La resurrección: punto de inflexión de la historia

abril 14, 2014

Recopilación

¿Qué ser humano corriente podría escoger su lugar de nacimiento? Y ¿qué mortal podría, o sería capaz, de hacer que las autoridades de un país extranjero decretaran su muerte mediante una ejecución terriblemente dolorosa? ¿Cómo podría alguien manipular a sus acérrimos enemigos al punto de lograr que lo injuriaran y se burlaran de él durante su agonía, y mucho menos, hacer que un grupo de soldados se jugaran su ropa y atravesaran su costado después de muerto? Pues Jesús de Nazaret cumplió esas profecías, y no solo esas, sino más de 300 predicciones específicas relacionadas con Su nacimiento, vida, obra, muerte y resurrección. Sin duda Él era, y es, único en todo el sentido de la palabra.

Ninguno de los grandes líderes religiosos reconocidos, ni Moisés, ni Buda, ni Confucio, ni Mahoma, jamás afirmó ser Dios. Es verdad que algunos fueron endiosados por sus seguidores después de haber muerto, pero ninguno afirmó personalmente que fuese la deidad. Salvo Jesucristo. En realidad, no solo se proclamó Hijo de Dios, la personificación divina en forma humana; también logró convencer a gran parte de la humanidad de que Él es, en efecto, el Hijo de Dios.

No hay razón alguna para poner en duda que luego de Su muerte sucedió algo extraordinario que hizo de Su pequeño grupo de despreciados seguidores un frente de testigos que ni todas las persecuciones del Imperio Romano fueron capaces de detener. Cuando estaban desanimados y decepcionados, luego de que su Señor hubiese sido cruelmente crucificado por Sus enemigos, daba la impresión de que las esperanzas de aquellos hombres habían perecido y todos sus sueños habían sido destrozados.

Pero a los tres días de Su muerte, se reavivó su fe de tal modo que no hubo fuerza terrenal capaz de sofocarla. Y aquel humilde puñado de hombres que había seguido a Jesús desde el principio marchó a proclamar las Buenas Nuevas ante el mundo entero. A anunciarle que Dios había enviado a Su Hijo al mundo para enseñarnos Su Verdad y Su amor, y que, por encima de todo, Jesús había sufrido la muerte por nosotros y luego se había levantado de la tumba. Para que aquellos  que lo conociéramos y creyésemos en Él estuviésemos para siempre libres del temor a la muerte, sabiendo que hemos sido salvados y que nos aguarda el Cielo, gracias a Jesús.

El Nuevo Testamento también dice que Jesús se apareció en persona ante más de 500 testigos visuales luego de Su resurrección[1]. Ése fue el atronador mensaje que Sus primeros discípulos proclamaron abiertamente en el mundo entero: «Dios lo levantó de los muertos»[2]¿Quién es Jesús?, LFI

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El cristianismo, en sus albores, fue completamente un movimiento de resurrección. […] Predicar la resurrección es anunciar el hecho de que el mundo es un lugar diferente y que tenemos que vivir en ese ambiente distinto. La resurrección no consiste solo en que Dios hiciera alguna vez un milagro excéntrico. Debemos predicarla de manera que diga que ese fue un punto de inflexión de la historia.  N. T. Wright

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Creer en la resurrección no es un apéndice de la fe cristiana. Es la fe cristiana.  George Carey, ex arzobispo de Canterbury

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Imagínate, Dios envió a la Tierra a Su propio Hijo —el mismísimo Señor del Cielo y amo del universo— para que se hiciera como uno de nosotros. Fue concebido de modo milagroso en el vientre de una humilde virgen llamada María. Tomó así la misma forma carnal que nosotros. Por eso fue a la vez Hijo de Dios e Hijo del hombre.

Jesús no solo asumió nuestra condición humana; también adoptó nuestros usos, costumbres, idioma, indumentaria y modo de vida, para poder comprendernos mejor y comunicarse con nosotros en el plano de nuestro entendimiento humano. Se hizo ciudadano de este mundo, parte de la humanidad, un ser de carne, para poder venir a nuestro encuentro con Su amor, demostrarnos Su compasión e interés y ayudarnos a comprender Su mensaje.

Bajó a la Tierra para vivir y trabajar como nosotros. Tuvo que dormir y comer como nosotros y hacer todo lo que hacemos la raza humana. Hubo momentos en que se sintió fatigado, con los pies adoloridos, momentos en que tuvo hambre y sed, en que lo invadieron la tristeza y el desánimo. Se convirtió en uno de nosotros. Y como dice la Biblia: «fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado»[3].

Se dedicó a ir por todas partes haciendo el bien, dando de comer a los hambrientos, sanando a los enfermos y alegrando y reconfortando a los tristes y angustiados. Amaba a todos, aun a los más pobres y a los mal vistos por los demás.

Jamás levantó ningún templo; no formó ninguna confesión ni congregación religiosa. Simplemente salía al encuentro de la gente en la calle, en la playa, en la plaza del mercado —donde fuera posible—, y comunicaba Su mensaje de amor a todo el que lo quisiera escuchar. Entabló amistad hasta con los elementos más despreciados por la sociedad: recaudadores de impuestos, borrachos, prostitutas y pecadores de toda índole.

Tan simple era Su religión basada en el amor que aseguró que había que ser como un niño para aceptarla[4].

Jesús no estaba obligado a morir en la cruz. Dijo: «Toda potestad me es dada en el Cielo y en la Tierra»[5]. Era el Hijo de Dios, y como tal tenía a Su disposición todos los poderes del universo. Ante los que lo apresaron, afirmó que no tendrían ninguna autoridad sobre Él si no se les hubiera dado de arriba, del Padre. […] Y dijo además que un solo gesto de Su parte bastaría para que acudieran miles de ángeles a librarlo de las manos de ellos[6]. De haber querido, en ese mismo instante podría haber convocado a todas las fuerzas de los Cielos para que aniquilaran a Sus enemigos y conquistaran Roma. Sin embargo, optó por ofrendar Su vida por todos nosotros.

