Pensamientos sencillos sobre la oración

junio 24, 2014

Recopilación

No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.  Filipenses 4:6–7[1]

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Orar sin cesar es hacerlo todo con oración, lo cual no significa que se deba anteceder cada cosa que se hace con una oración formal: parar, ponerse de rodillas y hacer una petición de manera audible. Orar sin cesar es ocupar el corazón en una permanente conversación con Dios. Es vivir tan cerca de Dios que podamos hablar con Él donde sea que vayamos, hacerle preguntas, invocar Su ayuda y Su sabiduría, y obtener lo que le pedimos.

Se ha dicho a menudo que debemos «considerar perdido el día» en que no hicimos ninguna obra de caridad, en que no manifestamos amor a nadie ni dimos una mano a nuestro prójimo. Sin embargo, ¡mucho más inútil es un día en el que no hayamos orado! ¡Es un día sin Dios, sin que lo alumbre la luz celestial, un día sin bendiciones! Si se te olvida orar por la mañana tendrás una mañana infeliz.

«No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias»[2]. «Oren en el Espíritu en todo momento, con peticiones y ruegos. Manténganse alerta y perseveren en oración por todos los santos»[3].

También se nos exhorta en otro pasaje a dar a conocer a Dios todas nuestras peticiones por medio de la oración. No sabemos todo lo que nos perdemos al dejar tanto a Dios fuera de nuestras vidas. A menudo nos preguntamos por qué fallamos, por qué nuestros esfuerzos rinden tan pocos frutos, por qué no logramos llevarnos mejor con los demás, por qué no nos sentimos felices, por qué experimentamos tan poco gozo, por qué nos ponemos de mal humor con tanta facilidad. ¡Es porque cesamos de orar!

Si vivimos desprovistos
de paz y consolación
es porque no lo entregamos
todo a Dios en oración.

Dirás que no tienes tiempo para orar tanto.

¿Que no tienes tiempo? Lo tienes para todo lo demás: tienes tiempo para muchas cosas, tal vez, de dudosa importancia. ¿No tienes tiempo para detenerte a mirar el rostro de Dios por un instante, antes de comenzar una nueva tarea, de tomar una decisión financiera, de partir en un viaje de negocios, antes de salir a pasar una noche o de empezar un nuevo libro?

¿Que no tienes tiempo? ¿Acaso consideras tiempo perdido detenerte a comer varias vece al día? ¿Te parece que las horas que dedicas a dormir son horas perdidas? ¿De veras crees que ser cortés es una pérdida de tiempo? Dedicar tiempo a recibir la bendición de Dios tampoco es tiempo perdido. Las horas sagradas dedicadas a adorar tampoco son horas perdidas.

Pero la realidad es que la costumbre de la oración constante no requiere tiempo. No es más que mirar el rostro de Dios  y decir: «Señor, ayúdame en esto». «Señor, bendíceme mientras hago esto otro».  J. R. Miller[4], adaptado

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Todas mis maneras de expresarme en oración son imperfectas. A los ojos de Dios, presentarse ante Él se considera una oración: «Oh Señor, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré delante de ti, y esperaré»[5].

¿Qué es la oración, sino derramar el alma ante Dios? La fe hallará otro camino si le obstaculizamos uno.  Samuel Rutherford

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En nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras.  Romans 8:26[6]

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La oración, en su expresión más sublime, no consiste en suplicarle ni exigirle cosas a Dios sino en comulgar con Él. Es abrirse completamente a Él, al Cielo, y esperar a que llegue la repuesta divina.

Si oraste y aún no has recibido respuesta, y te da la sensación de que cuando oras los cielos se enfurecen y Dios hace oídos sordos a tus más fervientes súplicas, recuerda esto: no hay oración sincera y honesta que el Padre celestial no haya respondido o pasado por alto. Sin embargo, también es cierto que Dios tiene Su cronograma para llevar a cabo cada uno de Sus propósitos.  Virginia Brandt Berg[7]

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Aunque no puedo prometerte que te guardaré de las tormentas de la vida, sí te aseguro que te acompañaré cuando las atravieses. Mi ayuda se hace patente de múltiples formas. Puede que no siempre se manifieste tal y como esperabas, pero se hará sentir. No te abandonaré a tu suerte, para que bregues por tu cuenta.

Cuando me pidas ayuda, responderé tus oraciones. Cuando tengas miedo, te infundiré fe para confiar en Mí, paz interior y valor para seguir adelante. Cuando estés débil y te invada el agotamiento, apóyate en Mí: te transmitiré una energía que no has conocido jamás. Cuando tengas el corazón hecho pedazos, Yo te lo recompondré.

No puedo impedir que sufras contrariedades y pesares, pero sí puedo tornarlos más llevaderos, y hacer que al final redunden en bien tuyo. Puedo hacer que tu espíritu se eleve por encima de las borrascas de la vida. Detrás de las nubes —aquí arriba en los lugares celestiales, en Mi presencia— el sol siempre brilla. En un día gris, Yo soy un rayo de sol; soy el arco iris que aparece tras la tempestad. Soy el refulgente rayo de esperanza que devuelve el brillo a tu mirada.

Esta tormenta pasará. Mientras tanto, permíteme que te guarde en medio de ella.  Jesús, hablando en profecía[8]

Publicado en Áncora en junio de 2014. Traducción: Irene Quiti Vera y Antonia López.


[1] NVI.

[2] Filipenses 4:6 NVI.

[3] Efesios 6:18.

[4] Our New Edens. 1904. Tomado de http://articles.ochristian.com/article17318.shtml.

[5] Salmo 5:3 RV1960.

[6] NVI.

[7] Tomado de Just a Closer Walk, http://virginiabrandtberg.org/meditation-moments/mm022_just-a-closer-walk.html.

[8] De Jesús, con cariño: Para momentos de crisis. Aurora Production, 2010.

 

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