque la apariencia de este mundo pasa y sus deseos, pero el que hace la voluntad de Dios (y ama) permanece para siempre. ¡Que viva el amor! ¡Dios es amor! Adaptado de los escritos de David Brandt Berg
Roadmap fue una serie de videos de LFI creada para adultos jóvenes. Se publicó por primera vez en 2010. Texto adaptado y publicado de nuevo en Áncora en enero de 2018.
[1] Juan 4.
[2] Mateo 12:15.
[3] 2 Corintios 9:6.
[4] The Power of Nice: How to Conquer the Business World with Kindness (Doubleday, 2006).
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