¿Qué razón pudo tener el Rey de reyes, el Señor del universo, Dios encarnado, para dejarse atrapar y permitir que lo acusaran falsamente, que lo juzgaran, lo condenaran, lo azotaran, lo desnudaran y lo clavaran a una cruz como a un delincuente común? La respuesta es clara: ¡el amor que sentía por ti y por mí!

Tres días después que sepultaran Su cuerpo sin vida, sucedió algo que dejó pasmados a Sus enemigos y demostró a todos Sus seguidores que Él era indiscutiblemente el Hijo de Dios: resucitó, triunfando para siempre sobre la muerte y el infierno.

Después de Su resurrección, se apareció a centenares de seguidores Suyos, para animarlos, fortalecerlos y consolarlos. Les dijo que se disponía a volver junto a Su Padre celestial, pero que siempre los acompañaría en espíritu, que viviría en sus corazones eternamente. Hizo también a Sus seguidores una promesa maravillosa: les aseguró que un día regresaría. Les dijo que el Hijo del hombre vendrá en las nubes, con poder y gran gloria[7]David Brandt Berg

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En el contexto del dilema moderno, la esperanza tradicional cristiana de la resurrección cobra significado y es más prometedora. A fin de cuentas, le dice al hombre que no es un huérfano, sino la imagen personal del Creador Dios del universo; tampoco su vida está destinada a la muerte, pues por medio de la resurrección escatológica él puede vivir para siempre en la presencia de Dios.

Esa es una esperanza magnífica. Sin embargo, claro, la esperanza que no se funda en un hecho no es esperanza, sino una simple ilusión. ¿Por qué la esperanza cristiana de una resurrección escatológica le parecería al hombre moderno como nada más que ilusiones? La respuesta está en la convicción cristiana de que un hombre ha sido anticipadamente resucitado por Dios como el precursor y modelo de nuestra propia resurrección escatológica. Ese hombre fue Jesús de Nazaret, y Su resurrección histórica constituye el fundamento —que se atiene a los hechos— en el que se basa la esperanza cristiana.  William Lane Craig

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La resurrección es la clave para todo el plan del futuro.  Billy Graham

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Tengo la certeza de que la resurrección es un hecho y Watergate me lo demostró. ¿Cómo? Porque 12 hombres dieron testimonio de que Jesús había resucitado, luego lo proclamaron por 40 años, y ni una sola vez lo negaron. Todos fueron golpeados, torturados, apedreados y encarcelados. No habrían resistido si no fuera verdad. En Watergate estuvieron involucrados 12 de los hombres más poderosos del mundo… y no pudieron sostener una mentira por tres semanas. ¿Me dicen que los 12 apóstoles pudieron sostener una mentira por 40 años? Absolutamente imposible.  Charles Colson

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Vean, entonces, el poder de Su resurrección: prueba sin duda la fe que una vez fue entregada a los santos. Apoyada por pruebas infalibles, se convierte por sí sola en una prueba infalible de la autoridad, poder y gloria de Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios. […] El poder de la resurrección del Señor es un poder que acredita […] un poder que justifica, un poder que da vida y consuelo.  Charles H. Spurgeon

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Las bendiciones del Evangelio son hechos sustanciales y no solo opiniones teológicas. Como la resurrección del Señor Jesucristo fue en realidad claramente visible, así es el poder de la prueba de la resurrección de Cristo, de modo que cuando tu fe fracase en todos los otros argumentos, puedas encontrar un fondeadero en ese hecho seguro. Las corrientes de duda tal vez te lleven hacia las rocas de desconfianza. Sin embargo, cuando tu ancla no encuentre otro asidero, que se aferre al hecho de la resurrección de Cristo. Eso debe ser cierto. Los testigos son muy numerosos como para que hayan sido engañados. Y sus pacientes muertes debido a su fe probaron que no solo eran hombres honrados, sino hombres buenos que apreciaron la Verdad de Dios más que la vida. Sabemos que Jesús resucitó; sea lo que sea que nos veamos obligados a poner en tela de juicio, no dudamos de eso. Es posible que el mar nos lleve de un lado a otro con respecto a otros alegatos, pero llegamos de nuevo a la costa y encontramos tierra firme en esta Verdad indiscutible, establecida con firmeza: «Ha resucitado el Señor verdaderamente».  Charles H. Spurgeon

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Hay más pruebas de que Jesús resucitó que las pruebas de que vivió Julio César o que Alejandro Magno murió a la edad de treinta y tres años.  Billy Graham

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El argumento histórico por sí solo no puede obligar a nadie a creer que Jesús resucitó. Sin embargo, el argumento histórico es bastante bueno para apartar la maleza detrás de la cual toda clase de escepticismo se había ocultado. La propuesta de que Jesús resucitó corporalmente posee un poder incomparable para explicar los datos históricos en el centro de los albores del cristianismo.  N. T. Wright

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Por la resurrección de los muertos soy juzgado hoy ante ustedes.  Pablo, dirigiéndose al gobernador Félix, Hechos 24:21; NBLH

Publicado en Áncora en abril de 2014. Traducción: Patricia Zapata N. y Antonia López.


[1] 1 Corintios 15:6.

[2] Hechos 13:30.

[3] Hebreos 4:15.

[4] Mateo 18:3.

[5] Mateo 28:18.

[6] Juan 19:11; Mateo 26:53.

[7] Juan 14:3; Lucas 21:27.

 

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