Éxito moderado

julio 2, 2014

Marcus Vernier

Hace poco, me recordaron que tuviera moderación en lo que respecta a mis sesiones de ejercicio físico. Por lo visto, existe una tenue línea entre sentirse bien y con energía después de ejercitarme y estar agotado o mareado. Como en la mayoría de las cosas en la vida, parece que la clave es la moderación.

Busqué en la Biblia y solo encontré una referencia a la moderación: «Que vuestra mesura sea conocida de todos los hombres»[1].

La moderación es un atributo que podría interpretarse como menor en una escala, casi como el inciso o apartado de un punto, en comparación con las otras cualidades espirituales que se notan más o de las que se habla más, como el amor, la alegría, la mansedumbre, etc. La moderación casi parece como una idea imposible. Me pregunté: «¿Qué tiene de especial el ser moderado?» Sin embargo, los resultados de la moderación en la vida cotidiana, como por ejemplo en lo que mencioné antes acerca del ejercicio, sin duda revelan que sí tiene su lugar.

Para ser moderados, debemos permitir la existencia de restricciones y sus efectos. Ser moderado significa que no podemos ir demasiado lejos de una u otra forma, sino que nos ponemos a nosotros mismos, o permitimos que el Espíritu de Dios nos ponga, ciertas restricciones para mantenernos por buen camino.

Hace poco leía un artículo y vi que eso también se relaciona con el estrés:

Algo que ayuda mucho a reconocer y superar ciertos tipos de estrés es llevar una vida equilibrada. Para que haya equilibrio, debe haber ciertas restricciones; aprender a medirse y disciplinarse en ciertas cosas los ayudará a evitar el estrés.

El estrés tiene mucho que ver con extralimitarse al punto de atentar contra la salud o preocuparse demasiado por medirse en todo. Para superar el estrés, hay que estar agradecido por esas restricciones y aprender a no salirse de los límites de lo saludable, sabiendo que así se alcanzará el equilibrio[2].

Un artículo más antiguo, de 1976, y que lleva por título El país del no demasiado, aclara un poco más ese punto. Aunque lo explica con una sencillez como la de un niño, da un punto de vista original acerca de la moderación y que esa cualidad, lejos de ser un atributo menor, ¡en realidad puede ser la clave para resolver los problemas de todos!

 

El país del no demasiado
Un sueño sobre el Milenio
David Brandt Berg

En el «país de no demasiado» era imposible hacer demasiado de nada: no se podía comer demasiado ni se podía beber demasiado, tampoco se podía trabajar ni dormir en demasía.

No se podía ver ni oír demasiado, tampoco aprender más de la cuenta ni hablar de más. Nadie podía jugar demasiado ni correr hasta llegar demasiado lejos ni preocuparse demasiadamente.

No se podía hacer demasiado de nada. Y con eso parecía que todos los problemas quedaban resueltos. Nadie quería tener demasiado, de modo que nadie tenía demasiado. Por eso nadie peleaba por conseguir más ni había luchas ni guerras, porque nadie quería tener de más o tener más que su compañero. Nadie quería demasiado de nada, y por tanto nadie tenía demasiado de nada.

Había mucha paz, abundancia, seguridad y felicidad, pero no demasiadas: solo lo suficiente para todos. Todos tenían suficiente para comer y beber; y suficiente ropa que ponerse, pero no demasiada. Nadie tenía demasiado.

Nadie pasaba frío ni padecía hambre ni se mojaba demasiado. Nadie estaba pasado de peso ni tampoco había gente demasiado delgada, como tampoco demasiado débil ni demasiado fuerte. Nadie era demasiado de nada ni tenía demasiado de nada, pero tampoco le faltaba nada.

Todos conocían la verdad y la verdad era que nadie poseía demasiado ni era demasiado de nada. Por lo visto, con eso se solucionaban todos los problemas.

Sin demasía, todo se solucionaba. «El país del no demasiado», donde todo el mundo se contentaba sin tener demasiado. A nadie le interesaba tener demasiado y por lo tanto todos tenían bastante, con lo que todo quedaba resuelto. Nadie era ni demasiado bueno ni demasiado malo ni demasiado arrogante ni demasiado malicioso ni demasiado de nada.

Era virtualmente imposible tener demasiado o hacer demasiado, llegar demasiado lejos o ir demasiado rápido. No se podía hacer ni tener demasiado de nada. Así todos estaban contentos. Todos vivían contentos, porque nadie tenía demasiado ni era demasiado, ni hacía ni decía demasiado en el país del no demasiado.

Supongo que la razón por la que todos tenían suficiente era que nadie tenía demasiado. Por eso nadie tenía que trabajar demasiado ni hacer demasiado. Todos hacían lo suficiente, lo que les correspondía, y no demasiado. ¡Así de simple! Nadie era demasiado justo, solo lo suficiente, en el país del no demasiado. Sorprendente, ¿no? Pues, ¡no demasiado! Justo lo suficiente, ¿o no?

 

Además de ese versículo, en la Biblia se habla del dominio propio y de la templanza, que también significa moderación. Esto es evidente en el pasaje acerca de los frutos del Espíritu, en Gálatas 5:22-23: «El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley».

El dominio propio se menciona en otros versículos. Se da a entender que algo podemos hacer a fin de regular nuestro comportamiento.

Terminaré el presente artículo con una buena cita de Jostein Gaarder:

Lo natural en una persona es que se encuentre sana. Cuando surge una enfermedad, es porque la naturaleza ha desviado su curso a causa de un desequilibrio físico o psíquico. El camino hacia la salud es la moderación, la armonía y «una mente sana en un cuerpo sano».

Traducción: Patricia Zapata N. y Antonia López.


[1] Filipenses 4:5 Biblia de Jerusalén.

[2] Fragmento de un mensaje de Jesús, hablando en profecía, publicado en noviembre de 2006.

 

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