Las luchas que fortalecen

junio 23, 2014

María Fontaine

El Señor sabe que los mensajes de aliento son muy importantes para nosotros y quiere darnos mucho ánimo. Recibir mensajes de aliento y sentirnos animados es vital, porque nos ayuda a persistir en la lucha cuando nos dan ganas de tirar la toalla. Recibir unas palabras de aliento es de lo más estimulante que hay, y cuando provienen del Señor, yo diría que es, en efecto, lo más estimulante que hay. El ánimo que nos infunde Dios nos permite saber que no estamos solos, que Él comprende lo que tenemos que enfrentar, y que si aguantamos un poco más, saldremos adelante.

La Palabra de Dios trata temas muy diversos. A veces, sin embargo, nos hace falta leer mensajes que sean exclusivamente palabras de aliento y que nos den un espaldarazo cuando estemos un poco desanimados. Lo maravilloso de la Palabra es que a veces habla de situaciones que parecen exactamente como la de uno. En otros casos nos podemos aplicar los mismos principios a nuestra situación. O bien, el Señor se vale de ella para hablarnos de algo que no tiene ninguna relación aparente con la situación descrita, o nos sirve para que sintamos más compasión de otros o los comprendamos mejor; pero siempre nos hace bien. Siempre se puede ganar algo valiosísimo al leer la Palabra de Dios, con tal de que le pidamos al Señor, como hacía el rey David: «Abre mis ojos, y miraré las maravillas de Tu ley»[1].

Oro que el siguiente mensaje de aliento que se recibió en profecía sea para ustedes palabras que lleguen en el momento preciso, como «manzanas de oro con figuras de plata»[2].

 

Jesús dijo:

Si repasan la biografía de cualquiera de Mis grandes hombres y mujeres del pasado, de cualquiera que me haya servido, se darán cuenta de que ninguno tuvo una vida fácil. Todos ellos lucharon durante toda su vida contra el Enemigo y para superar las dificultades que les ponía por delante un mundo incrédulo. A veces les pareció que Yo no respondía sus oraciones, o que permitía que lo pasaran peor de lo que creían que eran capaces de aguantar. Sin embargo, fueron precisamente esas épocas difíciles y esos obstáculos los que hicieron que ardieran vivamente para Mí, y lo que los ha hecho un ejemplo perdurable de entrega y amor a Mí, desde su tiempo hasta ahora y por la eternidad.

«En el mundo tendréis aflicción, pero confiad, Yo he vencido al mundo»[3]. En esta vida terrena hay épocas de penalidades y sufrimiento, de dificultades y pérdidas, de apuros y de esforzarse mucho. Si se eliminara la fricción y avanzaran sin esfuerzo por la vida, entonces no estarían en la Tierra, sino en el Cielo. El Cielo es Mi Reino. En él se puede alcanzar la perfección y no hay decepciones. Pero la Tierra es un campo de batalla. En ella experimentan dificultades, quebrantamientos, dolor y lágrimas.

A pesar de tantas dificultades que enfrentan, resplandecen y entregan Mi luz a este mundo, y por ello un día los exaltaré en gran medida. Pero no les sorprenda que sea difícil en la Tierra. A todo el que ha llevado a cabo alguna obra de valor para Mí le ha costado. Siempre les resultará difícil vivir por Mí en el mundo.

En el Cielo haré que todo sea perfecto. Pero aquí en la Tierra, no. Todavía no. No es el momento. Si respondiera todas las oraciones de la manera que ustedes quisieran, si resolviera todas las situaciones y eliminara todas las espinas, entonces no se cumpliría el propósito por el que están en la Tierra.

Una clave para enfrentar las pruebas es recordar que nunca les he prometido una travesía sin complicaciones. Lo que sí les prometo es que les ayudaré a sobrevivir a la tormenta. Permitan que las pruebas les den impulso para atravesar la tempestad y ser una ayuda y una bendición para otros, al haber experimentado lo mismo y saber lo que significa pasar por esas experiencias.

La lucha es lo que los fortalece. Lo que pasa es que cuando ustedes consideran que están en aprietos, Yo los veo en su esplendor. Deseo que se acerquen más a Mí y consolarlos. Quiero infundirles ánimo y expresarles lo orgulloso que estoy de ustedes por no perder la fe y seguir siendo fieles a Mí. En la Tierra hay mucho dolor, pero un día obtendrán muchas recompensas. Tienen que hacer muchos sacrificios en la Tierra, mas habrá gran gloria en el Cielo. Hay épocas de confusión y dudas, pero un día me verán cara a cara y conocerán plenamente, tan bien como son conocidos[4].

Tengan valor y la certeza de que siempre estoy a su lado. Les prometo que no permitiré nunca que los aplaste la carga. Mi gracia les bastará. Haré que salgan victoriosos tras las tormentas y tribulación de esta vida. ¡Anímense! Yo he vencido al mundo.

Las batallas y los problemas siempre los tendrán con ustedes en esta vida, pero la victoria se consigue al poner los ojos en Mí. Confíen en Mí, y crean, sean cuales sean las circunstancias, aunque no las entiendan. Recuerden que al que cree todo le es posible[5].

Moisés no entendía cómo lo iba a ayudar a atravesar el Mar Rojo. Gedeón no tenía ni idea de cómo lo ayudaría a ganar la batalla con solo 300 hombres. Noé no sabía nada de barcos; ni siquiera lo que era un barco, y tardó 120 años en averiguarlo. Cuando empezó a tomar nota de las dimensiones de aquella nave no podía visualizar lo que iba a ser; no tenía ni idea de cómo iba a terminar. Se limitó a seguir Mis instrucciones día tras día, paso a paso. Se negó a desistir ante tantos como se burlaban de él. Fijó los ojos en Mí y no los apartó por nada. Así fue como aguantó 120 largos años: viviendo día tras día por pura fe.

Aprovechen al máximo su vida en la Tierra. Aprendan a tener por sumo gozo y honra experimentar batallas y pruebas[6]. Ustedes pueden perfectamente salir vencedores. Pueden salir bien. Ya han llegado hasta aquí por fe; así que no desistan ahora. Sigan adelante por Mí. Sigan peleando la buena batalla de la fe. Pueden ganar.

*

Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, pues Él es el Padre que nos tiene compasión y el Dios que siempre nos consuela. Él nos consuela en todos nuestros sufrimientos, para que nosotros podamos consolar también a los que sufren, dándoles el mismo consuelo que él nos ha dado a nosotros. Porque así como los sufrimientos de Cristo se desbordan sobre nosotros y nosotros sufrimos con Él, así también por medio de Cristo se desborda nuestro consuelo.

Pues si nosotros sufrimos, es para que ustedes tengan consuelo y salvación; y si Dios nos consuela, también es para que ustedes tengan consuelo y puedan soportar con fortaleza los mismos sufrimientos que nosotros padecemos. Tenemos una esperanza firme en cuanto a ustedes, porque nos consta que, así como tienen parte en los sufrimientos, también tienen parte en el consuelo.  2 Corintios 1:3-7[7]

Artículo publicado por primera vez en marzo de 2007. Texto adaptado y publicado de nuevo en junio de 2014. Traducción: Patricia Zapata N. y Antonia López.


[1] Salmo 119:18.

[2] Proverbios 25:11.

[3] Juan 16:33.

[4] 1 Corintios 13:12.

[5] Marcos 9:23.

[6] Santiago 1:2.

[7] DHH.

 

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