mayo 12, 2014
Deléitate asimismo en el Señor y Él te concederá las peticiones de tu corazón. Encomienda al Señor tu camino, confía en Él y Él hará. […] Guarda silencio ante el Señor y espera en Él. Salmo 37:4-5, 7[1]
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Cuando clamas a Mí, cuando me buscas, cuando me presentas tus peticiones, Yo escucho. Atiendo a cada uno de tus ruegos. Conozco los deseos y anhelos de tu corazón. Sé lo que buscas. Aún antes que clames a Mí, conozco los pensamientos y las intenciones de tu corazón, y los deseos que albergas en él.
En ocasiones, los deseos que albergas entran en conflicto con lo que te he pedido que hagas. En esos momentos conviene acudir a Mí para saber cuál es verdaderamente Mi voluntad. Hay ocasiones en que tu deseo y Mi voluntad coinciden, pues se trata del deseo que Yo te he dado. Pero hay otras en que el deseo de tu corazón no es otra cosa que preferencias personales, y pueden entrar en conflicto con Mi voluntad.
A muchos se les presenta una encrucijada en la vida: hacer caso de Mi llamado o guiarse por deseos personales. Es una prueba, una decisión que se debe tomar. Siempre es mejor escoger Mi voluntad suprema, pues es la fuente de Mis plenas bendiciones.
Mi vista recorre la creación entera. Conozco cada uno de tus pensamientos y deseos. Conozco hasta las peticiones secretas de tu corazón. Conozco cada uno de tus sueños, esperanzas y aspiraciones. Conozco tus anhelos más profundos y oigo cada una de tus oraciones. Se me conmueve el corazón para bendecirte, obrar por medio de ti y ungirte de acuerdo con el afán con que me buscas, tu grado de sumisión y tu fidelidad.
En la medida en que me abres el corazón, Yo abro a ti el Mío. Cuando alzas las manos a Mí con toda el alma en oración, Yo abro Mis manos y derramo sobre ti bendición en abundancia. Cuando te postras ante Mí en humildad, reconociendo que me necesitas y clamando por Mi ayuda, te pongo en alto, te levanto y te infundo fuerzas que desconoces.
Mi amor por ti es eterno. El amor que siento por ti es incondicional. No conoce barreras. Nada que digas o hagas alterará el hecho de que te amo. Morí por ti. Di la vida por ti y estoy siempre aquí con los brazos abiertos para recibirte a ti en particular.
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Señor, Tú me has examinado y conocido.
Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme. Has entendido desde lejos mis pensamientos.
Has escudriñado mi andar y mi reposo, y todos mis caminos te son conocidos.
Pues aún no está la palabra en mi lengua y ya Tú, Señor, la sabes toda.
Detrás y delante me rodeaste, y sobre mí pusiste Tu mano. […]
Cuán preciosos, Dios, son Tus pensamientos. Cuán grande es la suma de ellos.
Si los enumero, se multiplican más que la arena. Yo despierto y aún estoy contigo.
Salmos 139:1-5, 17-18[2]
Todo lo que el Padre me da, vendrá a Mí, y al que a Mí viene, no lo echo fuera. Juan 6:37
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No tengas miedo de acudir a Mí, porque al que a Mí viene, no lo echo fuera. No guardo palabras ásperas para ti. No tengo reprensiones. No te condeno ni desprecio. Así que no sientas miedo ni preocupación de acudir a Mí. Tengo dones para ti a la espera de que te acerques. Tengo tesoros de Mi amor. Tengo el poder limpiador de Mi Espíritu. Tengo el bálsamo de paz con que ungiré tu frente. Tengo la bendición reparadora del sueño con que deseo renovarte. Tengo la calma interior que proviene de la confianza, y que deseo colocar sobre tus hombros como vestidura de protección para defenderte de los dardos malignos del Enemigo. Tengo perlas de Mis Palabras que deseo presentarte.
Te he creado para vivir en comunión conmigo. Nuestra unión no invalida tu naturaleza. Todo lo contrario, aumenta tu personalidad. Cuando intentas vivir alejado de Mí, lo único que encuentras es vacío e insatisfacción. Puedes ganar el mundo entero, y sin embargo perder lo que realmente importa.
La verdadera satisfacción se encuentra al vivir junto a Mí y obedecer Mis propósitos. Si bien te conduciré por caminos desconocidos, confía en que sé lo que hago. Si me sigues de todo corazón, descubrirás facetas de ti mismo que te eran desconocidas. Te conozco íntimamente, mucho mejor de lo que te conoces a ti mismo. Cuando entras en unión conmigo, te sientes completo. En esa cercanía, te conviertes más y más en la persona que he diseñado que seas[3].
Te amo con amor intenso. Te amo tal como eres. Te he hecho una vasija en Mi mano, una vasija de Mi amor y de Mi comprensión. No mires los dones que piensas que no tienes, sino comprende que te he concedido dones de amor, comprensión y oración. Con estos dones puedes lograr más que con los otros dones que tal vez te parezcan necesarios. Pues el mayor de todos es el amor, y la misericordia y la comprensión son sus compañeras.
Llénate de Mi amor. Confía en Mi amor. Yo veo tu amor y contemplo tu belleza. Si Yo, que todo lo veo, te demuestro tan gran amor, confía en que eres amada. Confía en que eres creación Mía, creada para cumplir Mi propósito y voluntad. Acéptate tal como eres. Eres vasija de Mi hechura, de Mi amor y de Mi voluntad.
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Mi amor por ti es incondicional. Anhelo manifestártelo en la medida en que me lo permitas. Cuanto más de cerca me sigas, cuanta más diligencia pongas en manifestar tu corazón cerca del Mío —amándome y obedeciendo Mis Palabras—, más podré manifestar Mi amor en tu vida. Tengo un gran deseo de manifestarte Mi amor. Ansío derramarlo a raudales para que te deleites en él, te maravilles, te empapes de él y te llenes hasta rebosar. Así de grande es Mi amor por ti.
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No tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. Hebreos 4:15-16[4]
Artículo publicado por primera vez en 1997, menos las porciones que indiquen lo contrario. Texto adaptado y publicado de nuevo en mayo de 2014. Leído por Gabriel García Valdivieso. Traducción: Sam de la Vega y Antonia López.
[1] RV 1960.
[2] RV 1960.
[3] Sara Young, Jesus Calling (Jesús te está llamando), 16 de septiembre (Nashville: Thomas Nelson, 2004).
[4] RV 1960.
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